por Christian Leiva, Valparaíso

En el actual proceso revolucionario el movimiento popular ha sido encajonado y conducido hacia una Convención Constitucional limitada y nuevas elecciones, donde los mismos de siempre aspiran a volver a la normalidad, acompañados esta vez de los más variopinto de la institucionalidad vestidos de “independientes”.

Asediados por los despidos, por la pandemia, por la sobreexplotación del teletrabajo, por la exposición en el trabajo presencial, por la limitación de circulación, de ventas minoristas, por el toque de queda y por la pobreza, la clase trabajadora y las clases populares ponen sus esperanzas en la vía institucional, esperando que a través de esta mejoren sus condiciones de vida.

Pero mientras aguardamos cambiar la constitución, nuestras vidas se empobrecen mientras las de ellos, las de los dueños de Chile se enriquecen en forma obscena.

Entonces ¿Es que no existe otra forma de salir de esta crisis que no sea a través de este juego de cartas marcadas que es la vía institucional? ¿No existe otra forma que someterse a las reglas de una minoría insignificante que maneja el poder y la economía?

La historia nos muestra que sí, que la clase trabajadora ha logrado organizarse por fuera de la vía institucional o legal, llegando a tal grado de organización que, desbordando la legalidad, concentra cada vez más poder en sus manos y comienza a ser una verdadera amenaza para los más ricos. En algunos casos estas organizaciones de la clase trabajadora han llegado a conquistar el poder y, controlando la economía y la política del país, lograron realizar los grandes cambios que nuestra clase necesita.

En Chile, el mayor ejemplo de este nivel de organización por parte de la clase trabajadora fueron los Cordones Industriales que surgieron entre los años 1972 y 1973, que, aunque no llegó a conquistar el poder nos mostró un camino absolutamente vigente para la clase trabajadora y los beneficios de la organización y control del sector productivo.

¿Qué fueron los Cordones Industriales?

En los años 60 y principios del 70, Chile mostraba el resultado de un largo proceso de alzas revolucionarias: un proceso de agitación constante, de lucha de clases frontal, donde esperanzada de que la vía institucional la condujera hacia el socialismo, la clase obrera había llevado al gobierno al conglomerado de la Unidad Popular (UP), formado principalmente por el Partido Comunista y el Socialista.

Durante los años 1970 al 1973, el gobierno de la Unidad Popular implementó una serie de reformas que tenían como objetivo la nacionalización de los recursos naturales, principalmente el cobre, la Reforma Agraria y la estatización parcial de los grandes monopolios industriales y bancarios, estatización limitada que se reducía a 90 empresas las que conformarían el Área de Producción Social (APS).Para ello el gobierno se embarcó en una batalla legal con la burguesía, aprovechando una ley que permitía expropiar una empresa si es que esta dejaba de producir perjudicando la economía nacional.  Mientras la vanguardia de las y los trabajadores, asumían la iniciativa y allí donde eran más explotados, se tomaban las fábricas, presionando al gobierno para que las expropiara y traspasara al Área de Producción Social.  Así a contrapelo del gobierno, muchas empresas fueron expropiadas por la acción directa de sus propios trabajadores.

Pero tras la toma de la fábrica muchas veces se producía la huida de los empleados administrativos. Entonces los trabajadores se vieron ante el reto de seguir haciéndolas funcionar. Debieron controlar los turnos, los sueldos, el abastecimiento. La defensa de los grupos fascistas que los atacaban, la producción. Para combatir el desabastecimiento, la fábrica de Alimentos Perlak decidió producir una sopa nutritiva para niños, la textil Yarur más sábanas para la población, la fábrica de Muebles Easton creo y produjo una línea de muebles baratos para que pudiera llegar al pueblo. Los propios trabajadores decidían que producir enfocándose en responder a la crisis económica que generaban los más ricos.

En algunas fábricas bajo control de sus trabajadores se levantaron bibliotecas, o guarderías, casinos, consultorio médico dentro de la propia empresa. También se formaban grupos de teatro integrando a las familias.

En octubre del año 72 se produce un paro patronal, que paralizó el transporte de camiones y provocó el desabastecimiento de las ciudades y la paralización de cuanta fábrica estuviera en sus manos. A esto la clase trabajadora respondió tomándose las fábricas con el objeto de continuar haciéndolas producir y mitigar los efectos económicos de esta paralización.

La fabricas tomadas se coordinaron entre sí, agrupadas por su vecindad en la zona industrial formando un cordón, el Cordón Industrial.

El repuesto de la máquina de una fábrica podía conseguirse en otra del mismo cordón, estaban coordinados para apoyarse entre sí, para defenderse de los ataques, para tomar decisiones en conjunto.

El fenómeno de los Cordones se inició y consolidó primeramente en Santiago, llegando a registrarse 13 Cordones Industriales donde los más conocidos fueron el Cordón Industrial de Cerrillos-Maipú, los cordones de Vicuña Mackenna y Macul entre otros. Mientras en el resto del país se registran coordinaciones similares e intentos de formación de cordones en Valparaíso, Concepción, Talcahuano, Arica, Talca; Osorno y Punta Arenas.

El Poder Popular en acción

En lo más fragoroso de la lucha de clases cuando la burguesía intentaba desabastecer a la clase trabajadora, está dio muestras de un nivel organizativo que movilizó a miles para producir y distribuir en medio de esa crisis.

En la población los Comités de Abastecimiento Popular y en la producción los Cordones Industriales jugaron un rol protagónico en esta batalla.

Los Cordones no sólo se coordinaron entre las distintas fábricas bajo control de sus trabajadores, también formaron parte de una red entre la producción y la distribución. Vinculándose para ello con las Juntas de Abastecimiento Popular y la organización territorial. Poniendo camiones a disposición de la entrega de alimentos, organizando en conjunto ferias de distribución. Trayendo alimentos del campo a la ciudad. Distribuyendo directamente. Abriendo los negocios que cerraban sus dueños. En suma, poniendo los recursos de la producción a la lucha.

Los Cordones Industriales apoyaron algunas de las cada vez más frecuentes tomas de pobladores en la ciudad y fueron un contingente de refuerzo en las tomas de haciendas que realizaban los campesinos a las afueras de la ciudad.

En suma, el apoyo de las obreras y obreros organizados en Cordones Industriales fue fundamental para la resistencia y sobrevivencia del pueblo en ese proceso revolucionario llevado adelante por la clase trabajadora y el campesinado pobre. El pueblo.

Conscientes del avance que estaban realizando y de las posibilidades de reacción violenta y criminal por parte del empresariado, pedían armas para defender las fábricas y para defender al gobierno. Tenían la experiencia directa que los patrones no se conformaban tranquilamente con perder la propiedad de su empresa.

En 1973 crean la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, que declara como su principio máximo la Democracia Obrera, es decir asumen la tarea de ampliar, democratizar y dar vida a la organización desde la base, sometiéndose a la decisión de la asamblea.

La Relación con los partidos y el Gobierno.

El gobierno intentaba someter a los Cordones bajo la hegemonía de la CUT, reconociendo a la central como único interlocutor de los trabajadores, intentando ponerle riendas al proceso a través de los hilos sindicales que eran manejados por los Partidos de gobierno; Comunista y Socialista. Para el gobierno los cordones eran una piedra en el zapato, unos ultrones, una molestia en su afán de avanzar hacia el socialismo mediando entre los conflictos irreconciliables de la clase trabajadora y de los empresarios quienes quieren mantenerla explotada y trabajando para engordar su riqueza. La única participación que el gobierno concedía a los trabajadores era la llamada batalla de la producción, o sea en aumentar los niveles de producción para combatir el boicot que le imponía la burguesía.

La dirección del Partido Comunista y parte del Partido Socialista, que era la opinión mayoritaria en el gobierno, se oponía a la acción de los Cordones Industriales, consideraba que las fábricas debían ser devueltas a sus dueños, el proceso de expropiación había ido demasiado lejos y había espantado a la Democracia Cristiana, cuyo apoyo buscaba desesperadamente el gobierno. En el mar que significaba la vía pacífica al socialismo, los cordones Industriales habían creado olas demasiado grandes.

Parte del Partido Socialista pensaba que se debía avanzar en la expropiación de la burguesía y no sólo apoyaba, sino que la mayoría de los dirigentes elegidos en los Cordones eran socialistas.

Durante el Paro patronal, fueron tantas las fábricas que pasaron al control de sus trabajadores, que era muy difícil que sus propietarios pudieran retomar el control de ellas de manera “normal”. En noviembre de 1972 el Paro Patronal concluye y en una actitud que los Cordones critican, el gobierno forma un nuevo gabinete donde participan dos dirigentes de la CUT y cuatro generales de fuerzas armadas. aceptando la táctica de control social que estas imponen.

Pronto fue claro el afán de volver a la normalidad del gobierno. La mano militar del gabinete, encabezado por el General Prat pone en pie una táctica represiva sobre los cordones. Tras ello fue frecuente el allanamiento a las fábricas, el desarme, el desalojo, la represión.

Por otro lado, la CUT actuó como interlocutora con los antiguos dueños para coordinar la devolución de las fábricas.

El gobierno de la UP, estaba puesto ante dos caminos antagónicos: apoyar a los trabajadores permitiendo que estos mantuvieran el control de las fábricas o devolverlas a sus dueños para volver a la normalidad.  Sin pensarlo dos veces el gobierno optó por el segundo camino.

Seis días antes del golpe militar de 1973, la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales y el Comando Provincial de Abastecimiento Directo dirigen una carta al gobierno, donde lo recrimina por permitir que el Estado reprimiera al pueblo organizado (a veces con resultado de muerte) y dejara libre a los sediciosos y golpistas. Le reprocha no haber llevado a cabo su propio programa y haber desaprovechado las oportunidades del proceso revolucionario de pasar a la ofensiva y haber llegado al triunfo. Le recrimina su falta de decisión revolucionaria, la falta de confianza en la clase trabajadora que mantuvo funcionando el país a pesar del boicot patronal.

En un emplazamiento final, indican que solo quedan dos vías: o la toma del poder por los trabajadores o la dictadura fascista y que el “reformismo que se busca a través del dialogo con quienes nos han traicionado una y otra vez es el camino más rápido para el fascismo”

Evidentemente, los Cordones y el Gobierno estaban destinados a chocar. Los cordones eran “la” organización de la clase trabajadora que podía conducir el proceso hacia el triunfo. Pero los Cordones, aunque lo fustigaban, reconocían al gobierno de la Unidad Popular como “su” dirección.

Aunque descontentos, desconfiados y con un auténtico espíritu revolucionario quienes dirigían los Cordones también pertenecían a los partidos de la UP o simpatizaban con ella, por lo que nunca la confrontaron y mantuvieron hasta el final su sometimiento al gobierno. 

Ese fue el límite principal del proceso y de la organización obrera. El no haber tomado conciencia a tiempo de la necesidad de que fueran los propios Cordones Industriales quienes dirigieran el proceso hacia la toma del poder político por las y los trabajadores.

La organización política de los trabajadores en forma independiente del gobierno, habría acelerado el proceso de toma de conciencia de que la única forma de llegar al socialismo era si los Cordones Industriales tomaban el poder.

Conclusión

Los Cordones fueron organizaciones de lucha, con democracia obrera que pusieron su producción y sus medios al servicio del proceso revolucionario. Los cordones fueron un embrión de Poder Popular que de desarrollarse podría haber llegado a tener no solo el real control territorial y político de los sectores industriales donde se insertaban, sino que el control y la planificación de la economía y la política a nivel nacional por y para los trabajadores.

Llevados por su dirección fiel a los partidos reformistas de gobierno se contentaba sólo con la “participación” en la planificación de la economía nacional, participación que por supuesto su propio gobierno no estaba dispuesto a darles.

La única forma de haber salido de ese nudo, hubiera sido la existencia de un partido que velara exclusivamente por los intereses de las y los trabajadores y que hubiera ganado a la base y dirigencia de los cordones para esta idea: “Todo el poder para los Cordones Industriales y las Coordinadoras de Aprovisionamiento, es decir todo el poder para el pueblo organizado.

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