Tamara Norambuena, profesora y dirigenta del MIT Pudahuel
Edu Gallardo, trabajador subcontratista de Chuquicamata, dirigente del MIT y del Sindicato Interempresa de la Minería – SIM
Este 10 de febrero, la Comisión de Sistema Político –conformada por convencionales de la derecha, ex Concertación, Frente Amplio, Partido Comunista, feministas y otros/as independientes- rechazó por unanimidad la propuesta de la Convencional del Movimiento Internacional de los Trabajadores, María Rivera.
La propuesta plantea la disolución de los actuales poderes Legislativo, Judicial y el Poder Ejecutivo y en su reemplazo, nace la «Asamblea Plurinacional de las y los Trabajadores y los Pueblos”, que entre otros articulados formulaba la elección de sus integrantes desde asambleas de base (por rama de sectores productivos y servicios, comunales, pueblos originarios y suboficialidad de las Fuerzas Armadas) con revocabilidad de cargos y con un salario que no superara la de un obrero calificado; además de garantizar el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos que no quieran ser parte del Estado de Chileno.
Del rechazo y perturbación que causó esta iniciativa -desde los convencionales de derecha hasta los frente amplistas- hubo una opinión que tuvo importante repercusión mediática, la de Jaime Bassa, quien además se había desempeñado como vice-presidente de la Convención Constitucional junto a la presidencia de Elisa Loncón. Bassa apareció en los medios sentenciando nuestra iniciativa, señalando el siguiente artilugio (denominación precisa porque todo artilugio conlleva un engaño): “está absolutamente fuera de los márgenes culturales de nuestro país”.
Más allá de que el abogado Bassa afirmara alguna vez en su Tesis de magíster con la vieja argucia -herencia de la revolución francesa y de la cual no nos ocuparemos por ahora- que en “los principios básicos del constitucionalismo democrático, el poder soberano radica en el pueblo; en consecuencia, el poder constituyente es el pueblo”, frente a la mínima posibilidad de que sea el propio pueblo quien dirija el país, a través de una Asamblea plurinacional de las y los trabajadores y los pueblos, Bassa establece una sentencia que es falsa, pues los trabajadores chilenos contamos con una larga tradición de lucha que ha rebasado todos los marcos políticos, culturales e incluso económicos con organización, lucha por el poder y el socialismo.
Nuestra intención aquí no es debatir con Bassa y lo incorrecto de su afirmación, si no, discutir con todos los trabajadores y luchadores aquellas experiencias históricas que nos han hecho ignorar desde la escuela, hasta los políticos que las falsean, para convencernos que la única forma de poder y gobierno, es aquella que es impuesta desde los intereses que protegen las ganancias de los grupos económicos nacionales y extranjeros.
¿Qué ejemplos de aquella tradición desmienten a los dichos de Bassa?
Podríamos comenzar incluso en 1851, en pleno periodo en que gobernaban los conservadores y la clase trabajadora chilena era incipiente y hacía sus primeros asomos en la minería. Bajo la influencia de los Liberales y los socialistas románticos partidarios de la Sociedad de la Igualdad, las masas populares participan de un hecho histórico que duró tres meses, conocido como La Comuna de La Serena.
Allí participaron activamente artesanos, mineros, estudiantes y se inicia con una insurrección militar bajo el mando de intendente revolucionario José Miguel Carrera Fontecilla, asesorada por un “Consejo del Pueblo” y otras organizaciones como un Comité Militar Revolucionario y una junta encargada del orden policial. La primera medida de gobierno fue la apropiación del FIREFLY, un barco de propiedad del fundidor Carlos Lambert. Como las tropas regulares no fueron suficientes, se llamó a la formación de batallones de voluntarios con jornaleros y trabajadores de las fundiciones de Lambert y de Guayacán, más adelante se crearon milicias compuestas por mineros de la región, hasta se acuñaron monedas. Este episodio se extendió más al norte; en Freirina y Huasco se plegó el pueblo. En Chañarcillo por momentos los obreros lograron tomar el mineral, pero todo este intento de autogobierno fue reprimido y finalmente ahogado con el ejército de Prieto y la intervención del gobierno inglés, que llegó a exigir indemnización por el Firefly y con su escuadra, bloqueó el puerto de Coquimbo.
Pero el señor Bassa se equivoca más aún, porque durante el siglo XX, con una clase obrera más numerosa y fortalecida, surgen distintos tipos de organización que durante décadas van a conformar la llamada cuestión social, a pesar de las continuas matanzas de 1903, 1905, o La escuela Santa María en 1907. Los trabajadores en Chile comienzan con el mutualismo – que llegaron a administrar sus propios fondos de previsión y desarrollo, como menciona el historiador Gabriel Salazar- las Mancomunales, las Sociedades de Resistencia, las Ligas de Arrendatarios y avanzan con la historia haciendo distintas experiencias de unidad, creando charlas o veladas educativas, su propia prensa, hasta una República Socialista donde la efervescencia y lucha de los trabajadores obliga, tal como menciona el Historiador Jorge Barria a los diarios ‘El Mercurio y La Unión de Valparaíso a anunciar la “socialización de las empresas” , creando comités obreros para su administración.’
Si escarbamos más a fondo, el mismo Luis Emilio Recabarren –figura central para la clase trabajadora- elaboró ¡dos proyectos constitucionales!
La propia Federación Obrera de Chile, FOCH, dirigida por Recabarren, y dirigentes obreros y empleados de ambos sexos, entre los cuales se encontraba, Teresa Flores, en su Declaración de principios aprobada en la convención de Concepción en 1919, declara en lo sustancial:
“[…] Fomentar el progreso de la instrucción y cultura de la clase trabajadora por medio de conferencias, escuelas, bibliotecas, prensa y toda actividad cultural, y conquistar la libertad efectiva, económica y moral, política y social de la clase trabajadora, aboliendo el régimen capitalista, con su inaceptable sistema de organización industrial y comercial, que reduce a la esclavitud a la mayoría de la población…Abolido el sistema capitalista, será reemplazado por la Federación obrera, que se hará cargo de la administración de la producción industrial y de sus consecuencias”
En febrero de 1953, sucede uno de los hechos cualitativos para la clase trabajadora: El Congreso Constituyente de la Central Única de Trabajadores. Este reunió a toda la clase obrera organizada, los empleados del Estado y Municipales, algunos empleados particulares y campesinos. Este Congreso Constituyente se declara: Clasista, Anticapitalista, por la construcción de una sociedad sin clases. Sobrepasando toda institucionalidad existente, en su declaración de principios, lo deja explícito:
“La Central Única de Trabajadores realizará una acción reivindicacionista encuadrada dentro de los principios y métodos de la lucha de clases, conservando su plena independencia de todos los Gobiernos y sectarismos político partidistas. Sin embargo, la Central Única de Trabajadores no es una central apolítica: por el contrario, representando la conjunción de todos los sectores de la masa trabajadora, su acción emancipadora la desarrollará por sobre los partidos políticos, a fin de mantener su cohesión orgánica.
[…] Que la Central Única de Trabajadores considera que lucha sindical es parte integrante del movimiento general de clases del proletariado y de las masas explotadas, y en esta virtud no puede ni debe permanecer neutral en la lucha social y debe asumir el rol de dirección que le corresponde. En consecuencia declara que los sindicatos son organismos de defensa de los intereses y fines de los trabajadores dentro del sistema capitalista. Pero, al mismo tiempo, son organismos de lucha clasista que se señalan como meta para la emancipación económica de los mismos, o sea, la transformación socialista de la sociedad, la abolición de clases y la organización de la vida humana mediante la supresión del Estado opresor.”
Y como si Bassa, ignorara todo aquel proceso de décadas de organización y lucha, nos referiremos a un ejemplo más reciente, que desemboca en los años del gobierno de la Unidad Popular, cuando frente al boicot y las amarras que le imponía el propio gobierno al que consideraban como propio, los trabajadores sobrepasan toda institucionalidad y surgen así los Cordones Industriales, que aunque embrionarios, organizaban a los trabajadores de las empresas por su distribución territorial. Llegaron a plantearse un programa y la lucha por el poder. Entre ellos estaba el Cordón Recoleta, Cerrillos y Vicuña Mackenna. Tomemos el ejemplo de la ENADI, una de las empresas contempladas en el Área de Producción Social (APS) para su estatización y que luego formó parte del Cordón Cerrillos- Maipú, en el cual se encontraban empresas emblemáticas como Perlak. Apoyaron tomas de pobladores y también de campesinos. (Para profundizar, sugerimos leer el artículo La Actualidad de los Cordones Industriales, de La Voz de los Trabajadores).
El gobierno de la Unidad Popular, unificó 4 empresas del Gas, entre ellas Gasco y Abastible, como parte de las APS; sin embargo, frente al desabastecimiento de repuestos provocado por los empresarios, el boicot de los camioneros y la política intervencionista de EEUU; los trabajadores formaron un Comité de producción y un Comité de distribución, a través de los cuales aumentaron la producción e incluso rebajaron los costos de la empresa en un 35%. Como resultaba cada vez más engorroso obtener los repuestos para los cilindros, que provenían desde Argentina, creaban sus propios repuestos, incluso se plantearon posibilidad como paso futuro apuntar a la fabricación propia de los cilindros. A través de delegados, participaban activamente del Cordón Cerrillos Maipú, pero su preocupación llegó a plantearse “Las fórmulas de doble poder” que como sostiene la Historiadora Sandra castillo en su libro Cordones Industriales, citando a Rodrigo Baño “en el fondo refuerzan en la comunidad la idea de un poder propio y ese poder propio se ejerce contra lo que es ajeno: el orden impuesto”.
Pero además de sobrepasar todo orden existente y la lucha por el poder, los trabajadores peleaban por un proyecto de sociedad que terminara con los flagelos de la sociedad capitalista, ellos lucharon por una sociedad Socialista.
Entonces reafirmamos la falacia contenida en la frase de Bassa que nuestra Iniciativa está “absolutamente fuera de los márgenes culturales de nuestro país”. Porque el Proceso Revolucionario iniciado el 18 de octubre, se lo demuestra en la cara; sin la imposición de partido alguno y surgidas en el seno del movimiento que de manera amplificada y durante largos meses, se mantuvo en las calles peleando o, surgieron nuevas formas organizativas como las asambleas Territoriales, los Brigadas de salud en dignidad, la Primera Línea, luego las Ollas Comunes etc…Todas aquellas formas organizacionales de las cuales algunos Convencionales se han jactado de provenir del mundo de ellas, pero que les tiembla el mentón frente a una propuesta para una nueva forma de gobierno, donde sean las y os obreros y trabajadores intelectuales quienes dirijan su propio destino.
Porque a los trabajadores no nos empujan las formas culturales, nos empuja la necesidad y el cansancio frente a tanto abuso. Este sistema institucional, este régimen democrático burgués, no ha hecho más que con sus tres poderes del Estado (Legislativo, Ejecutivo y Judicial) con todo su ordenamiento jurídico, político y militar, que garantizar las ganancias, los negocios y la impunidad de toda corrupción por parte de los grupos económicos que gobiernan detrás de sus títeres. Porque una sociedad organizada violentamente por la opresión de una clase sobre otra, no ha sido más que la dictadura de los ricos, con sus tres poderes del estado y encabezando grandes masacres cuando se ve amenazada. ¿A quién y en beneficio de quién falsifica la historia el señor Bassa?