Por David Espinosa

La humanidad está enferma. Vivimos un mundo de increíbles progresos materiales pero absurdo en su aspecto humano y ecológico. La pandemia actual deja en evidencia nuestra fragilidad como especie y también la brutal desigualdad social que nos impide salvar millones de vidas. Existe riqueza suficiente para mantener a las personas de riesgo en sus casas, pero eso no se hace porque “la economía” tiene que seguir funcionando. Los ricos tienen que seguir enriqueciéndose.

Ya vimos que en nuestro país una sola familia (los Luksic) casi dobló su riqueza durante la pandemia y poseen más dinero que todo lo que se gasta en la salud de 80% de la población. En el mundo, los 8 más ricos poseen más riqueza que 50% más pobre, o sea, 3,5 mil millones de personas.

 ¿Hacia dónde vamos? Si el mundo sigue siendo gobernado y dirigido por los actuales gobernantes y por los capitalistas más poderosos, ¿qué podemos esperar? Estamos muy cerca de un desastre ecológico que puede poner a nuestra propia especie en riesgo. Y ya destruimos gran parte de las demás especies del planeta.

La mayoría de nuestros abuelos y abuelas no tienen una vida digna. Reciben pensiones miserables y muchos están abandonados en los asilos, como bien muestra la recién estrenada película El agente Topo. Los jóvenes no tienen acceso al futuro. Si tenemos empleo, no tenemos tiempo, si tenemos tiempo, no tenemos dinero, sin dinero, no podemos hacer nada. Muchos no tienen ni tiempo ni dinero. ¿Estamos condenados a vivir así para siempre? ¿Estamos condenados a no poder disfrutar la vida con nuestras familias, de no poder viajar, de no poder dedicarnos al arte, a las ciencias, al deporte? Todo eso porque tenemos que trabajar y trabajar para enriquecer a unos pocos para que ellos vivan con todos los lujos mientras nosotros vivimos sin dignidad?

Nosotros no aceptamos y no aceptaremos eso. Queremos poder soñar y construir un mundo distinto y esto es lo que queremos discutir en este texto.

Las revoluciones son imposibles hasta que son inevitables

Un día antes del estallido social estábamos realizando una actividad del MIT en Santiago. El tema era “América Latina en llamas”, dónde discutíamos las movilizaciones en Ecuador, en Haití, Chile y otros países. En esa actividad nosotros planteamos la necesidad de una revolución para cambiar todo el sistema capitalista. Un señor que estaba presente entonces pidió la palabra y dijo que eso era casi imposible, que los chilenos estaban dormidos, que a la gente ya no le interesaba nada.

Al otro día, el país explotó. Nosotros sabíamos que eso iba a pasar en algún momento, ya que la situación de miseria y explotación de nuestro pueblo era (y sigue siendo) insoportable. Uno de los grandes dirigentes de la revolución rusa, León Trotsky, decía: “las revoluciones son imposibles hasta que se vuelven inevitables”. Es el propio capitalismo el que crea las revoluciones, porque oprime a las masas trabajadoras y jóvenes hasta que la situación se hace insoportable.

En nuestra opinión lo que se inició el 18 de octubre fue una revolución o un proceso revolucionario. Y en el mundo hay varias movilizaciones de masas, rebeliones o revoluciones aconteciendo – solo en los últimos meses explotaron Senegal, España y Paraguay. Seguramente vamos a ver muchos procesos revolucionarios en los próximos años. La discusión es: ¿cómo hacemos para que sean victoriosos? ¿Hacia dónde tenemos que apuntar? ¿Qué hace falta para que triunfen?

El socialismo es la única posibilidad

El siglo XX fue colmado de revoluciones contra el capitalismo. La más importante de ellas fue la Revolución Rusa, que cambió toda la historia de la humanidad. Después vinieron las revoluciones china, cubana, y muchas otras en el Este Europeo. En esos países surgieron sociedades distintas, con Estados obreros. La burguesía desapareció, todas las grandes propiedades quedaron bajo el control del Estado, el que pasó a ser un Estado obrero. Sin embargo, esas experiencias retrocedieron y el capitalismo fue restaurado en todos esos países bajo la dirección de los Partidos Comunistas. La restauración se dio por varios factores, pero principalmente por la política de los PCs (en particular de Stalin, que dirigía el PC soviético) de hacer pactos con los gobiernos capitalistas y no impulsar la revolución y la expropiación de la burguesía en nivel mundial, lo que terminó ahogando a las revoluciones socialistas. Esa política de los PCs fue clara en Chile, donde el PC chileno intentó hasta el final hacer pacto con sectores “progresistas” de la burguesía (principalmente la DC) y no romper con la institucionalidad, lo que permitió el golpe de 73.

En nuestra opinión lo que fracasó en el siglo XX no fue el socialismo, fue el estalinismo, o sea, la política de los PCs de hacer alianza con las burguesías y mantener las revoluciones socialistas aisladas en unos pocos países. Todo eso para proteger a los intereses de esa burocracia que estaba en el poder en esos países.

Esa degeneración de las revoluciones no era inevitable. Ya en los años 1920 y 30 Trotsky hizo un combate contra el rumbo que estaba tomando la revolución en Rusia. Por eso fue expulsado y posteriormente asesinado a manos de un militante estalinista. Trotsky veía que el capitalismo inevitablemente sería restaurado si no había un cambio de rumbo en la dirección soviética. Y eso terminó sucediendo en todos los países donde hubo revoluciones socialistas.

Ya en el siglo XXI las experiencias dichas “socialistas” (Chávez en Venezuela, Correa en Ecuador, Evo Morales en Bolivia) no llegaron ni cerca de las revoluciones del siglo XX. En esos países el capitalismo siguió existiendo y la burguesía nunca fue totalmente expropiada. No podemos llamar esas experiencias de experiencias socialistas, como la soviética o la china.

Hoy más que nunca es fundamental que estudiemos las experiencias de las revoluciones pasadas para pensar nuestro futuro. No podemos contentarnos con vivir bajo este sistema que nos lleva a la barbarie.

Para nosotros la única alternativa al capitalismo es el socialismo. El socialismo significa acabar con la propiedad privada de los medios de producción y distribución, que los trabajadores tomen el poder y la economía en sus manos y los pongan al servicio de la mayoría de la población. Eso solo se va a dar con un proceso ininterrumpido de movilización y organización de los trabajadores y la juventud, no a través de elecciones o de la política parlamentaria.

¿Qué es el MIT?

Somos una organización política, un partido político. Sí, somos un partido político, pero no tenemos nada que ver con los partidos que están en el Parlamento. Nuestro objetivo principal no es disputar cargos en las elecciones. No queremos ganar elecciones prometiendo cambios que nunca se cumplirán a través de este sistema político y social.

En todas las experiencias de revoluciones que triunfaron contra el capitalismo existió un partido u organización política revolucionaria que apuntaba el camino a los trabajadores, con su programa y organización. Nosotros creemos que la clase trabajadora no va a derrotar a los capitalistas si no tiene una herramienta política, un partido político suyo, con un programa revolucionario. El capitalismo puede llevar la humanidad a la barbarie o reinventarse, pero no se destruye solo. Necesita un proyecto consciente para derrotarlo.

El MIT hoy es una pequeña organización que tiene ese objetivo, construir un fuerte partido de la clase trabajadora, de la juventud pobre, de las pobladores y pobladores que permita dirigir toda la energía revolucionaria del pueblo para destruir el capitalismo y llegar al socialismo. En Chile, estamos presentes en varias ciudades, como Arica, Valparaíso, Santiago, Punta Arenas. Actuamos en los territorios, sindicatos, colectivos de mujeres, colegios y universidades. Somos una organización de trabajadores, trabajadoras, jóvenes y pobladores. Lo único que ganamos con nuestra militancia es saber que estamos sumando un grano de arena a un proyecto para liberar a la humanidad de la explotación y de la opresión.

En nivel Internacional, el MIT es parte de la Liga Internacional de Trabajadores, con grupos o partidos políticos en más de 20 países de América, Europa, Asia y recientemente África (para conocer más visita www.litci.org). Sabemos que las revoluciones empiezan nacionalmente pero casi inevitablemente avanzan más allá de sus fronteras. Para que seamos victoriosos, necesitamos construir partidos nacionales y una Internacional con peso en la clase trabajadora y los sectores oprimidos. Este es el proyecto que estamos construyendo.

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