En medio de la campaña para asegurar un cupo en la Convención Constitucional los distintos partidos políticos aparecen en las ferias, poblaciones, foros y debates anunciando grandes promesas de cambio dentro del país. Partidos como el Frente Amplio o el Partido Comunista llaman a construir un Estado de Bienestar Social, que “derrumbe” las instituciones neoliberales y que pueda fundar un nuevo tipo de democracia. Además de difundir promesas sobre recuperar la salud digna para las personas, mejores pensiones, vivienda y trabajo digno. Pero, las promesas quedan en el aire cuando no se tiene una propuesta concreta y real para financiarlas y allí es donde queremos sanamente debatir con su propuesta.

¿Chile puede convertirse en Suecia? La imposibilidad del Estado de Bienestar

Una de las propuestas que más escuchamos de los partidos tradicionales de izquierda es la necesidad de convertir a Chile en un Estado de Bienestar Social que asegure las necesidades básicas que de la población. El ejemplo que dan usualmente es Suecia o los países nórdicos, como lo hace Daniel Stingo y otros.

Sin embargo, los cambios reales no se realizan solo con el deseo; el financiamiento a la salud, a la educación o a la vivienda tiene que salir de un lugar concreto y allí se encuentra uno de los principales problemas de la propuesta del Estado de Bienestar: y es que buscan asegurar los derechos de la población sin tocar las ganancias de los grandes grupos económicos y las 10 familias más ricas. Suecia, Suiza, Finlandia y todos los demás países nórdicos son capaces de financiar todos los derechos porque sus empresas y sus bancos extraen las riquezas de todos los países tercermundistas o subdesarrollados. La minera sueca Glencore, por ejemplo, es una de las que extraen nuestro cobre y se quedan con suculentas riquezas de nuestro recurso.  

¿Es posible un Estado de Bienestar Social sin romper con el imperialismo?

A diferencia de los países nórdicos, Chile tiene la característica económica de que es un país primario-exportador, eso significa que extraemos nuestros recursos naturales y los vendemos con un mínimo de valor agregado, beneficiando directamente a las grandes potencias. Y esto es así porque existe un ordenamiento económico internacional que somete a los países del tercer mundo a una posición económica de subordinación a las grandes potencias: ya sea a través de la deuda externa, de los TLC’s y/o de las ocupaciones militares-económicas.

Y para poder construir un Estado de Bienestar Social es una necesidad dar vuelta esas imposiciones, pero el gran empresariado nacional no quiere hacerlo porque saca jugosas ganancias en esta posición de subordinación en la que se encuentra el país. Entonces, ¿acaso creemos que será posible que el empresariado ceda con sus privilegios? Nosotros creemos que no, y que por ello es que decimos que la única forma de avanzar en un Estado que realmente pueda aplicar políticas económicas en beneficio del pueblo es si la clase trabajadora se toma el poder y rompe con el capitalismo.

La necesidad de romper con el capitalismo y recuperar lo saqueado

Entonces, quedamos en una gran incógnita ¿Acaso los empresarios apoyaran un Estado de Bienestar Social? Y si no apoyan ¿De que manera se podrán financiar las medidas necesarias si la riqueza sigue en unas pocas manos?

El PC por ejemplo defiende un impuesto a las grandes fortunas del 2.5%, pero esto no es suficiente y abre un problema adicional, que es que los multimillonarios puedan sacar su plata del país y asegurarla para ellos mismos. Por eso, se debe avanzar a expropiar y romper con los capitalistas para que no se vayan con la plata que debiera ser del pueblo. Mientras las principales empresas, faenas o mineras del país se encuentren bajo la administración de un puñado de empresarios, nunca podremos avanzar en cambiar el modelo económico del país y asegurar las demandas de la población

Se necesita una propuesta concreta

Desde La Voz de los Trabajadores y el Movimiento Internacional de Trabajadores, creemos que es una necesidad avanzar en un agresivo plan económico y social que rompa con el dominio de los multimillonarios en la economía del país. En ese sentido, la apuesta del PC sobre la “ruptura democrática”, de cambiar el sistema desde adentro, queda impotente si no apunta a la administración de la producción por parte del pueblo; y si no avanza en la autoorganización de las y los trabajadores para que seamos nosotros quienes administremos las riquezas del país.

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