Motivos sobran para salir a las calles este 25 de noviembre para manifestarse en contra de la violencia hacia la mujer. La violencia machista sigue avanzando, según los propios datos del SERNAMEG, en Chile a la fecha se registran 35 femicidios consumados y 141 frustrados; siendo la Región Metropolitana y de Valparaíso las que concentran mayor cantidad de este tipo de delito. Pero la violencia machista -entendida como las diversas formas de violencia que ejerce la pareja y el entorno a una mujer sólo por hecho de serlo- representa sólo una parte de las distintas violencias que nosotras vivimos a diario, pues a ello se suman la violencia estructural o económica, la violencia del Estado y de sus fuerzas de represión.

Chile, no es ajeno al contexto internacional. En el marco de una crisis económica mundial las condiciones materiales de vida de la clase trabajadora se recrudecen y con ello, aumenta no sólo la pobreza y la precarización de la vida sino también las taras de descomposición de una sociedad capitalista basada en la opresión y la explotación.

La ola inflacionaria de un 11% que experimenta nuestro país, se traduce en el alza del costo de los alimentos, transporte, arriendos en vivienda, etc. También debemos sumar el aumento del empleo informal post pandemia (27,1% del total de las personas ocupadas), el subcontrato, los altos niveles de explotación (en una jornada laboral de 8 horas, sólo 3 horas de trabajo están destinadas al salario y 5 restantes a las ganancias del capital), la doble jornada laboral, donde las mujeres dedican 41 horas semanales para la realización de labores domésticas. Todo ello refleja la otra cara de la violencia, aquella estructural que afecta directamente a las mujeres de la clase trabajadora cifra relevante, ya que, de los hogares monoparentales en nuestro país, el 84,9% tiene a una mujer a la cabeza. Como si no fuera esto suficiente, también cargamos con pensiones miserables, de hecho, 1 de cada 4 personas recibe una pensión inferior a la línea de pobreza y en el caso de las mujeres que jubilaron entre el 2007 y 2021 con pensiones autofinanciadas de vejez; reciben $30. 685 pesos, es decir; ni siquiera alcanza para cubrir un kilo de pan diario con un precio promedio de $1.600. ¿Quién puede vivir con ese monto de pensiones?


Según un informe del Banco Mundial, 2.400 millones de mujeres en el mundo no tienen los mismos derechos económicos que los hombres; estas cifras dan cuenta de la brecha que tenemos para nuestra participación en la economía. Esto también se refleja en nuestro país, donde según las estadísticas oficiales del INE la participación de las mujeres en el mercado laboral va en desmedro de las mujeres, se repite dicha brecha si eres de un pueblo originario.
Todas estas estadísticas demuestran los niveles de pobreza en el que vivimos las mujeres de la clase trabajadora y si de males se trata, muchas de nosotras somos empujadas también a la esclavitud o trata de personas.


Una de las violencias invisibles está relacionada con el aumento de la prostitución a vista y paciencia pública. En su mayoría mujeres migrantes – muchas que ingresaron de forma clandestina al país- y negras, empujadas por las condiciones materiales de vida, son explotadas en el comercio sexual siendo víctimas de la esclavitud, de las redes de prostitución que conforman verdaderas mafias y también de todo tipo de violencias – tanto desde los proxenetas como a quienes pagan por lo que consideran un “servicio” – o enfermedades de transmisión sexual, porque bajo el actual código sanitario en su segundo párrafo, indica se indica la prohibición de prostíbulos, pero se legitima la posibilidad de la existencia del comercio sexual.


Frente a todos estos hechos de la realidad el sistema capitalista se devela una vez más incapaz de resolver nuestras necesidades, peor aún, en tiempos de crisis, los capitalistas sacrifican a la clase trabajadora de conjunto y más agudamente a su sector más oprimido: las mujeres.

El gobierno de Boric es incapaz de resolver las diversas violencias hacia la mujer

Una de las líneas programáticas del gobierno del Frente Amplio y el Partido comunista, encabezado por Boric; tenía un eje denominado feminista, sin embargo, las políticas de género por un lado han demostrado ser insuficientes para detener la violencia machista y por otro las políticas económicas del gobierno evidencian en beneficio de quién se gobierna, es decir, para los grandes grupos económicos y para las transnacionales.

La llegada de la ex Concertación y la victoria del Rechazo aceleraron las negociaciones para la firma del TPP 11 con el cual las economías pequeñas como la nuestra, quedan relegadas a la exportación de materias primas y a expensa de los países imperialistas. Pero ello tiene un alcance mucho más amplio y que también afectan a las mujeres trabajadoras, porque será muy difícil mantener la prohibición de la entrada de alimentos transgénicos para el consumo afectando la soberanía alimentaria, las farmacéuticas mantendrán su monopolio en la producción de medicamentos y sobre los precios de estos, así como los derechos laborales y el poder de negociación de la clase trabajadora, estarán restringidos a la legislación internacional, donde una empresa ante la exigencia de derechos para los trabajadores o una huelga; podrá demandar al país y exigir compensación cuando vea amenazadas sus ganancias.
Pero el gobierno feminista, promotor del principio de paridad, ha puesto mujeres en la dirección de los ministerios incluso para reprimir a mujeres y niños como es el caso del pueblo mapuche o expulsar de los Liceos emblemáticos a las secundarias que se han movilizado frente a la violencia machista y en la exigencia de una educación no sexista. Pero si de intereses se trata, la reforma de las AFP anunciada por este gobierno, si bien no acaba con la capitalización individual y sólo mete como competidor al estado, en otras palabras, un sistema mixto de acumulación de capital que cambia el nombre de Aseguradores por el de Gestores de inversión Privada que serán los mismos de las siete AFP, cuyos dueños 4 son de transnacionales y una es controlada en partes iguales con un actor local. Aunque para efecto de pensiones, se reconoce el trabajo en labores de cuidados y que aumentaría las pensiones en el caso de lagunas previsionales, esas medidas son insuficientes. Esto implica en los hechos el aplazamiento de la jubilación y que nuestras ancianas sigan trabajando, porque para obtener todo beneficio de parte del estado tendremos que esperar en la incertidumbre 5 años más, hasta cumplir los 65 años para optar a la Pensión Garantizada Universal (PGU), que con las alzas ya está el monto desfasado y no superaría la línea de la pobreza.

Por otro lado, el pasado 16 de octubre, una mujer trabajadora del Terminal Portuario Valparaíso murió atropellada por una grúa horquilla a la salida de su turno, simplemente porque en uno de los sectores estratégicos de nuestra economía, los empresarios asumen la seguridad como un gasto. ¿Hasta dónde debemos aguantar las mujeres para seguir trabajando en tales condiciones?
Pero el caso de la trabajadora portuaria, Carolina Monardez, se repite en las últimas semanas con trabajadores de la minería y la construcción, siendo un botón de muestra de las condiciones de miles de trabajadores a lo largo del país.
Al parecer, nada ha cambiado desde el 18 de octubre y bajo cualquier gobierno de esta mal llamada democracia nuestros derechos sólo podrán ser cumplidos parcial o transitoriamente, incluso revertidos por una casta política que defiende aterrada los intereses del gran empresariado, el orden institucional, la propiedad privada – la de ellos, por cierto- y un sistema que mantiene intactos sus privilegios. Así es como aquellos, sea el Parlamento o sus partidos, que, en nombre de la supuesta paridad, equidad e igualdad de género, hoy desconocen gran parte de las demandas planteadas por miles de mujeres en las calles para llevar adelante sólo lo que está en el marco de lo posible, que se enmarca en el programa de ONU Mujeres y que nos dejará como merecedores de los países pertenecientes a la OCDE.

Desde el MIT, creemos que la única posibilidad para acabar con todo tipo de violencias hacia las mujeres es acabando con el sistema capitalista y si bien compartimos gran parte de las demandas del movimiento de mujeres, sostenemos a diferencia de las corrientes feministas, que estos cambios tienen un carácter de clase, pues no todas las mujeres tenemos los mismos intereses. Por ello sostenemos que la lucha estratégica para nosotras va de la mano con la lucha de nuestros compañeros de clase, que no basta con reformas a un sistema neoliberal, con políticas públicas y que en nada cuestionan un sistema que nos oprime, nos explota y nos condena a vivir en zonas de sacrificio medioambiental. Para nosotros, sólo un gobierno de los trabajadores, podrá llevar adelante la igualdad de las mujeres ante la ley y ante la vida.
Las mujeres de la clase trabajadora debemos declarar una guerra sin cuartel para llevar a fondo la lucha por los derechos sexuales y reproductivos. Por casas de acogida para las mujeres que viven la violencia machista. Más escuelas, más salas cunas y comedores populares. Por una educación sexual integral para educar sin misoginia o Lgtbfobias a nuestros jóvenes. Por una Red Nacional de cuidados y labores domésticas que liberen a las mujeres de la esclavitud del hogar. Para financiar todo ello, debemos recuperar todo lo que los grandes empresarios nos han saqueado, principalmente el cobre, principal riqueza producida por la clase trabajadora chilena. Es necesario expropiar las grandes empresas estratégicas que están bajo control de las 10 familias más ricas de Chile y algunas transnacionales y poner todo eso al servicio de la clase trabajadora, las mujeres y sectores oprimidos. Sólo así será posible solucionar las demandas populares (vivienda, sueldos, pensiones, etc.) y frenar la destrucción medioambiental que afecta a miles de familias y comunidades.

Por nuestros derechos sindicales y el fin del acoso laboral. Por un sistema social de pensiones que asegure jubilaciones para vivir dignamente.
Que la rebelión de las mujeres iraníes, la resistencia de las mujeres ucranianas y sudanesas, nos de un nuevo impulso para seguir luchando por una sociedad donde cada uno de nosotros se sienta pleno!


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