por Otávio Calegari
(Este artículo fue originalmente publicado en la edición 32 de La Voz de los Trabajadores, versión impresa)
Si prendemos la televisión a cualquier momento del día, veremos noticias de robos, asesinatos y narcotráfico. Políticos de derecha e izquierda hablan de endurecer la mano contra “los delincuentes”. Algunos llegan incluso a pedir la presencia de militares en las calles de sus comunas, como es el caso de Tomás Vodanovic, alcalde de Maipú, del Frente Amplio. La alcaldesa del Partido Comunista Irací Hassler, en el mismo sentido, muestra cotidianamente por sus redes sociales sus acciones para desalojar tomas de casas y perseguir al comercio ambulante.
Una gran campaña viene siendo realizada por los grandes medios de comunicación y por esos políticos. Plantean que el principal problema del país es la delincuencia y el narco. Pero no se quedan ahí. Tratan de relacionar la delincuencia con la lucha social: tomas de terrenos urbanos, tomas de tierras mapuche, lucha de los estudiantes, etc. Así, quieren hacernos creer que el enemigo es el poblador sin casa, el mapuche sin tierra, el joven que toma su colegio o los inmigrantes que no tienen trabajo ni derechos.
No, los trabajadores no podemos creer en esa propaganda. Ella tiene un objetivo: desviar el foco del origen de todos los problemas que afectan a nuestro país. La crisis de seguridad es solamente un síntoma más de un país en descomposición, donde los problemas estallan por todos lados: en salud, educación, seguridad, accidentes laborales, en abusos cotidianos por parte de los patrones. Y todos los problemas tienen un origen común: el saqueo que realizan las familias más ricas de Chile y algunas empresas transnacionales a toda la riqueza producida por la clase trabajadora, lo que impide que haya inversiones en todos los sectores sociales.
Esto es lo queremos discutir más detalladamente.
Un país en beneficio de una ínfima minoría
Las 6 personas más ricas de Chile y sus familias poseen una riqueza de U$35,6 mil millones.1 Si repartiéramos esa riqueza podríamos pagar un sueldo de 700.000 pesos a más 4 millones de chilenos durante más de un año o construir 684 mil casas de 50 millones de pesos. O sea, solo con la riqueza de esas 6 personas acabaríamos con el déficit habitacional del país. Esas familias son: Luksic, Paulmann, Piñera, Ponce Lerou y Angelini (los hermanos Roberto y Patricia). A estas familias le siguen otras, con patrimonios calculados en millones de dólares: Yarur, Matte, Saieh, Solari, Said.
Estas 10 familias son las más poderosas de Chile y son propietarias de grandes conglomerados económicos, que tienen negocios en todas las ramas de la economía. A esas familias hay que sumar algunas decenas de otros clanes, como los Edwards, Vial, Larraín, Errázuriz, Hurtado Vicuña, Claro, grupo Penta, etc. En total, en Chile, existen aproximadamente 9 mil personas con una renta mensual superior a 200 millones de pesos,2 mientras más de la mitad de la clase trabajadora chilena gana menos de 500 mil pesos líquidos.3 Esa enorme desigualdad social es consecuencia de un problema más profundo, que discutiremos al final de esta nota.
Un país semicolonial y exportador de productos primarios
Además de ese pequeño grupo de burgueses chilenos, algunos capitalistas internacionales también ganan mucho dinero en Chile. Son los accionistas de grandes empresas y bancos: la minería (BHP Billiton: anglo-australiana, AngloAmerican: anglo-estadounidense, Glencore de Suiza); las AFPs (Provida de EEUU, Capital de Colombia); la banca (Santander de España, Scotiabank de Canadá, BBVA del País Vasco, Itaú de Brasil), energía (Enel de Italia, CGE y Chilquinta de China), litio (Tianqi de China, Albermale de EEUU); el retail (Wallmart de EEUU), etc.
En los últimos años, el capital chino ha entrado fuertemente al país. Sin embargo, la mayor parte de las inversiones extranjeras son, por lejos, de potencias capitalistas occidentales, como Canadá, Estados Unidos, Reino Unido y España.4 Esos grandes conglomerados extranjeros tienen disputas con la burguesía chilena, pero en general lo que prima es la asociación entre ellos. Los Tratados de Libre Comercio (TLC’s) son los que garantizan los términos de esa asociación. La economía chilena está estructurada para beneficiar a ese gran pacto entre burgueses internacionales y nacionales.
En el mercado mundial, el lugar que ocupa Chile es, en primer lugar, como gran exportador de cobre (en promedio 50% de sus exportaciones); en segundo, de productos de bajo valor agregado, como frutas, pescados, celulosa, etc. Hace algunos años el litio se sumó a esa lista. Chile también exporta algunos productos industriales muy específicos para las industrias de Brasil y Argentina. El cobre sigue siendo el producto más importante de Chile para el mundo. Sin embargo, Chile exporta cada vez más concentrado de cobre (cobre antes de su fundición y refinación). Esto tiene dos graves consecuencias. La primera es que en el concentrado se van muchos otros productos de alto valor (oro, platino, paladio, tierras raras, etc.) y por cuya extracción las empresas mineras no pagan. Estos productos se quedan en las empresas que refinan el cobre (principalmente chinas). La segunda consecuencia es que Chile se desindustrializa cada vez más, pasando a depender aún más de productos importados y cerrando empresas que generan empleos especializados (como las fundiciones y refinerías). Proceso similar pasa con el litio, que hoy es exportado en forma de carbonato, hidróxido y sulfato, o sea, la primera etapa de la cadena de valor. La transformación del litio en baterías es realizada principalmente en China.5
Como Chile es centralmente un gran productor de materias primas, debe importar una cantidad impresionante de productos industrializados. Somos grandes importadores de combustibles, maquinaria para la industria, tecnología, productos de alto valor agregado (televisores, automóviles, aviones, teléfonos, equipos militares, etc.). Esa estructura económica tiene graves consecuencias para la población trabajadora:
1 – La mayor parte de la riqueza producida por los trabajadores queda en manos de grandes monopolios extranjeros y chilenos;
2 – La falta de industrias nacionales y de desarrollo tecnológico y científico propio genera empleos de baja calificación y un mercado laboral muy precario. Esto se complementa con el Código Laboral vigente, implementado en dictadura, pero actualizado en democracia, que no garantiza los mínimos derechos laborales a los trabajadores y debilita a los sindicatos;
3 – La necesidad de lograr el equilibrio en la balanza comercial hace que Chile tenga que exportar millones de toneladas en materias primas para importar lo que consume el mercado interno. Esa producción “extractivista” en gran escala genera una enorme destrucción medioambiental.
4 – Por este carácter dependiente, nuestra economía está totalmente expuesta al mercado capitalista mundial, en particular al precio del cobre;
5 – Para exportar productos agrícolas y forestales, los grandes grupos económicos necesitan producir en grandes latifundios, principalmente ubicados en el histórico territorio mapuche. El conflicto Estado chileno-pueblo mapuche no es nada más que un reflejo de la estructura económica del país;
Sumado a estas 5 características, la dictadura y los gobiernos democráticos privatizaron casi todos los llamados “servicios públicos”, como salud, educación, transporte y pensiones, lo que hace casi imposible a la población trabajadora sobrevivir cotidianamente. La privatización de las pensiones ha sido fundamental para garantizar enormes cantidades de capital en manos de los grandes grupos económicos, lo que les permite invertir en sus negocios utilizando nuestro dinero.
El nudo del problema: la propiedad privada de los grandes medios de producción
Esa estructura económica, que va mucho más allá de lo que se conoce como “neoliberalismo”, es lo que impide que existan transformaciones en nuestro país.6 Por ello, entran gobiernos y salen gobiernos y nada cambia, porque nadie está dispuesto a enfrentar el problema de fondo: el control de los grandes grupos económicos sobre el conjunto del país y el carácter semicolonial de nuestra economía. Y peor, todos los gobiernos terminan administrando el Estado justamente para esos grupos, que dominan las instituciones estatales a través de diversos mecanismos que discutiremos en las próximas ediciones de La Voz de los Trabajadores.
Por su parte, el poder de los grandes empresarios está sustentando sobre la propiedad privada de los medios de producción y distribución de las riquezas: minas, fábricas, puertos, bancos, tierras, carreteras, etc. El núcleo de los problemas del país tiene nombre: propiedad privada.7 Esto es lo que genera un puñado de multimillonarios, por un lado, y una masa de pobres, por otro. Destruir esa estructura social es la única forma de romper las cadenas que encierran al pueblo trabajador. Para ello, hay que identificar, en primer lugar, quiénes son los verdaderos enemigos del pueblo: los grandes capitalistas nacionales y extranjeros y los que administran el Estado chileno en su beneficio.
1 Ver https://ceoworld.biz/2024/01/24/wealthiest-people-in-chile-january-24-2024/#google_vignette. No consideramos la fortuna de Jean Salata, empresarios de origen chileno pero que vive y tiene sus principales negocios fuera de Chile.
2 https://www.df.cl/economia-y-politica/df-tax/alza-de-impuesto-a-la-renta-afectaria-a-mas-de-235-mil-contribuyentes
3 https://fundacionsol.cl/cl_luzit_herramientas/static/adjuntos/7479/SAL2022.pdf
4 https://www.bcentral.cl/documents/33528/2546302/IED_pais_sector_region.xlsx/2e76c523-b6b1-5582-8096-fde1e429e923?t=1712579520345
5 https://repositorio.cepal.org/server/api/core/bitstreams/5c1c160a-557d-42d9-bfa8-929142d2fa21/content
6 Algunas organizaciones, como el Partido Comunista, han defendido que el principal problema de Chile es el neoliberalismo, reduciendo los problemas del país a la privatización de los llamados servicios públicos, sin cuestionar de fondo toda la estructura económica del país. Esto es evidente hoy, cuando son parte del gobierno y lo único que hacen es pelear por reformas superficiales al capitalismo neoliberal chileno.
7 No nos referimos a la propiedad particular de cada trabajador, como una casa, un auto, una pyme, etc. Nos estamos refiriendo a las grandes empresas, que utilizan la mano de obra de miles de personas y generan toda la riqueza del país.