Por María Rivera y Otávio Calegari

El 22 de octubre de 1970, poco más de un mes después de la elección de Salvador Allende a la presidencia de Chile, el entonces Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, sufrió un atentado por parte de un grupo de extrema derecha y algunos militares que querían impedir que Allende asumiera la presidencia. El atentado, que sería atribuido a un grupo de izquierda, era parte de una serie de otras acciones que tenían como objetivo generar una situación de inestabilidad en el país que justificara un golpe militar para “ordenar la casa”. Schneider era un oficial “democrático” y era visto como un obstáculo por los sectores golpistas. Este atentando terminó con su muerte, pero no logró su principal objetivo. El intento de golpe fracasó debido a la enorme conmoción popular generada por su asesinato, lo que hizo que los golpistas titubearan en la ejecución del golpe.

Por detrás del asesinato de Schneider y el fallido intento de golpe estaba uno de los políticos más importantes de Estados Unidos, Henry Kissinger, entonces consejero de Seguridad Nacional del gobierno de Richard Nixon, de Estados Unidos. Hoy, 30 de noviembre de 2023, falleció Kissinger a los 100 años. Murió en total impunidad y dejando un profundo legado al servicio del imperialismo norteamericano y contra los pueblos de todo el mundo. En esta breve nota no pretendemos hablar de la importancia de Kissinger para el imperialismo norteamericano, sino rescatar uno de los aspectos de las innumerables atrocidades de las cuales fue responsable, su intervención en Chile.

Henry Kissinger y Chile

La intervención de Estados Unidos en la política nacional chilena no empezó con la elección de Salvador Allende. Desde fines de los años 50 e inicio de los 60, Estados Unidos, con su política de Alianza para el Progreso, venía financiando y promoviendo el fortalecimiento del Partido Demócrata Cristiano como posible alternativa contra el avance del comunismo (ya que la derecha tradicional se mostraba cada vez más agotada políticamente). Después de la Revolución Cubana (1959) el imperialismo norteamericano percibió que su poder en América Latina estaba en riesgo y que no podría permitir que existieran “nuevas Cubas”. En Chile, en 1964, los EEUU financiaron más de 50% de la campaña de Eduardo Frei Montalva, el candidato demócratacristiano a la presidencia, como alternativa a Salvador Allende, candidato del Frente Popular. La CIA ayudó a organizar una verdadera campaña del terror contra Allende y la UP, intentando aumentar el temor de las clases medias y de la clase trabajadora acerca de un posible gobierno de Allende. Esto tuvo como resultado la elección de Frei Montalva.

Después del agotamiento de la llamada “Revolución en libertad” de Eduardo Frei Montalva y de la DC como una “tercera vía” contra la derecha y contra la “izquierda marxista”, Allende fue electo en septiembre de 1970. Así empezaron las iniciativas más directas de golpe militar. El atentado contra el general Schneider fue el tercer intento de golpe contra el gobierno recién electo de Allende, que todavía no asumía el cargo. Los dos intentos anteriores también fueron organizados por Kissinger, la CIA y algunos grandes empresarios norteamericanos y chilenos, que utilizaban para las tareas sucias a grupos de extrema derecha y a militares golpistas, como Roberto Viaux.

A partir de la muerte de Schneider y el fracaso de ese intento de golpe, Kissinger (con el apoyo de Nixon) ordenó un plan para desestabilizar económica, política y socialmente al gobierno de Salvador Allende. Según Jorge Magasich, estudioso de la UP:

“Antes que Allende sea presidente, el National Security Council (NSC) establece su política de boicot que anticipa lo que vendrá: emprender acciones para dividir a la Unidad Popular; boicot económico estimulando el éxodo de técnicos; apoyo a los medios que criticarán al gobierno a un nivel suficiente para provocar una acción represa, abriendo así una cuña para reclamar “libertad de prensa”; patrocinar programas para que los militares continúen siendo un poder independiente; afirmar que Investigaciones está controlada por cubanos para provocar una reacción; apoyo financiero a los grupos anti-Allende; utilizar técnicas clandestinas para promover un clima de incertidumbre, especialmente en el centro político que parece haber aceptado a Allende; desarrollar una campaña de propaganda internacional denunciando el debilitamiento del sistema democrático.”[1]

Ese plan de desestabilización será llevado a cabo durante los 1000 días que duró el gobierno de Salvador Allende y culminará con el golpe de 11 de septiembre de 1973. El rol de Kissinger también fue fundamental en la preparación del 11 de septiembre, ya que coordinaba las iniciativas con la CIA, la gran burguesía chilena, la derecha y los militares golpistas. Hoy ya no existen dudas sobre la participación de Estados Unidos y el rol de Kissinger en los golpes de Estado de Latinoamérica, en particular en el caso chileno. Muchos archivos secretos fueron abiertos en las últimas décadas y una gran cantidad de libros han sido escritos sobre el tema.[2]

Después del golpe militar, Kissinger fue uno de los grandes defensores de la dictadura de Pinochet dentro de Estados Unidos y también en sus viajes por el mundo. Kissinger estuvo en Chile en 1976, cuando se reunión con Pinochet y le agradeció por los servicios prestados contra el comunismo. Las palabras de Kissinger a Pinochet en ese momento fueron:

“Simpatizamos con lo que están tratando de hacer aquí, […] hizo un gran servicio a Occidente al derrocar a Allende […] mi evaluación es que usted es víctima de todos los grupos de izquierda del mundo y que su mayor pecado fue derrocar a un Gobierno que se estaba volviendo comunista”[3]

Henry Kissinger tenía claridad de que Pinochet, a pesar de sus innumerables crímenes contra los trabajadores chilenos, había sido necesario para derrotar la revolución socialista que estaba en curso durante los años 70.[4]

Algunos años después, durante el gobierno de Henry Ford, el Departamento de Estado, bajo la responsabilidad de Kissinger también impulsó y fortaleció la llamada Operación Condor, una coordinación entre los aparatos de inteligencia de las distintas dictaduras del cono-sur, promovida por Pinochet y que incluyó a las dictaduras de Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú y Argentina. La Operación Condor fue responsable por la muerte, tortura y desaparición de miles de personas en distintos países del mundo (incluidos asesinatos en países europeos y en los propios Estados Unidos, como el caso del asesinato del ex ministro comunista Orlando Letelier).[5]

El imperialismo no tiene remordimientos

Kissinger murió en total impunidad. El caso del asesinato del general Schneider fue llevado a los tribunales en Estados Unidos. Sin embargo, la Corte de Apelaciones de Columbia falló a favor de Kissinger, planteando que las acciones de Kissinger obedecían a órdenes políticas en el contexto de la Guerra Fría y a la lucha de Estados Unidos contra el comunismo.[6] Posteriormente la Corte Suprema rechazó los pedidos para reabrir el caso. En otras palabras, el sistema judicial norteamericano defendió y justificó todos los crímenes cometidos por Kissinger (y Pinochet) para “enfrentar el comunismo” y defender la propiedad de los grandes capitalistas norteamericanos y chilenos.

Para las y los trabajadores de todo el mundo que seguimos luchando por acabar con la sociedad capitalista, lo que debemos tener en claro es que el imperialismo y sus estrategas, como Henry Kissinger, no dudarán un segundo en hacer lo mismo que hicieron en los años 70.

Kissinger fue uno de los mayores criminales del Siglo XX. Sus crímenes, sin embargo, no fueron crímenes de un individuo maléfico o psicópata. Kissinger representaba todo lo que el imperialismo es capaz de hacer para seguir dominando y saqueando el conjunto de los pueblos en todo el mundo.


[1] MAGASICH, Jorge. Historia de la Unidad Popular, vol. 1., p. 164.

[2] https://nsarchive.gwu.edu/briefing-book/cold-war-henry-kissinger/2023-05-25/henry-kissingers-documented-legacy

[3] https://elpais.com/chile/2023-05-26/la-reunion-privada-entre-kissinger-y-pinochet-en-chile-queremos-ayudarlo.html

[4] En Chile existió un profundo proceso revolucionario entre 1971 y 1973, con tomas de tierras, fábricas, surgimiento de embriones de poder obrero y popular, posibilidad de rupturas en las FFAA burguesas, etc. El gobierno de Salvador Allende y la UP intentaron frenar el proceso revolucionario que ponía en jaque el conjunto de la dominación burguesa e imperialista en el país. Allende intentó hasta el último momento evitar una revolución socialista y conducir la revolución hacia la institucionalidad burguesa, tomando algunas medidas antiimperialistas, pero sin romper con el capitalismo. Sin embargo, su rol fue cuestionado por el imperialismo y la burguesía chilena, que percibió que Allende era un peligro principalmente porque no podría controlar la revolución que avanzaba por abajo.

[5] Ver el libro The Condor Years, de John Dinges.

[6] Ver https://www.justice.gov/osg/brief/schneider-v-kissinger-opposition /  https://internationalcrimesdatabase.org/Case/1072/Schneider-v-Kissinger/

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