Por Paz Ibarra

La pandemia por Covid -19 muestra la cara brutal del capitalismo: el desprecio de burgueses y transnacionales por la vida de millones de trabajadores. En varias ciudades de EEUU las víctimas más numerosas están en la población latina y negra.

Los empresarios se niegan a financiar una cuarentena total. Pero incluso cuando la cuarentena es impuesta por la fuerza del desempleo, ella implica un riesgo mayor que el virus para quienes deben convivir con un agresor o abusador. Esa realidad arriesga a las mujeres y destroza a la clase trabajadora. En Chile, aumentaron a 7.035 las denuncias por violencia doméstica [1]. Durante este 2020, suman 11 femicidios y 30 intentos frustrados, 16 niños han quedado sin sus madres, 3 femicidas se suicidaron. Entre los casos, una adolescente de 16 años fue asesinada por su pololo de 18, dejando tras sí a una pequeña hija de dos años [2]. No son solo cifras. Son 11 historias desgarradoras de violencia que arrastraron a familias trabajadoras emparentadas con la negación sistemática de acceso a derechos como el trabajo, salud, educación y vivienda.

En países como Inglaterra, Francia o Italia han aumentado hasta 25% las denuncias por violencia doméstica. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió a los gobiernos incorporar planes contra los abusos de género como parte de las medidas sanitarias para enfrentar la pandemia.

Cuarentena en 40m2 : La realidad de las mujeres trabajadoras

 “…quiero señalar lo duro que es vivir una cuarentena. Muchos de los que están pidiendo una cuarentena no saben lo que significa. Esto significa violencia intrafamiliar, significa tensión dentro de la familia, significa la preocupación de si me van a echar o no me van a echar (…) Tengamos claro que la cuarentena es súper importante desde el punto de vista de la salud, pero no es gratis”. Así habló Evelyn Matthei, alcaldesa de Providencia, comuna de la zona oriente de Stgo, donde existe apenas un 4,4% de hogares en situación de pobreza. En esa comuna, sólo durante el primer fin de semana de cuarentena, entre el 27 y 29 de marzo aumentaron en 70% las denuncias, y hasta un 500% en todo el periodo, según datos del fono 1455 del Sernameg [3]. En cambio, en las poblaciones, muchas mujeres no confían en instituciones de gobierno ni en Carabineros, menos después del 18 de Octubre, cuando a raíz de la represión hubo casos de violencia sexual contra hombres y mujeres detenidos.

Si bien la violencia doméstica afecta a miles de mujeres, la cuarentena impone condiciones muy diferentes para las mujeres acomodadas que para las trabajadoras, pobres, negras o trans. En los barrios populares; donde reina el trabajo informal, los dobles turnos y la cesantía, el alcoholismo o el consumo de drogas; miles de hogares encierran una bomba de tiempo: la cuarentena en condiciones de hacinamiento.

Cientos de miles de trabajadores, mujeres y hombres, agotados e inestables emocionalmente, llevan a sus hogares la violencia laboral causada por el miedo al contagio y a perder el trabajo. Al interior las familias viven más tensas, se resienten los niños, adolescentes y viejos. Si los adultos no trabajan la familia no tiene para comer, si trabajan la familia se puede contagiar y morir también. Esa es la disyuntiva brutal a que expone el capitalismo a las familias de los trabajadores en plena pandemia. Para las mujeres esa situación es doblemente agobiante, en especial cuando son las únicas que sostienen el hogar. Casi el 30% del trabajo informal lo concentran mujeres. El 70% de los trabajadores de salud, son mujeres. Algunas de ellas cuentan con otras mujeres para el cuidado de hijos pequeños o familiares postrados o dependientes. Un círculo de pobreza, de dobles jornadas, de inseguridad laboral y social, que se completa con violencia doméstica.

Muchas mujeres trabajadoras, no logran reconocer la violencia machista, en sus lugares de trabajo o en sus relaciones familiares, e incluso reproducen esa violencia con niños y personas de disidencias sexuales en sus propias familias. Para muchas, los abusos sexuales son parte de las reglas del juego para mantener el trabajo. Y muchas tampoco cuestionan el maltrato de sus parejas en tanto aporten con dinero para alimentar a los hijos.

La violencia machista se suma a la pandemia y es mucho mayor en la clase trabajadora: allí se torna salvaje contra la mujer, arrastra a la familia y termina extendiendo sus efectos a toda la clase. Se combina con el hacinamiento, el deterioro de la salud mental, el trabajo informal y precario, el escaso equipamiento en los barrios populares (donde hay más botillerías que plazas con árboles y juegos infantiles). Mantenerse a salvo del contagio y del agresor, en una casa de 40 metros cuadrados, donde mal vive una familia de hasta 8 personas, es imposible.

El ministro Mañalich ha dicho engañosamente que no se puede mantener la cuarentena por tiempo prolongado por los efectos secundarios que acarrea: aumento de la violencia intrafamiliar, del alcoholismo y consumo de drogas. El gobierno empresarial no decreta cuarentena total para mantener la producción a costa de miles de trabajadores que se exponen día a día porque no pueden realizar teletrabajo, mientras llama hipócritamente a una campaña de “quedarse en la casa” y salvarse cada quien como sea posible. Y ahora, justifica el levantamiento de esa cuarentena parcial, con el argumento también hipócrita de frenar el aumento de la violencia doméstica, el maltrato a niños y el alcoholismo. Su cambio de táctica para enfrentar el contagio por Covid-19 sólo obedece a la presión del sector empresarial por retomar la actividad económica y salvar sus negocios.

Las ayudas de emergencia para más de dos millones de trabajadores informales son una burla y no garantizan calidad de vida en las críticas condiciones impuestas por la pandemia. El 58% de los miserables bonos Covid-19 del gobierno benefician a hogares liderados por mujeres, sólo para mantener el nivel de pobreza de esos hogares.

La ministra Cuevas solicitó a Juan Sutil, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), que las empresas apoyen a las mujeres en materia de prevención de la violencia intrafamiliar e incorporen el tema dentro de sus políticas permanentes.[4] ¿Será posible esperar algo de quien advirtió que si se aplica la cuarentena total volveríamos a ser el país más pobre de américa latina?

Vivas nos queremos y en cuarentena segura

Las mujeres trabajadoras, al igual que los hombres, necesitamos una cuarentena total ya, para proteger nuestras vidas y la de nuestras familias. Debe asegurarse el 100% de los salarios, sin tocar los fondos de cesantía ni los fondos previsionales. Sólo deben mantenerse, con los turnos mínimos necesarios y con las máximas medidas de seguridad toda la producción y servicios esenciales para sostener la vida de toda la población durante la cuarentena. El Estado debe centralizar y planificar el uso de la totalidad de los recursos y capacidad instalada de la salud, servicios sanitarios, de abastecimiento, transporte y distribución. En ese plan mayor, debe incluir medidas de urgencia para preservar la vida de miles de mujeres, niños y adolescentes que son víctimas de violencia intrafamiliar. Es importante la organización de los territorios para activar sistemas de alerta comunitarios y para ofrecer protección inmediata a las víctimas sin poner de aviso a los abusadores. Sin embargo esas medidas caen en saco roto si no hay un Sistema Público Nacional de protección a las víctimas de violencia de género o intrafamiliar, con financiamiento permanente que contemple

  • Red nacional de casas de acogida, para mujeres y sus hijos, usando casas desocupadas, hoteles y la capacidad inmobiliaria ociosa
  • Sistema de apoyo profesional para todas las víctimas, de forma oportuna y permanente, que incluya red de cuidados para quienes dependen de mujeres víctimas de violencia de género
  • Sueldo mínimo garantizado de $500.000 para todas las mujeres con licencia médica por violencia intrafamiliar o con imposibilidad de trabajar por cuidar a niños o personas con enfermedades, discapacidad o dependencia total

Para financiar ese plan de protección, el Estado debe recuperar el control de las empresas que explotan los recursos naturales del país.

Las mujeres trabajadoras debemos encabezar la lucha más implacable contra el machismo y su principal promotor que es el sistema capitalista. Y en esa lucha necesitamos sumar a toda la clase trabajadora y a toda la población oprimida del mundo.

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