Nosotras no queremos que todas las mujeres tengan que abortar, lo que queremos es que las mujeres tengan el derecho a decidir. En Chile se aborta, pero si perteneces a la clase privilegiada; lo haces en una clínica y si eres una mujer que pertenece a la clase trabajadora, se hace clandestinamente, con desinformación, en las peores condiciones sanitarias y con los prejuicios sociales que te catalogan como asesina. En Chile, el aborto es un privilegio más de la clase burguesa.

El capital quiere manejar nuestros úteros al ritmo de sus ganancias.
Los capitalistas buscan controlar la reproducción humana de acuerdo con sus intereses. Cuando quieren reducir el costo de la mano de obra para proteger sus ganancias, infunden el terror del envejecimiento de la población, dictan prohibiciones sobre el aborto y se niegan al control de natalidad y la educación sexual. Sin embargo, cuando tienen exceso de pobres, no dudan en aplicar políticas de exterminio y esterilización. Durante la dictadura de Pinochet, muchas mujeres fueron esterilizadas sin consentimiento en los hospitales públicos. También esto se practicó en países como Perú en los años 90, bajo el régimen de Fujimori. Aún más, en Estados Unidos en la primera mitad del Siglo 20, aproximadamente 60.000 personas fueron esterilizadas a través de programas de eugenesia, donde las mujeres latinas fueron el objetivo.
Este insaciable apetito de ganancias se observa también en el Chile actual: tras la aprobación de las tres causales de aborto en Chile, muchos médicos  declaran una supuesta objeción de conciencia y se niegan a practicarlo en el servicio público; pero están dispuestos a realizarlos en sus propias clínicas privadas disfrazados como apendicitis, lo que les genera más lucro que administrar la píldora del día después. Con esta doble moral, la burguesía hipócrita impone sus reglas en las políticas públicas y así manipula ideológicamente a las mujeres de la clase trabajadora. Mientras predica que es provida y acusa de asesinas a las mujeres que luchan por el derecho al aborto, condena a la miseria a miles de niños, con sus planes económicos. Los hijos de las familias pobres son los que llegan a morir al SENAME (Servicio Nacional de Menores). Las instituciones de este régimen cierran los ojos ante la tragedia que viven cientos de niños en esos centros: maltrato físico, violaciones, muerte por falta de atención médica oportuna e incluso, tráfico de órganos. Los niños pobres nacidos vivos son invisibles a los ojos del estado burgués, para ellos no funcionan las instituciones y el parlamento criminal guarda silencio frente a las evidencias.

¡Si no derrotamos el sistema capitalista, nuestras conquistas sólo serán parciales y transitorias!
Mientras en Chile y en el mundo exista el capitalismo; que se basa en la explotación de una gran mayoría por una minoría, donde el poder político es ejercido por esa minoría llamada burguesía; todas nuestras conquistas serán parciales y transitorias. Parciales, como el caso del aborto en Chile: Bachelet promulgó en 2017 una ley que sólo lo despenaliza en tres situaciones muy específicas: Riesgo de vida de la madre, inviabilidad fetal y violación. Dos años y ocho meses de tramitación en el Congreso, no significaron que las mujeres podamos ejercer el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo.

Son transitorias, porque quedan sujetas a la voluntad de los gobernantes de turno y las necesidades de los capitalistas. Por ejemplo, Ibáñez del Campo legalizó el aborto terapéutico en 1931. Durante el mandato de Frei Montalva, ese derecho quedó sometido a la opinión de una junta de médicos. En 1989 Augusto Pinochet restauró la penalización ante todo tipo de interrupción voluntaria del embarazo. Uno de los mentores de la Constitución que existe desde la dictadura hasta nuestros días, Jaime Guzmán, opinaba: «La madre debe tener el hijo aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte».

¿Por qué debemos seguir luchando por el derecho al aborto?

Luchemos para que el aborto no sea más un privilegio burgués. Que el derecho a decidir que tenemos las mujeres abra paso a la gran lucha contra este sistema político y económico sustentado en la mantención de todo tipo de privilegios para unos pocos. Nuestra lucha no debe ser exclusiva de las mujeres: es un deber de la clase trabajadora de conjunto. Sólo en la medida que golpeemos unidos en estas batallas, entenderemos que ningún derecho será completo en una sociedad capitalista y que la única solución para nosotros, está en la conquista del poder político de los trabajadores y en la construcción de una sociedad socialista. Sólo alcanzaremos una solución completa cuando el tener hijos sea una decisión de cada mujer y una responsabilidad colectiva de crianza socializada.  Cuando seamos capaces como sociedad de garantizar todo tipo de derechos a los niños: techo, comida, educación, salud y cariño. Cuando las relaciones entre los seres humanos ya no se basen en la explotación y miseria socializada; cuando las relaciones entre las personas sean libres y basadas en el amor.
Como decían los trabajadores del Cordón Industrial Vicuña Mackenna: “Sólo el socialismo podrá resolver los problemas de la clase obrera, los trabajadores, el pueblo. Porque el socialismo es esto: es el poder para el pueblo, es el pueblo hecho poder”

Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir

Ningún peso más del Cobre para las FF.AA. Que las ganancias del Cobre financien planes de educación sexual, prevención del embarazo y aborto sin objeciones en la salud pública.

Marchemos juntos, como clase trabajadora y juventud, por el derecho al aborto este 25 de julio

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