Hace 75 años, se produjo la Nakba (“catástrofe” en árabe): la creación del Estado de Israel significó el despojo al pueblo palestino de su territorio histórico y el inicio de un largo sufrimiento que todavía continúa, junto con una heroica resistencia que se mantiene obstinadamente.

Soraya Misleh y Alejandro Iturbe

Artículo publicado originalmente en litci.org

La Nakba fue el resultado del proyecto colonial elaborado por el movimiento sionista desde finales del siglo XIX. En la concreción de ese plan, debemos considerar dos momentos. El primero es la votación del 29 de noviembre de 1947, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, que aprobaba la creación del Estado de Israel, al que se le otorgaba 52% del territorio del hasta entonces Mandato Británico de Palestina. Posteriormente, a través de guerras y ocupaciones, Israel va a acrecentar ese control directo en 78% del territorio. Esta resolución fue la señal verde para que el sionismo avanzase en la concreción de su plan.

En sí misma, esta resolución ya representaba un gran despojo: la población judía del territorio era muy minoritaria respecto del pueblo palestino (árabe). Esta población se conformaba con un pequeño sector que lo habitaba desde tiempos históricos, otro que se había ido radicando, por política de las organizaciones sionistas europeas, desde finales del siglo XIX, y había comprado algunas tierras e instalado colonias, y, finalmente, incluía los contingentes de judíos europeos sobrevivientes de la persecución nazi.

Veamos la evolución de las poblaciones hasta 1948[1]. En 1917, vivían en ese territorio 644.000 palestinos árabes y 56.000 judíos; en 1922, había 663.000 palestinos y 84.000 judíos; en 1931: 750.000 y 175.000, respectivamente; en 1947/48, 1.300.000 palestinos y 600.000 judíos (la mayoría había llegado desde Europa a partir de 1945). Incluso en los territorios adjudicados a Israel, la población palestina era ampliamente mayoritaria (950.000).

Pero la ONU otorgó a Israel 52% de la superficie, y a los palestinos el 48% restante. Es decir, desde su propia “creación”, Israel significó una usurpación y un robo al pueblo palestino. Este robo pretendió justificarse con la necesidad de dar una “patria judía” a quienes habían sufrido terriblemente con la persecución nazi, algo que hubiera sido muy justo.  

Sobre esta base, el sionismo construyó una gran mentira: la creación de Israel significaba darle “una tierra sin pueblo a un pueblo sin tierra”. Una gran falsificación histórica, porque esa “patria judía” (que hubiera sido justo crear) se construía no en una “tierra sin pueblo” sino despojando y expulsando al pueblo palestino de la tierra que le pertenecía por derecho histórico.

Este robo fue impulsado por el imperialismo británico primero y por el estadounidense después. A través de la creación del Estado de Israel buscaban construir un enclave militar imperialista, contra los pueblos árabes y sus luchas, en el corazón de una región de inmensa riqueza petrolera.

Contó con la complicidad de la burocracia de la ex Unión Soviética (encabezada por Stalin). El estalinismo apoyó la creación del Estado de Israel en la ONU e incluso fue el que proveyó de armamento a las bandas armadas sionistas que salieron a expulsar y asesinar palestinos a través de Checoslovaquia. En este caso, la justificación de esta política contrarrevolucionaria fue que Israel iba a representar una “luz progresista” (e incluso “socialista”) en medio de la “barbarie árabe”.

La “limpieza étnica”

La Asamblea General de la ONU había “decretado” el “nacimiento” del Estado de Israel a partir del 14 de mayo de 1948. Aunque la “limpeza étnica” ya había sido iniciada luego de la resolución de la ONU, da un gran salto, a partir del 15 de mayo. Totalmente consciente de que la población judía era una minoría usurpadora, el sionismo lanzó un feroz operativo de “limpieza étnica” sobre la población palestina, sus tierras y aldeas, a través de sus organizaciones armadas, como la Irgún y la Haganah.

Para tener una idea de lo que eso significó, es importante recordar lo ocurrido en la Deir Yassin, una aldea de 700 habitantes, en la que el Irgún asesinó más de 100 (la mayoría mujeres, niños y ancianos)[2]. Ataques y masacres similares se realizaron en muchas otras aldeas. Se estima que, en 6 meses, cerca de 500 de ellas fueron destruidas, que 20.000 palestinos fueron asesinados, y que 800.000 fueron expulsados de sus tierras. Esa “limpieza étnica” es la “marca de nacimiento” del Estado de Israel.

Un pueblo “dividido” a la fuerza

Desde entonces, el pueblo palestino ha padecido enormes sufrimientos, entre otros el de estar condenado al fraccionamiento. Se estima que hoy hay alrededor de 13.000.000 de palestinos.

Unos 3.000.000 millones viven en Cisjordania, cercados por un muro y las fierza de ocupación israelíes (con la complicidad de la “Autoridad Palestina”), y agredidos permanentemente por los colonos judíos, en especial los de origen ruso, que les roban cada vez más territorio. Unos 2,4 millones se hacinan en la franja de Gaza, sometidos a las permanentes agresiones y los bombardeos por parte de Israel.

Casi 2.000.000 (herederos de aquellos que no fueron expulsados en 1948) viven en las áreas ocupadas el año de la nakba (Israel), con algunos derechos políticos pero, en los hechos, como ciudadanos de segunda. Entre 6 y 7 millones viven en el exilio, la mayoría en países árabes vecinos (como Jordania y Líbano), muchas veces en campamentos de refugiados o en poblaciones con servicios precarios. Poblaciones que viven el dolor de no poder volver a su patria y a la tierra que pertenecía a sus familias.

Ocupación directa y las Intifadas

Desde 1948 hasta hoy, se produjeron numerosos hechos cuyo análisis excede las posibilidades de este artículo. Nos detendremos en ocurrido en junio de 1967 (llamada “Guerra de los 6 días”) ya que Israel anexó la Franja de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este (la “Ciudad Vieja”) y los Altos del Golán (una meseta fronteriza entre Israel, Siria y Líbano). El desierto del Sinaí, perteneciente a Egipto, ya estaba bajo su dominio.

Israel había aumentado considerablemente el territorio bajo su dominio directo. Sin embargo, al mismo tiempo, frente al mundo caía su máscara de “pequeño país progresista luchando por su supervivencia” y mostraba su verdadero rostro de enclave imperialista que aplicaba los métodos más crueles sobre la población palestina. Por fuera de la justa bronca que ya generaba entre los pueblos árabes, ahora comenzaba a ser repudiado por toda la izquierda mundial (una parte de la cual antes lo veía con simpatía).

Al mismo tiempo, las durísimas condiciones de la ocupación militar israelí alimentaron el sentimiento de injusticia y la disposición a la rebelión de los palestinos de Gaza y Cisjordania, en especial de su juventud. Se generaron así las condiciones para la Primera Intifada (“revuelta” en árabe), llamada también la “guerra de las piedras”, en 1987, porque en ella miles de jóvenes palestinos salieron a enfrentar con ondas y piedras a los soldados y las armas israelíes.

Las imágenes de esos jóvenes con el rostro cubierto con el tradicional pañuelo palestino (kuffiyya) recorrieron e impactaron al mundo como un símbolo de este desigual combate y generaron muchísima simpatía, apoyo e incluso emulación (por ejemplo, fue adoptado como propio por los piqueteros argentinos). Frente a esta rebelión, Israel, como era su esencia, utilizó represión y violencia: más de 3.000 jóvenes palestinos murieron por esa represión, y otros miles fueron encarcelados.

Los Acuerdos de Oslo

Sin embargo, al mismo tiempo, se produjo un proceso muy contradictorio de desmoralización en los jóvenes soldados israelíes, que decían estar dispuestos a luchar por “defender a Israel” frente a ejércitos y soldados enemigos pero que ya no soportaban más “disparar contra adolescentes y niños que solo nos tiraban piedras”.

El sionismo y el propio imperialismo comprendieron rápidamente que esto representaba un gran peligro y elaboraron un plan para “sacarse de encima” la ocupación directa de Gaza y Cisjordania. Este plan culminaría con la firma de los Acuerdos de Oslo (1993) con la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) y la posterior creación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en esos territorios.

Los Acuerdos de Oslo y la creación de la ANP fueron un gran negocio para el sionismo y el imperialismo. La supuesta “autonomía palestina” en esos territorios es inexistente: están rodeados de muros y custodiados por el ejército israelí en sus fronteras. Pero ahora, además, ha asociado a la ANP para el control y la represión interior, como “gerente de la ocupación”, incluso con acuerdos de cooperación de “seguridad” con Israel[3].  

Este triunfo del sionismo fue posible por la rendición de la dirección de la OLP (y de sus corrientes mayoritarias como Al Fatah) que, a partir de esos Acuerdos y de la creación de la ANP, dejó de ser la expresión de la lucha por la recuperación de Palestina para la construcción de su Estado y, como vimos, pasó a ser “gerente de la ocupación israelí”.

Al mismo tiempo, como base de apoyo de esta ubicación política, varios autores palestinos caracterizan que ha habido un cambio en la estructura social en los territorios porque “a partir de Oslo, se ha formado una nueva clase capitalista palestina” que depende económicamente de Israel y lucra y se beneficia con los negocios con este Estado. Es decir, se beneficia con la ocupación y el dominio israelí.

Los Acuerdos de Oslo fueron precedidos por los Acuerdos de Camp David (1978), entre el presidente estadounidense James Carter, el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menahem Begin, por el cual el régimen egipcio “reconocía” el Estado de Israel y establecía la “paz definitiva” entre ambos países. Fue la primera de una larga serie de “reconocimientos y paces” con Israel de numerosos regímenes y gobiernos árabes (proceso que continúa hasta ahora). Por esta vía, esos regímenes y gobiernos han traicionado al pueblo palestino y lo han abandonado.

La situación actual

La realidad actual de Cisjordania es que está sometida al robo permanente de tierras por parte de los colonos judíos, rodeada de muros, cortada en pedazos por la ocupación israelí, y sometida también al control represivo de la ANP.

Aquellos habitantes de Cisjordania que se rebelan o son considerados “peligrosos”, son tratados como delincuentes: la gran mayoría de los 4.900 presos políticos palestinos en cárceles israelíes provienen de Cisjordania (esa cifra total incluye 155 niños)[4].

En la Franja de Gaza se presenta una situación diferente desde que, en 2006, Hamás ganó las elecciones de la ANP y asumió el gobierno de este territorio. Esta organización se reivindica “yihadista, nacionalista e islamista”. En su programa fundacional (1987) no reconoce el Estado de Israel y reivindica la construcción de un “Estado Islámico” en todo el territorio histórico de Palestina.

Por eso Israel nunca reconoció el gobierno a Hamás, ni a su gobierno como representante de los palestinos de Gaza. Desde ese año, ha sometido a este territorio a constantes ataques con bombardeos masivos o selectivos. En el pequeño y superpoblado territorio de Gaza, la política israelí de “limpieza étnica” es la de destruir permanentemente su infraestructura de salud, educación y generación de electricidad para volver insoportable la vida de sus habitantes.

A diferencia de la ANP, Hamás no es un “gerente de la ocupación”. Esta situación se mantiene, a pesar de que, desde 2017, esta organización intenta un giro en sus posiciones para ser “reconocida” en una mesa de negociaciones. Por ejemplo, emitió una declaración en la que reclamaba “el establecimiento de un Estado de Palestina completamente soberano e independiente, con Jerusalén como capital, en las fronteras del 4 de junio de 1967”[5]. Sobre esa base, ese mismo año firmó un “Pacto de reconciliación palestina” con la ANP de Mahmud Abbas. Es decir, una política que llevaría a Hamás a reconocer de hecho el Estado de Israel y su usurpación de la mayoría del territorio histórico de Palestina y aceptar el “mini-Estado palestino” en Gaza y Cisjordania.

Sin embargo, Hamás no ha recorrido ese camino completamente: tal como dijimos, su gobierno en Gaza no es un “gerente de la ocupación” sino que, en los hechos, todavía es un gobierno palestino independiente. Por eso, en su plan de limpieza étnica, Israel sigue atacando la Franja de Gaza de modo permanente: el último de esos ataques se produjo recientemente[6]. 

La Nakba no se olvidó

En 1948, luego de la Nakba, Ben Gurion, principal dirigente sionista y el primer líder del Estado de Israel, dijo, frente a un campamento de refugiados palestinos, con el cinismo propio de un usurpador, que “los viejos morirán y los jóvenes olvidarán”.

Pasados 75 años, es evidente que esos “viejos palestinos” han muerto y, seguramente, también muchos de los jóvenes e incluso niños que vivieron la Nakba. En lo que Ben Gurion se equivocó profundamente es en que el pueblo palestino olvidaría: no olvidó nunca el despojo que sufrió, sigue reivindicando recuperar su territorio histórico, y lucha y resiste para ello.

En los territorios de Gaza y Cisjordania, la mayoría de la población son jóvenes y niños. Un pueblo palestino joven que ha mantenido su aspiración histórica. Que enfrenta la ocupación israelí (cuya vanguardia son las llamadas “guaridas de leones”[7], y, en esa lucha, desconfía cada vez más de sus dirigentes tradicionales, integrados en la ANP.

Los jóvenes exiliados también están dispuestos a pelear por volver a la tierra de sus familias. Son aquellos que, criados como niños refugiados en campamentos, insisten: “Es nuestra tierra, volveremos”. Una muestra de su potencial de lucha se vio en mayo de 2011, cuando contingentes de jóvenes palestinos refugiados en los países árabes vecinos se organizaron, “perforaron” la frontera de Israel y lograron penetrar, así fuera temporariamente, en su territorio[8].

A ello debemos sumar la creciente campaña BDS contra Israel (Boicot, Desinversión y Sanciones), que ha logrado importantes éxitos en la tarea de aislar el Estado sionista en nivel internacional y repudiar sus crímenes (tal como en su momento se hizo con el régimen del apartheid sudafricano). Es una campaña impulsada por activistas palestinos pero que ha recibido el apoyo y la solidaridad de amplios sectores de la izquierda mundial y de sectores democráticos, incluida una parte de la juventud judía en el mundo, que ve con repugnancia los crímenes de Israel.

Esto nos lleva a un dato positivo: la creciente crisis política que vive el Estado de Israel, por un lado, y, en nivel internacional, la ruptura de un sector de la juventud judía (en especial en EE.UU.) que antes apoyaba el movimiento sionista internacional (que era una sólida base de apoyo de Israel en el exterior)[9].

Algunas conclusiones

Hemos dicho que Ben Gurion se equivocó en su pronóstico: el pueblo palestino no olvidó y sigue luchando y resistiendo contra Israel y el sionismo. Desde la LIT-CI apoyamos incondicionalmente esta lucha y esta resistencia. Lo hacemos, por un lado, como constructores de la campaña del BDS.

Al mismo tiempo, en el marco de ese apoyo y esa participación, mantenemos que la constitución del mini-Estado no es una solución sino una nueva trampa. Mantenemos la posición de la necesidad de destruir el Estado de Israel como enclave militar y agresor del imperialismo contra los pueblos árabes, basado en el racismo. Tal como proponía la OLP en su programa fundacional, “La formación de una Palestina libre del río [Jordán] al mar”.        


[1] Todos los datos de población de este artículo han sido extraídos del libro de Historia oculta del sionismo de Ralph Schoenman, publicado inicialmente en inglés, en 1988, y con numerosas ediciones traducidas a otros idiomas.

[2] Sobre este hecho, ver The Deir Yassin massacre: Why it still matters 75 years later | Israel-Palestine conflict News | Al Jazeera

[3] Sobre este tema de los Acuerdos de Oslo y la situación actual de la ANP, ver Oslo, la paz de los cementerios para la continua Nakba – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[4] Los datos han sido obtenidos de la página de Addameer (Asociación de Apoyo a los Presos Políticos Palestinos): https://www.addameer.org/statistics

[5] «Hamas Pulls Old Israeli Trick in New Charter», artículo del diario Haaretz

[6] Ver: Declaración | Gaza bajo ataque y sangre derramada en toda Palestina en los 75 años de la Nakba – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[7] Enero sangriento demuestra la urgencia de fortalecer la solidaridad con el pueblo palestino – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[8] Sobre este hecho, recomendamos leer el reportaje a Soraya Misleh (“Vamos a volver a nuestra tierra”) publicado en la revista Correo Internacional No 6 (junio de 2011)

[9] Sobre este tema, recomendamos leer Una crisis política creciente del Estado de Israel y del sionismo – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

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