La jornada electoral del último domingo fue muy importante, a pesar del poco entusiasmo de la mayoría de la población para votar. Sus resultados reflejan, en parte, la realidad del país, pero tampoco nos deben impresionar. Para los miles de trabajadores, jóvenes y activistas que están preocupados con el crecimiento de la ultraderecha, lo más importante es que hagamos un profundo análisis de lo que está pasando en el país y de lo que pasó el domingo 7 de mayo.
En los últimos 4 años, el país ha vivido más de una decena de procesos electorales. Sin embargo, nada ha cambiado para mejor en la vida de la mayoría de la población. Desde el Acuerdo por la Paz de 15 del noviembre de 2019, que abrió el primer proceso constituyente, hubo un gran pacto entre todos los principales partidos políticos (incluido el Partido Comunista, que no firmó el Acuerdo, pero después lo reconoció) para canalizar el descontento social a la democracia burguesa y sacar a los millones que protestaban de las calles. El Partido Republicano se mantuvo fuera de ese acuerdo, ya que siempre defendió que el proceso revolucionario abierto en 2019 debería haber sido aplastado con aún más violencia.
La estrategia de canalizar el descontento social hacia las instituciones burguesas (elecciones, Parlamento, Constituyente) hasta ahora se ha logrado. El pueblo se ha desmovilizado y el salvaje capitalismo neoliberal chileno se ha mantenido intacto. Los que antes proponían reformas, como el Frente Amplio y el PC, hoy administran el país para los grandes capitalistas. Fueron completamente domesticados por los dueños del país. En ese marco, la gran burguesía y su sector más reaccionario ya empieza a tener claro que no necesita hacer más concesiones al pueblo, ni a los sectores que se dicen reformistas, como el FA y el PC. La extrema-derecha y la derecha han logrado capitalizar parte importante del descontento social y se proponen a aplastar de una vez las posibilidades de cambios y de movilización popular. Por otro lado, la enorme cantidad de votos nulos demuestra que el régimen político todavía sigue sin legitimidad para un gran sector de la población y que el descontento social se mantiene vivo. Este es el marco general en el cual queremos ubicar este balance.
Elecciones completamente controladas por los grandes empresarios y sus partidos
En primer lugar, es necesario identificar que las elecciones de Consejeros Constitucionales fueron totalmente controladas por los grandes empresarios, que financian la política, y por los partidos del régimen. El llamado “Acuerdo por Chile” dejó afuera la posibilidad de que entraran candidatos independientes e incluso que se inscribieran nuevos partidos varios meses antes del proceso electoral. Como resultado, solamente los partidos ya inscritos pudieron participar. El segundo elemento fundamental es el financiamiento de las campañas. Como siempre, existe una enorme desigualdad en los gastos de las candidaturas, los grandes empresarios ponen ríos de dinero en varias candidaturas de distintos partidos. Un ejemplo: la familia Hurtado Vicuña, de la alta burguesía chilena, financió al mismo tiempo a la UDI (que recibió más de 35 millones de pesos), RN 14 millones y Republicanos. En relación con candidaturas individuales, los que más recibieron plata de esa familia fueron Daniela Castro de RN y Luis Silva de Republicanos (electo). La familia Von Appen, de la burguesía portuaria, también realizó enormes aportes, donde el principal beneficiario fue el Partido Republicano con 26,5 millones de pesos, además de financiar a la UDI, RN y Evópoli.
De los aportes analizados hace algunos días por la Fundación Sol (360 millones venidos de un par de familias burguesas), los partidos que más habían recibido eran UDI (170 millones), RN (84 millones), Republicanos (34,5 millones). Como siempre, la gran burguesía no pone todos sus huevos en una canasta y termina financiando candidaturas de distintos partidos. También otros partidos seguramente recibieron grandes aportes de sectores burgueses, como Partido Socialista, Democracia Cristiana, etc.
Por lo tanto, en primer lugar, no podemos decir que las elecciones son realmente democráticas y que todos corren con los mismos derechos. La gran burguesía, además de financiar con enormes sumas a sus candidatos, también controla los medios de comunicación de masas, ofreciéndoles palestra permanente en la televisión, radio, etc.
El crecimiento de la ultraderecha
Sin dudas el resultado más relevante fue la amplia victoria de los Republicanos, el partido del pinochetista José Antonio Kast. Los discursos de los candidatos Republicanos se basaron centralmente en 2 ejes: combatir la delincuencia y la migración irregular. El crecimiento de la ultraderecha en Chile no es una excepción o un caso particular. En muchos países del mundo el aumento de las contradicciones sociales resultantes del capitalismo ha hecho que cada vez más sectores de la burguesía opten por apoyar partidos de ultraderecha. Eso ha pasado en Europa (Alemania, Italia, Grecia, Polonia) y también en América (Estados Unidos, Brasil, El Salvador, Argentina).
La votación de Republicanos expresa que la gran burguesía viene avanzando en conquistar ideológicamente a un sector de la clase trabajadora y de las clases medias para su discurso, que atribuye el aumento de las desigualdades, miseria y violencia a los migrantes, a los narcos, a los activistas de izquierda, a los Mapuche que luchan por sus tierras con método de acción directa, etc.
El crecimiento de esa ultraderecha tiene relación directa con el fracaso de los gobiernos de “izquierda” o “progresistas”. En Brasil, los 14 años de gobierno del PT (Lula y Dilma) fueron la base para el surgimiento de Bolsonaro. Lo mismo está pasando en Chile. Los gobiernos progresistas allanan el camino para la extrema-derecha al no solucionar los problemas de las masas y realizar pactos permanentes que favorecen al gran empresariado. Boric es una muestra de eso. Mientras la vida de la clase trabajadora ha empeorado con las alzas de precios, los bajos sueldos, la crisis en la salud y educación, etc; las ganancias de los grandes empresarios han sido estratosféricas. Al mismo tiempo, el gobierno ha asumido toda la agenda y el discurso de la derecha, volviendo a militarizar el territorio mapuche; decretando el Estado de excepción en el norte del país contra los migrantes y aprobando la Ley Naín-Retamal para dar un cheque en blanco a Carabineros. Sin embargo, a pesar de girar cada vez más a la derecha, Boric nunca podrá ocupar el espacio de los tradicionales y nuevos partidos de extrema-derecha, que son los verdaderos representantes de clase de la gran burguesía.
En relación con los números, la votación de la ultraderecha aumentó considerablemente en comparación con las últimas elecciones presidenciales y parlamentarias. En las presidenciales de 2021, Kast obtuvo 1,9 millones de votos en primera vuelta (el otro candidato de derecha Sichel obtuvo 900 mil) y 3,6 millones en segunda vuelta. En las parlamentarias, el Partido Republicano obtuvo 666 mil votos (todo esto sin el voto obligatorio). Ahora, para las elecciones de consejeros, los Republicanos solos obtuvieron 3,4 millones y la derecha tradicional 2 millones. Sumados, son 5,3 millones de votos, 2 millones más que en la segunda vuelta presidencial. Esto demuestra que la derecha y extrema-derecha han logrado capitalizar parte del sentimiento de descontento que aumenta en el país, ahora bajo el gobierno de Gabriel Boric. Sin dudas la debacle del Partido de la Gente en vísperas de las elecciones, después del escándalo de su candidata narcotraficante, hizo que la derecha ganara una parte de los votos que iría a ese partido.
El crecimiento de la derecha no es solo electoral. En los últimos meses, principalmente después del asesinato de la carabinera Rita Olivares y del carabinero Daniel Palma, la derecha ha logrado realizar grandes movilizaciones con miles de personas, principalmente apoyada en los familiares de Carabineros, militares y sectores de la pequeña y gran burguesía.
Un golpe para el gobierno
El gobierno de Gabriel Boric viene perdiendo cada vez más apoyo desde que asumió, por los motivos que ya escribimos anteriormente. Las elecciones actuales fueron otro duro golpe al gobierno. En las elecciones presidenciales (sin voto obligatorio) Boric y la exConcertación obtuvieron más de 4,6 millones de votos. Para las elecciones actuales de consejeros, el bloque más gobiernista FA-PC-PS tuvieron 2,8 millones de votos y el bloque PR-DC-PPD obtuvo 877 mil votos. Sumados, llegan a 2,7 millones, casi 2 millones menos que la segunda vuelta presidencial de 2021. Esos datos muestran una pérdida de apoyo importante del gobierno.
El fracaso del gobierno y de la anterior Convención Constitucional tienen relación directa con el crecimiento de la extrema-derecha. Con la victoria del Rechazo en el último Plebiscito, el camino trazado por la Nueva Concertación (Socialistas, Frente Amplio y Comunistas) fracasó completamente. Quedó demostrado que su camino de pactar con la derecha y el gran empresariado para “conquistar cambios sociales” no era más que una cortina de humo. Incluso si hubiese ganado el Apruebo, lo que era prácticamente imposible debido al descontento con el gobierno y la campaña de la derecha, la Nueva Constitución hubiera sido un fracaso a mediano plazo, ya que sus principales artículos mantenían el control de las grandes familias sobre la economía del país y el Estado. Lo que está fracasando a cada día que pasa es la estrategia reformista de la Nueva Concertación para cambiar el país y solucionar los problemas de las masas trabajadoras y la juventud.
Voto nulo: ¿cómo interpretarlo?
Una de las grandes sorpresas de estas elecciones fue la magnitud del voto nulo. Sumados, a los blancos llegan a casi 2,7 millones de votos o 21,54%. Las abstenciones (personas que no fueron a votar) llegan a otros 2,7 millones. Desde el MIT fuimos parte de la campaña por el Voto Nulo, ya que denunciamos el proceso por su falta de legitimidad y no veíamos ninguna opción de voto que no represente la mantención del capitalismo neoliberal chileno.
La enorme magnitud del voto nulo expresa, que un sector no menor de la población no cree en los partidos y políticos que se presentaron o no estaban suficientemente informadas para votar. En nuestra opinión, es un error de algunos sectores de izquierda, atribuir el voto nulo como un descontento que sería la base del “octubrismo” o de la “revuelta social”. El voto nulo no necesariamente es un voto de izquierda o revolucionario. Claro que existe una parte del voto nulo que viene de un sector más consciente de la clase trabajadora y la juventud que fuimos vanguardia en las movilizaciones en los últimos años. Incluso muchos votamos contra Kast en la segunda vuelta y ahora no dimos el voto a la coalición gobiernista. Sin embargo, ¿cuánto representa este sector? Es casi imposible medirlo. Es posible que una parte de los 2 millones que votaron por Boric en las presidenciales y no votaron por la coalición gobiernista ahora se hayan transformado en voto nulo. Sin embargo, también es muy posible que una parte de los que iban a votar por el Partido de la Gente hayan votado nulo. Para llegar a una comprensión más profunda del voto nulo, es necesario investigar los datos de forma más detenida (por circunscripciones y comunas) y escuchar a las y los trabajadores en cada rincón del país.
Lo que sí identificamos es que existe un amplio sector de la población que no cree en los partidos actuales y no tiene expectativas de cambios a partir de estas elecciones.
Es necesario construir un proyecto político alternativo y revolucionario
El fracaso de la coalición del gobierno y el crecimiento de la ultraderecha demuestran que hasta ahora los miles de trabajadores, activistas y jóvenes que son de izquierda y críticos al gobierno de Boric, no han logrado construir un proyecto alternativo que pueda disputar el espacio con esos partidos.
Entre distintas agrupaciones de izquierda, como la Coordinadora de Movimientos Sociales, el Referente Político Social y otras, se están dando discusiones sobre cómo construir una alternativa a la Nueva Concertación. Sin embargo, vemos que hasta ahora todas esas agrupaciones repiten las fórmulas del Partido Comunista y del Frente Amplio: la lucha por derechos en el marco del Estado capitalista actual, a través de una “verdadera” Asamblea Constituyente o de algún tipo de cambio Constitucional. Nosotros creemos que ese proyecto lleva exactamente a lo que está pasando con el gobierno de Boric.
En nuestra opinión, no es posible solucionar los problemas de la masa trabajadora si no rompemos con la dominación de las grandes familias burguesas sobre el conjunto del país y si no destruimos el actual Estado, totalmente al servicio del empresariado. Es necesario construir un nuevo partido de los trabajadores, pero que tenga como eje de su programa la expropiación de las 10 familias más ricas y transnacionales, para poner la riqueza del país al servicio de solucionar los problemas del pueblo. Y que plantee la necesidad de que la clase trabajadora organizada tome el poder en sus manos y no deje piedra sobre piedra del Estado burgués que existe hoy. Ese proyecto solo puede ser construido a partir de las bases, de jóvenes y trabajadores en cada barrio, fábrica, mina, supermercado, liceo, etc. No hay forma de cambiar Chile que no sea a través de una revolución que barra con los políticos y partidos tradicionales y cuestione la dominación de la gran burguesía. Esto está cada día más evidente después del fracaso de la Convención Constitucional y el crecimiento de la extrema-derecha. Desde el MIT estamos dispuestos a ir en ese camino, para construir un verdadero partido revolucionario de la clase trabajadora y la juventud.
Prepararnos contra la ofensiva del gobierno y de la extrema-derecha
El avance de la extrema-derecha en el Consejo Constitucional trae enormes peligros. En primer lugar, la Nueva Constitución podrá ser aún peor que la Constitución de Pinochet, ya que la derecha conquistó la mayoría de los escaños en el actual Consejo. Eso plantea a las y los trabajadores la tarea de no permitir esos retrocesos, organizando movilizaciones y también el voto por el Rechazo en el Plebiscito de salida. También debemos estar atentos para el hecho de que no se realice el plebiscito de salida, ya que es posible que la derecha (incluidos los republicanos) y el gobierno lleguen a un nuevo acuerdo para cambiar la Constitución sin el peligro de sufrir un nuevo Rechazo a fin de año. No podemos ser ingenuos y creer que esos partidos no cambiarán las reglas del propio juego establecido por ellos.
Por otro lado, no podemos esperar nada del gobierno de Gabriel Boric, que girará aún más a la derecha después de esta nueva derrota. Los partidos del gobierno intentarán cada vez más llamar a las ”fuerzas democráticas” a unirse contra el supuesto “fascismo” del Partido Republicano. Nos intentarán engañar para que defendamos su gobierno y esta democracia burguesa, mientras es el propio gobierno y el Parlamento que mantienen la militarización de la Araucanía, refuerzan a Carabineros, niegan el derecho a los trabajadores a retirar su plata de las AFPs, etc. En segundo lugar, es necesario que la clase trabajadora y la juventud se reorganicen para luchar en defensa de sus condiciones de vida, que empeoran cada día. La CUT, las federaciones y sindicatos de trabajadores por todo el país y las organizaciones de juventud, como el Confech, deben ponerse a la cabeza de un pliego de demandas que movilice a la clase trabajadora de forma independiente del gobierno de Gabriel Boric. Desde el MIT tenemos propuestas en relación con ese pliego que pueden leer acá. Solo con movilización en la calle y organización es posible enfrentar a la extrema-derecha y exigir del gobierno medidas que beneficien al pueblo trabajador.