Frente al paradero hay un pequeño quiosco que vende cartones de lotería, la gente se acerca para comprar un cartón que tiene como nombre, en uno de sus premios, “Chao Jefe”. Allí, el sueño de verse libre para siempre del trabajo invade la cabeza de los que pasan.  

Sin embargo, al subirse a la apretada micro, uno se da cuenta que los $800 gastados en el cartón se tiraron a la basura. Porque la inmensa mayoría de nosotros está condenada a trabajar toda la vida. Al final de nuestra existencia, habremos trabajado de 8 a 12 horas por día, 26 días al mes, durante 35 a 40 años para luego recibir pensiones que nos entierran en la miseria. ¿Quién, en esas condiciones, no querría dar un adiós definitivo al patrón y disfrutar de la vida? 

El capitalismo nos presenta la relación entre el patrón y el trabajador como si fueran libres y justas. Pero no es así. Vivimos siempre bajo la amenaza de un despido o un recorte de derechos. Aun así, el trabajo es duro, también crea maravillas. Al trabajar se crean riquezas que antes no existían, del trigo se procesa la harina, de los árboles sale el papel y de la piedra salen las planchas de cobre. El Trabajador transforma una simple materia prima (el tronco del árbol, por ej) en otra cosa (el tronco en madera, la madera en una silla) usando su trabajo y herramientas. Él crea un producto que sirve para satisfacer una necesidad. 

El trabajo debería despertar la inteligencia, la cooperación y la solidaridad. Pero ¿Por qué no pasa eso? Porque en la sociedad capitalista pasa lo contrario: el trabajo no es la realización de nuestras capacidades y talentos, sino un sufrimiento al servicio del lucro, el lucro del patrón. 

El trabajo en el capitalismo 

Gran parte del fruto de nuestro trabajo es apropiado por los empresarios. La riqueza es producida por el/la trabajador/a, quien transforma las materias primas a través del trabajo que hace sobre ellas y le añade un valor adicional a su producto. La riqueza que resulta al vender ese producto, en vez de ser para quien hizo el trabajo de transformar, se queda en el bolsillo del empresario capitalista. El trabajador recibe en cambio un salario, que corresponde sólo a una pequeña parte de la riqueza que su trabajo produjo La diferencia entre lo que realmente produce y su salario es la plusvalía. Esa plusvalía se convierte en la ganancia del empresario, que se la apropia sólo por ser el dueño de las materias primas y las maquinarias. Entonces, el trabajador trabaja por un salario y el empresario explota porque paga sólo una parte de la riqueza y se queda con la plusvalía. Esa relación se conoce como explotación.  

Qué es y dónde está la explotación? 

La explotación es la apropiación de la plusvalía que generamos los trabajadores y que termina en los bolsillos del patrón. Y la ironía del sistema capitalista es que la explotación se da exactamente a través del hecho más esperado por el trabajador: ¡El pago del sueldo!  

Para poder graficar de forma más patente el robo en la explotación podemos tomar el caso de la minería: 

  • En el año 2012, en la división El Teniente había 14.000 trabajadores (de planta y subcontratados).  
  • Ese año, la producción total fue de 233 mil toneladas de Cobre, que valían más de 171.395 millones de pesos 
  • Calculando, la producción media de cada uno de los 14 mil trabajadores fue más de 12 millones de pesos aprox. al mes. 
  • Eso significa que cada trabajador genera $510.083 diarios
  • Aquí se ve el secreto de la explotación: Si el sueldo medio de los trabajadores es más o menos $800.000, quiere decir que cada trabajador dEl Teniente produce en un sólo día casi el valor completo de su propio sueldo. Pero, el contrato “libre y justo” establecido con el patrón, dice que el trabajador deberá trabajar 24 días y solamente después recibirá su sueldo. Esto significa que, en un mes, el trabajador trabajará 1 día y medio para pagar su sueldo y los otros 22 días trabajará absolutamente gratis. 
  • Parte del valor de esta riqueza generada por el trabajador va a los costos de producción: materias primas que se ocupan, máquinas que se desgastan, etc. Lo demás, es ganancia para el empresario. 
  • En el capitalismo la explotación no está en el hecho de que el sueldo sea alto o bajo. Si el sueldo del minero se duplicase hasta $1.600.000, entonces trabajaría 3 días para pagar su salario y 21 días gratis para el patrón. Si se triplicase hasta $2.400.000, trabajaría, 4 días para pagar su salario y 20 días gratis, y así sucesivamente.  
  • Lo mismo ocurre con las propuestas de reducción de jornada laboral, como ahora se discute rebajar a 40 horas semanales. Esta medida sería muy importante y afectan el lucro del patrón, pero es totalmente insuficiente, ya que no elimina la explotación. 
  • Es evidente que ese nivel de explotación cambia, dependiendo de la rama de la industria y de la profesión. Algunas categorías son más explotadas que otras, es decir, trabajan más tiempo gratis para el patrón. Otras, menos. Pero en todas las empresas los trabajadores venden su fuerza de trabajo durante un cierto tiempo a cambio de un sueldo. Ese fenómeno se repite: el trabajo gratuito para el patrón.  

La tasa de ganancia: el lucro directo del patrón 

No todo el valor producido por los trabajadores va directamente al bolsillo del patrón, porque parte de ella se reinvierte en la empresa y su funcionamiento. La Tasa de Ganancia, indica cuánto ha ganado un capitalista en un periodo de tiempo, a nivel de una fábrica o a nivel mundial. Se calcula con una fórmula:  Tasa de ganancia:plusvalía capital constante + capital variable   

Plusvalía: Valor que el trabajador le agrega al objeto que produce 

Capital constante: Lo que se gasta en maquinarias, nuevas tecnologías, etc. Este capital siempre está en aumento para mantener la eficiencia en la producción y así hacer la empresa más competitiva. 

Capital variable: Lo que se gasta en pagar los sueldos. 

Así podemos ver que, si el capital constante sube -porque los empresarios deben invertir en máquinas y herramientas-, la tasa de ganancia baja. Y como no pueden gastar menos en maquinaria, los capitalistas reducen el capital variable que son los sueldos y los trabajadores. 

Así, empresarios y gobiernos deben aplicar políticas y leyes que sirvan para mantener o aumentar la tasa de ganancia. Las empresas lo hacen a través de despidos, para poder pagar menos en sueldos e intensificar la explotación; y los gobiernos a través de reformas laborales que flexibilicen el trabajo y disminuyan las responsabilidades sociales (como aseguramiento de salud, vivienda, jubilación, etc.). 

Cuando los trabajadores hacen huelga por un aumento salarial, los patrones muestran cientos de tablas para probar que el aumento que se pide es inviable y que la empresa va a quebrar. Pero mienten, porque a pesar de los gastos el aumento pedido por los trabajadores nunca elimina el lucro o la ganancia de los empresarios ni los compromisos asumidos por las empresas junto a los proveedores y bancos, que se enriquecen a través de dicha explotación.  

La automatización y su rol en el capitalismo 

Otra forma de aumentar la tasa de ganancia es a través también de las mejoras tecnológicas, como la automatización. Esta presenta una contradicción dado que: por un lado, permite reemplazar al humano en trabajos peligrosos y extenuantes, trabajar menor cantidad de horas y a su vez seguir produciendo lo que requerimos para nuestro bienestar; pero, por otro lado, la automatización se usa para los objetivos del capitalista que es la acumulación de riquezas en manos de unos pocos. 

De esta forma, la automatización se ve como un enemigo de la clase trabajadora: generando despidos y llevándolos a ser parte de un ejército de desempleados que serán contratados por menores sueldos. Pero, es muy improbable que la automatización pueda copar todos los puestos de trabajo: el motor de generar riqueza para el patrón es la explotación de los trabajadores; sin ellos el patrón no obtiene plusvalía, porque a las máquinas no se les paga un sueldo.  Nosotros estamos a favor de la automatización y del avance de la técnica y ciencia, pero en beneficio del trabajador, para disminuir jornadas laborales con el mismo sueldo y contratar más personal en nuevas tareas. 

No más explotación. Que los trabajadores sean quienes controlemos la producción 

Expropiar a los empresarios -partiendo por los que generan masivos despidos y contaminan al medioambiente- y luego pasar la administración de las fábricas bajo control obrero permitirá la reducción de jornadas laborales para asegurar empleo para la mayor cantidad de trabajadores, sin disminución de sueldos y administrando la producción al conjunto de la población, porque recursos hay. Pero, para garantizar el control obrero de empresas, tendremos que sacar también a los gobiernos representantes de los empresarios, es decir los trabajadores tendremos que tomarnos el poder mediante una revolución socialista. 

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