por David Espinosa

Frente a la rebelión social que vive nuestro país, muchas organizaciones sociales, sindicatos y partidos políticos como Frente Amplio o el Partido Comunista levantan la bandera de una Asamblea Constituyente como una salida a la crisis actual.

Como la mayoría de nosotros sabemos, la Constitución de 1980 es una Constitución totalmente ilegítima, que fue elaborada e implementada por la Junta Militar de Pinochet. Esa Constitución no es un reflejo de las demandas populares, sino un reflejo de los intereses de los principales grupos empresariales nacionales e internacionales que apoyaron la dictadura y siguen mandando en nuestro país hasta hoy.

Es imprescindible acabar con la Constitución de 1980. Sin embargo, nuestro problema principal no es acabar con la Constitución en el papel. La Constitución de 1980 sintetiza, desde el punto de vista jurídico-legal, un orden político, económico y social, que llamamos neoliberalismo, una de las formas más brutales del capitalismo. Nosotros no queremos cambiar solamente en el papel, lo que está escrito. Queremos recuperar nuestras jubilaciones de las manos de los empresarios, nacionalizar los recursos naturales para poder ocupar el dinero del cobre para construir viviendas populares, más hospitales, tener una educación pública de calidad, etc. Queremos acabar con la salud y la educación privadas, invertir en políticas de combate al machismo, aumentar los sueldos para garantizar una vida digna para nuestro pueblo. El pueblo chileno y los inmigrantes que viven acá tenemos esas y muchas otras demandas.

Podríamos pensar, entonces, que cambiar la Constitución en una Asamblea Constituyente sería la solución para todas nuestras demandas, ya que todos los problemas que tenemos son originados por la Constitución de 1980. Sin embargo, eso no es así. Todo el proyecto neoliberal implementado en Chile no empezó cuando un grupo de juristas, dirigidos por Jaime Guzmán, escribió la Constitución. Ese proyecto empezó con el golpe militar de 1973, financiado y preparado por los grandes empresarios, por Estados Unidos y los militares. La Constitución de 1980 vino 7 años después, para ordenar jurídicamente todo lo que los militares habían hecho y estaban haciendo para defender a los grandes empresarios y a las transnacionales que habían perdido terreno con el ascenso popular de inicio de los años 1970.

¿Por qué entender que eso es importante para pensar los próximos pasos de nuestro movimiento hoy? Porque debemos saber que los grandes y profundos cambios que necesitamos no se van a dar cambiando una ley, por más importante que sea esa ley. Podemos juntar a millones de trabajadores y trabajadoras por todo el país, elaborar un tremendo proyecto de Constitución… pero, ¿cómo garantizamos que esa nueva Constitución será respetada? Esta es la discusión más importante. ¿Cómo garantizar que se respeten las decisiones de la amplia mayoría si los que gobiernan representan a una ínfima minoría?

Para entender lo que pasaría con una Asamblea Constituyente actualmente, veamos un ejemplo. Lo que pasó con la lucha contra las AFPs.

Nosotros salimos a las calles en innumerables marchas los últimos años. La mayoría de los chilenos y chilenas ya nos dimos cuenta que las AFPs son una estafa, un robo, que un grupo pequeño de empresarios lucra de forma descarada con nuestra plata y después nos pagan pensiones miserables. Bueno, cómo ya nos dimos cuenta de eso, salimos a las calles. Hicimos manifestaciones enormes, la más grande de más de 1 millón de personas. No hay ninguna duda que la mayoría de la población está en contra de las AFPs. El Movimiento NO + AFP, la dirección de esas manifestaciones, elaboró un nuevo proyecto para el Sistema de Pensiones, donde demuestran con muchos datos de economistas, estadísticos, etc., que un sistema público de pensiones es viable y posible. El movimiento NO + AFP sintetizó todo eso en una IPL – Iniciativa Popular de Ley. Hicimos un plebiscito popular – más de 1 millón de personas votaron. Nada de eso sirvió, porque no estaba previsto en la Ley. Y los políticos? El gobierno y el parlamento, qué hicieron? Bachelet propuso una nueva AFP… estatal. Después vino Piñera y presentó un proyecto que… da más plata para las AFPS y otras empresas!

O sea, todo el esfuerzo que hicimos, marchas pacíficas, plebiscitos, elaboración de una ley con demostración técnica de su viabilidad, etc., todo eso fue tirado a la basura por el gobierno y el Parlamento. ¡Obvio! El gobierno y la mayoría de los parlamentarios ¡son financiados por los dueños de las AFPs! De esa forma, no logramos ningún cambio. La única conclusión que sacaron millones de trabajadores es que todo lo que hicimos no nos sirvió para nada y que los representantes de NO + AFP se vendieron.

Con la elaboración de una nueva Constitución pasaría exactamente lo mismo. Pero haríamos mucho más esfuerzos para elaborar una Nueva Constitución y después eso llevaria… a nada.

Habría dos formas de hacer una Asamblea Constituyente. Una, la más «normal», que se dio en Ecuador, Bolivia, Brasil y en varios otros países en las últimas décadas, es la siguiente: bajo la presión popular, el gobierno de turno va y convoca una Asamblea Constituyente. El gobierno (o el Parlamento) define los criterios de elección de los representantes para la Asamblea Constituyente – en Ecuador, por ejemplo, fueron 2 representantes para cada región. La Asamblea Constituyente no es muy distinta al Parlamento. Con mucha presión popular puede que sea un poco más democrática. En todos los países donde hubo Asambleas Constituyentes convocadas por los gobiernos, los partidos gobernantes ganaron la mayoría, porque siempre tienen mucho más recurso para hacer sus campañas. Y esos partidos siempre tienen apoyo de grandes grupos empresariales, ya que los empresarios son los que tienen los recursos para financiar las campañas electorales.

Pensemos en Chile. Obviamente todos sabemos que Piñera no va a convocar una Asamblea Constituyente. Si el gobierno o el Parlamento, para salvar su cuello, convocan a una Constituyente, va a ser bajo sus criterios, o sea, será casi imposible que las demandas populares sean representadas en esa Constituyente. Hoy, la propia Constitución del 80 no tiene mecanismos para convocar a una Asamblea Constituyente, lo que lo hace casi imposible por los medios legales.

Entonces la primera tarea que tenemos es derrumbar al gobierno de Piñera y al Parlamento con nuestra movilización.

Imaginemos un escenario muy positivo. Cae Piñera y su gobierno. Se anticipan las elecciones. Entra un gobierno de «izquierda» con el Partido Comunista y el Frente Amplio, los que defienden la Constituyente. Ellos entonces convocan a una amplia y democrática Asamblea Constituyente. El primer problema que tienen los trabajadores es que sus representantes sean electos para la Constituyente, ya que los empresarios, los dueños de las AFPs, de la Salud privada, etc. tienen mucho más recursos para disputar esas elecciones. Lo más probable es que los empresarios ganen esas elecciones. Si los empresarios y sus representantes ganan esas elecciones, todo ese proceso de la Asamblea Constituyente va a terminar… en nada.

Pero supongamos que la clase trabajadora logra ganar esas elecciones y ser la mayoría en esa Asamblea Constituyente. Perfecto. Entonces se abre un gran debate, que puede durar años (entre el inicio de una Asamblea Constituyente y la aprobación de la nueva Constitución pueden pasar 3 o 4 años, como en Ecuador y Bolivia). Si pasan 3 o 4 años sin grandes cambios, seguramente veremos un nuevo estallido social. Pero supongamos que no venga el estallido social, ya que toda la clase trabajadora está determinada a vencer la Asamblea Constituyente. Entonces al final, se elabora una nueva Constitución. Esa nueva Constitución, en el papel, dice que no habrá más AFPs, que la salud será un derecho de todos y obligación del Estado, que la educación será pública y gratuita, etc. En el papel, todo es perfecto. Y cómo hacemos que los empresarios y las transnacionales lo respeten? O alguien cree que los dueños de las AFPs, las grandes empresas transcionales que controlan el cobre, los dueños de la Educación privada, nos van a entregar sus propiedades? Por qué harian eso? ¿Por que respetarían la Constitución? Lo primero que harían si ven que sus intereses están amenazados sería dar un nuevo golpe militar, como hicieron en 1973.

La segunda forma de hacer una Asamblea Constituyente sería realizarla sin que el gobierno o el Parlamento la convoquen. Entonces organizamos un proceso popular. Hacemos cabildos en todo el país… los trabajadores, pobladores, jóvenes, mujeres, mapuche, todos participan. Elaboramos un tremendo documento que daría respuesta a todos los problemas de los trabajadores….¿ y qué? Si los que gobiernan siguen siendo los mismos, los políticos representantes de los empresarios, de la burguesía, ¿¿ellos implementarían ese proyecto??

En resumen, por donde veamos, la Asamblea Constituyente es una trampa, un callejón sin salida.

Pero entonces, ¿cómo cambiamos las cosas? ¿Es posible?

El estallido social que estamos viviendo da muchas luces sobre como podemos cambiar las cosas. En menos de una semana, el gobierno de Piñera y el Parlamento nunca trabajaron tanto! Piñera ya anunció que va a subir los sueldos, las jubilaciones, etc. Ya logramos congelar el precio del transporte, de la luz. El Congreso ya aprobó legislar sobre la jornada laboral de 40h! El proyecto de ley de las 40h estaba hace 4 años en el Congreso! Ahora lo sacaron rápidamente y lo aprobaron. En menos de una semana, renunciaron casi todos los ministros. ¿Cómo hicimos eso? Cómo fue posible? Fue posible porque millones salimos a las calles con rabia, con odio, con impaciencia. Perdimos la paciencia. Ya no hicimos solamente marchas pacíficas. Hicimos barricadas, muchos saquearon supermercados, destruyeron AFPs, bancos, quemaron los metros, las micros. La rabia sobrepasó a los Carabineros. El gobierno fue obligado a poner a los militares en la calle, lo que generó más rabia. De nuestro lado, hay 20 muertos, miles de detenidos, heridos, desaparecidos y torturados. Pero el gobierno tuvo que retroceder. Tuvo que sacar los militares de las calles.

Pero nuestro nivel de organización, como clase trabajadora y pueblo, todavía es muy bajo. Estamos muy desorganizados. La rabia explotó de forma espontánea, sin que nosotros tuviéramos un proyecto claro de donde queremos llegar y organizaciones que pudieron orientar a toda esa rebelión popular.

Con todo ese estallido social, nosotros pudimos ver las cosas de forma más clara. Pudimos ver quienes son nuestros enemigos. Sabemos que no son solamente Piñera y Chadwick. Son todos los privilegiados, los ricos, los grandes empresarios, los que nos saquean cotidianamente. ¿Y cómo se defienden ellos de nuestra furia? Su última opción es poner a los militares en las calles. Esa es su última defensa. Los ricos como Luksic, Matte, Angelini e incluso los dueños de las transnacionales son muy pocos, no pueden defenderse solos. Por eso tienen que utilizar a muchos de sus funcionarios para defenderlos – la mayoría de los políticos, los medios de comunicación, la policía, el ejército, etc. Pero el ejército, esa última defensa, tampoco es indestructible, porque las tropas de los militares se cansan de reprimir, se cuestionan, muchos son hijos de obreros, de profesoras, padres de estudiantes que están en las calles. No es todo el ejército parte de los sectores privilegiados de este país. La mayoría del ejército es de nuestra clase, de la clase trabajadora. Y con más rabia, más lucha y más determinación, podemos romper también al ejército. Eso todavía no se ha dado, pero en un próximo estallido, sin duda esa cuestión se planteará nuevamente.

¿Por qué llegamos al ejército? Porque al fin de cuentas, los que controlan las armas son los que tienen el poder. El ejército, las Fuerzas Armadas, son los que pueden garantizar el poder de los ricos y poderosos. Por eso en 1973, cuando los ricos estaban perdiendo sus propiedades, tuvieron que hacer un acuerdo con Pinochet y los milicos para salvarles la cabeza. Y ahora se dio lo mismo, los ricos y el gobierno tuvieron que sacarlos a las calles cuando la cosa estaba totalmente fuera del control.

¿Qué significa eso?

Significa que si la clase trabajadora y los sectores populares no empiezan a discutir ese tema, cómo ganar a un sector de las Fuerzas Armadas para nuestro lado, no vamos a conquistar nuestras demandas. Podemos hacer muchas discusiones, muchos proyectos de Ley, hasta elaborar una nueva Constitución. Sin embargo, mientras no tengamos una parte del ejército, de la policía y a los trabajadores armados, no podremos implementar ninguna de esas medidas. Mientras la clase trabajadora no tome el poder en sus manos, no habrá ninguna garantía que una nueva Constitución será respetada.

Pero la clase trabajadora hoy, en este momento, no está suficientemente organizada para tomar el poder en sus manos. No tenemos organizaciones suficientes en los barrios, en las fábricas, en las minas. No tenemos un partido político que defienda a los intereses de los trabajadores. La mayoría de los sindicatos están en las manos de burócratas, lejos de los trabajadores. Ahora, recién, empiezan a surgir las asambleas territoriales y cabildos, donde la gente se junta para discutir qué hacer. Ésa es la organización popular que necesitamos, éso es lo que tenemos que desarrollar. Pero no sólo en los barrios, sino en todas partes. Tenemos que organizarnos en nuestros lugares de trabajo, en los colegios. Recuperar los sindicatos para las manos de los trabajadores, sacar a los dirigentes que defienden a los patrones. Toda esa lucha tiene que darse junto con el ¡Fuera Piñera!, con la lucha por nuestros derechos. En ese camino podremos avanzar en nuestra organización para que, cuando se den las condiciones, los trabajadores tomemos el poder y realicemos los cambios que necesitamos.

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