Desde el 20 al 27 de septiembre se vive en todo el mundo la semana contra el grave cambio climático, apuntada a concientizar y dar una demostración de fuerza “ciudadana” hacia los gobiernos y distintas corporaciones sobre el peligro del cambio climático y el escenario de catástrofe medioambiental en el cual se encuentra el mundo.

Esta crisis ecológica global ya tiene consecuencias concretas:

  • Daño masivo a la biodiversidad, con una tasa de extinción diez mil veces superior a la extinción natural de las especies. Casi un millón de especies amenazadas
  • Reducción del 52% de especies animales en sólo 40 años, y un 76% de especies de agua dulce, por destrucción o contaminación de lagos y ríos
  • Aumento de la temperatura global más de un grado, lo que provoca derretimiento masivo de glaciares, acidificación de aguas e incapacidad de los suelos de producir alimentos

Ante esta situación, los distintos gobiernos y empresas capitalistas nos traspasan la culpa a nosotros, la juventud y la clase trabajadora, porque supuestamente nuestros hábitos de consumo están destruyendo el planeta: la culpa es de quienes consumen carne, de quienes consumen soya, de quienes no utilizan la bicicleta, y de quienes no tienen hábitos de reciclaje. Sin embargo, desde 1992, cuando nace la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, no se ha producido mejorías. Al contrario, luego de 27 años y 24 conferencias internacionales la situación ha empeorado.

Capitalismo: origen del agravamiento del cambio climático

Los cambios climáticos son parte de la vida natural del planeta. El surgimiento del capitalismo como sistema mundial, hace apenas unos 200 años, marca el inicio de la mayor intervención humana sobre las condiciones del medio ambiente. Lo que estamos viviendo es el efecto acelerado de la actividad productiva descontrolada sobre las condiciones climáticas. Por lo tanto, el problema medioambiental, no puede explicarse sin considerar la relación sociedad -naturaleza y la forma de producir que tiene la sociedad para obtener lo que necesita a diario en su subsistencia.

El capitalismo ha sido totalmente incapaz de organizar la sociedad de forma racional y eficiente. Desarrolló tecnología que podría solucionar todos los problemas de la humanidad, pero la lógica de la producción para el lucro termina concentrando gran parte de la riqueza que es producida en la mano de una ínfima minoría. En el capitalismo se produce lo que genera ganancias, no lo que sirve para satisfacer a las reales necesidades de la mayoría de la población del mundo.

Los capitalistas imponen niveles de producción que aplastan a los trabajadores y exprimen al máximo los recursos naturales. La mega producción industrial, sin planificación racional y sostenible ha modificado grandes zonas geográficas, y los residuos que se acumulan sin tratamiento sobre el suelo y el fondo marino, sobrepasan lo tolerado por la atmósfera acelerando el calentamiento global que es un proceso natural de cambio en la temperatura terrestre. El efecto es la ocurrencia de sequías, huracanes e inundaciones más drásticas cada vez. Sufren las comunidades más desprotegidas y débiles, esas que sobreviven de sus pequeños huertos y sus pocos animales, como las de países pobres de África y Asia, o incluso de Chile, en las comunas de Petorca o Salamanca.

La agroindustria y la crianza industrial de ganado, consumen inmensas cantidades de agua para producir alimentos y aun así, desde hace tres años, en el mundo hay más de 870 millones de personas que sufren por la crisis alimentaria, forma elegante de decir que no tienen qué comer de manera crónica. 870 millones es igual a 51 veces la población total de Chile.

Según la FAO (organismo de la ONU, para erradicar el hambre), en el planeta se produce el doble de la cantidad de alimentos que necesitan sus 7 mil millones de habitantes, pero anualmente se desperdicia un tercio de la producción, unos 1.300 millones de toneladas. Es decir, la producción de alimento no se reparte según las necesidades. El origen del hambre no está en la supuesta sobrepoblación humana, sino en los mecanismos de distribución, que responden a la mayor obtención de ganancias en el negocio de la alimentación.

Es lógico, pero hay que decirlo. Ni siquiera las crisis ambientales golpean por igual a pobres y ricos. ¿Cuántos capitalistas viven en Quinteros o en Petorca? Ninguno. ¿Cuántos en las comunidades de la Amazonía? Ninguno. Por eso hablamos de crisis civilizatoria. Es la sociedad capitalista la que está en decadencia y provoca estas situaciones extremas.

La preocupación mundial crece

En Francia, país cuna de valores como la libertad, las manifestaciones han terminado con fuerte represión del gobierno de Macron, quien paradojalmente, estará en diciembre en la realización de la COP25 (Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático) que este año tendrá su sede en Chile. Pequeños agricultores y crianceros de La Ligua, en Petorca, cortaron la Ruta 5 el domingo 22 en protesta por el saqueo del agua que hacen las mineras. Fueron reprimidos y detenidos por la fuerza policial, mientras el gobierno de Piñera, quien va a liderar la COP25, afirma que va a estudiar el caso de la zona, que ya lleva 12 años con sequía crónica. Eso demuestra a las claras, el tipo de “orden” que protegen los gobiernos.

Por otra parte, surgen iniciativas para cambiar la conciencia y el modo de consumo, en el marco de una economía mundial sustentable y con respeto a las comunidades. Las llamadas “huelgas” ambientales, que en realidad son grandes concentraciones impulsan a tomar acciones individuales como el reciclaje, el consumo responsable y el comercio justo. Sin embargo, esas acciones intermedias no son un remedio, sino un calmante que sólo agravan la situación. Este lunes, Piñera recibió un premio en reconocimiento por su aporte a la lucha contra el cambio climático, a pesar de que mantiene el Código de Aguas que da los derechos plenos del agua a los privados para su explotación y el subsidio estatal a las forestales para plantar pinos y eucaliptos, especies que han secado las napas en la región de Arauco.

El cambio de conciencia no reemplaza el cambio de sistema. No hay posibilidad alguna de una economía sustentable en el marco del capitalismo

El llamado que hacen múltiples organizaciones y partidos políticos, de emplazar y denunciar a los causantes del daño, las empresas, para que con sus ganancias “paguen” los daños y se avance a una justicia climática, es falso y confuso.

Falso, porque esconden el actuar de los empresarios cuando se ven atacados en sus intereses. No hay más que mirar los miles de casos de activistas muertos por todo el mundo, en falsos suicidios o ajusticiados por sicarios pagados por las empresas saqueadoras, como Berta Cáceres en Honduras o Macarena Valdés y Alejandro Castro en Chile. O la represión al pueblo mapuche por levantarse contra las forestales. Los empresarios ocultan informes de expertos, pagan asesorías favorables para ellos, hacen donaciones y campañas de mitigación para controlar a las comunidades, pagan millones al lobby con los parlamentarios para que voten en su favor, y además, persiguen y matan a los luchadores. El concepto de “justicia climática”, de que los ricos paguen lo que sufren los pobres a causa de los desastres ambientales, también es falso. La riqueza que se acapara en el capitalismo proviene de la explotación y la plusvalía. Esa riqueza concentrada da el poder suficiente para que el 1% de la población del mundo decida por los demás. Si esa concentración no se elimina, las empresas podrán donar y hasta pagar millonarias multas para paliar los efectos del desastre natural en algunos casos, pero seguirán explotando y devastando el ambiente en otro lugar, porque esa es la esencia de la producción capitalista.

La propuesta ecologista es confusa. Diluye en un gran “todos podemos hacer algo” la tarea que es de los trabajadores del mundo, de conducir y controlar la producción mundial, única manera de cambiar la matriz productiva. El cambio de conciencia es necesario, las acciones de reciclaje son útiles, pero no resuelven el problema originado en la forma de producir que causa la desigualdad en el mundo. Hay 870 millones de personas en el mundo que no podrán participar de las grandes marchas de esta semana porque no tienen qué comer.

Los políticos que insisten en afirmar que las salidas como reciclar la basura, reducir el consumo, cambiar la dieta, y votar por quienes defienden el medio ambiente, sirven para enfrentar la actual crisis civilizatoria, se hacen cómplices. Retrasan la conciencia de los trabajadores, para identificar el origen del problema. Acortan el tiempo que nos resta para emprender la mayor lucha de todas: la lucha organizada contra el capitalismo que nos condena a la barbarie.

Desde el MIT planteamos las tareas que los trabajadores, trabajadoras y la juventud deben tomar en sus manos para cambiar este sistema

·        Nacionalización de las mineras, generadoras eléctricas, forestales, pesqueras, petroleras, proyectos agroindustriales y bancos. Que sus trabajadores organicen y decidan la producción

·        Derogación de leyes que legalizan el saqueo: Código de Aguas, Decreto 701, Ley de Pesca, Ley Minera. Protección y fomento a la pesca artesanal

·        Estatización del agua y servicios sanitarios en una empresa nacional

·        Fin al monocultivo de pino y eucalipto. Fin al cultivo extensivo de paltos

·        Plan nacional de Reforestación con especies nativas, controlado por las comunidades territoriales, para el manejo sostenible de los bosques

·        No más zonas de sacrificio. Que los trabajadores y pobladores organizados con democracia obrera controlen los planes de contingencia, reparación y desarrollo

·        Creación de nuevos puestos de trabajo con tecnologías limpias y reducción de jornada laboral para absorber la cesantía

·        ¡A movilizarnos contra la crisis climática y contra el capitalismo! Todas y todos a la jornada mundial del 27 de septiembre

·        Por una Revolución Socialista y un gobierno obrero y popular que ponga fin al capitalismo en Chile, y en el mundo. Súmate a la construcción del MIT y de la Liga Internacional de Trabajadores

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