Muchas de las fábricas contaminantes no siguen ninguna normativa ni planes de reducción de gases tóxicos. La necesidad de que la clase trabajadora y las comunidades tomen control de esas fábricas para apalear esos daños, luchar por una mejor calidad de vida y poder organizar y distribuir la producción se vuelve urgente. Diversas organizaciones sociales y políticas colocan como centro de la discusión la necesidad del cierre de fábricas ¿esa es la solución?

Por Christian Berríos


La discusión sobre la catástrofe ambiental usualmente tiene dos ejes donde se enmarcan las distintas posturas políticas. Por una parte, están los impulsores del “capitalismo verde”, quienes defienden que este modelo económico es sustentable, y por otra están varias organizaciones de izquierda que con una tibia crítica hacia el capitalismo -o a la gran industria- llaman a cerrar las fábricas contaminantes y dicen que es posible un “buen vivir” si no hay industrias

Mientras exista el capitalismo todo intento para poder revertir o frenar la catástrofe ambiental será inútil

En la sociedad en que vivimos toda la producción de bienes y servicios está enfocada para la acumulación privada y no para el bienestar del conjunto de la población. Sin acumulación privada, no hay incentivo para el empresario. Por ejemplo, a un empresario minero solo le interesa obtener ganancias por la venta del cobre, y le da lo mismo si es que en el proceso contamina. Para no contaminar, tendría que invertir más dinero, es decir, gastar más plata y ganar menos, por tanto, no lo hace. Por eso decimos que los defensores de las reformas ambientales en el capitalismo chocan con un elemento central de este… que las empresas están al servicio de la acumulación de la riqueza para los empresarios y no para los intereses de las comunidades.

Los principales países imperialistas y emisores de contaminantes han realizado, en las últimas décadas, docenas de encuentros y conferencias que han terminado sin cualquier solución al problema ambiental. El principal de ellos -y que lleva más de 20 años de fracasos- son las “Conferencias de las Partes” de la Convención Marco de la ONU sobre el cambio climático. Se han realizado 26 conferencias para abordar la problemática medioambiental y ninguna ha tenido resultados positivos. Es más, en la última conferencia -realizada en París- se adoptaron medidas voluntarias para los 125 países, de los cuales EE.UU. ya se retiró, mientras que los demás países -gobernados por sus capitalistas respectivos- se colocan metas que lejos están de cambiar el escenario.

Reportajes hechos por el periódico “The Guardian”, mencionan como solo 100 empresas generan el 70% de emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero) en todo el mundo. Exxon Mobile, Shell, British Petroleum y Chevron son las más contaminantes. Estas se encuentran en su gran mayoría en territorios del sudeste asiático y del Asia oriental, pero son de propiedad norte-americana o europea.

Otras fábricas son contaminantes en las comunidades aledañas, como en Quintero, porque existe una nula inversión y regulación en la emisión de gases tóxicos, todo en el marco de “maximizar ganancias” para el empresario. En ese marco, es que la clase trabajadora y las comunidades deben colocarse a la cabeza de la investigación de las fábricas contaminantes en primer lugar y exigir medidas reales de control de la contaminación. Estas medidas tienen que ser fiscalizadas por las comunidades y trabajadores de las empresas. Se vuelve urgente una política que logre vincular a los trabajadores de las fábricas y la población que se ve afectada por la usura de los empresarios. Es urgente también porque el capitalismo, a pasos muy veloces, está destruyendo nuestro planeta.

El socialismo como única solución

Todas las empresas funcionan para la acumulación de riqueza para los patrones; los gobiernos y las autoridades locales no regulan porque los municipios, el parlamento y el Estado están al servicio de los empresarios. El empresario contamina porque nadie lo controla. Los que sufren con la contaminación, como siempre, son los trabajadores y las comunidades. Por otro lado, los obreros/as y sus familias viven de su trabajo en las fábricas, cerrar las industrias significaría desempleo, como lo que ocurrió con IANSA o Maersk.

En esta sociedad sí podemos tomar medidas parciales para el control de la contaminación, pero su fin solo es posible con el fin del sistema capitalista. Si las industrias estuvieran controladas por los mismos obreros y por las comunidades, ellos verían qué producir y en qué medida, si contaminan darían una respuesta inmediata porque son ellos mismos los que se ven afectados. De esta manera se elimina el problema de la acumulación privada del empresariado. Tener las empresas y fábricas administradas de esta forma es la base del socialismo.

No podemos confiarle el futuro de nuestro planeta a los empresarios que contaminan y que tienen en esta crisis a nuestra tierra.

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