Las noticias que nos llegan desde diversos lugares del planeta son, cuando menos, inquietantes. La Pandemia del COVID, la crisis económica cada vez más grave, las protestas en Estados Unidos y otros lugares del mundo, etc., nos muestran una situación que ha cambiado radicalmente todo el panorama. Ya nada volverá a ser igual, para bien o para mal. Y nadie está ajeno a esto.

En nuestros lugares de trabajo, en nuestros barrios y poblaciones, en nuestras familias y círculos de amistad, somos todos testigos de un creciente e innegable deterioro de nuestras condiciones de vida. La cesantía galopa veloz en nuestras poblaciones, la plata no alcanza y nuestra salud corre riesgo permanente. Por supuesto, esto sucede sólo a la clase trabajadora. Las clases altas cuentan con muy buena salud, cuarentenas que son vacaciones pagadas, alimento ilimitado, enormes casas y campos, y sus abultadas billeteras se mantienen millonarias. Y esto es una realidad generalizada, en todos los países de todos los continentes.

Los trabajadores de la minería no están, por supuesto, apartados de esta realidad. Las faenas en todo el país han seguido funcionando en medio de la Pandemia. El hacinamiento y los riesgos de salud ya comienzan a hacer estragos. Contagios masivos son imposible de prevenir sin el cese de la producción. “El sueldo de Chile” -la forma en que llaman a la producción de cobre en particular- hoy se está ganando a costa de la salud y la vida de nuestros compañeros y compañeras que trabajan en faenas mineras. Esto, mientras los dueños de las mineras, los que se llevan la parte grande de la torta, dirigen sus compañías desde alguna bella cabaña equipada en algún rincón paradisíaco del planeta. La economía mundial debe seguir funcionando, al costo que sea. Nuestras vidas no importan. Y esta es la realidad que viven todos los trabajadores, en todas las áreas de la economía, de Chile, y del mundo entero.

Chile y Estados Unidos. Mismo problema: el sistema capitalista

Las protestas que vemos a diario en los Estados Unidos no corresponden a un mundo lejano que no tenga relación con nuestra realidad. El sistema capitalista, para afianzar su dominación, divide a los trabajadores, en personas de primera y segunda categoría. Así, en Estados Unidos la población negra padece la peor de las miserias en comparación con la población blanca. El pueblo afroamericano, en general, tiene los peores empleos, gana mas bajos salarios, y tiene menos oportunidades. En este contexto, los más castigados y humillados durante siglos, los negros, se han sublevado contra la violencia racial de la policía, y ya conquistan el apoyo de las y los trabajadores latinos, blancos, asiáticos, etc.

Y la segregación, la división entre trabajadores de primera y segunda categoría también la conocemos y vivimos los mineros. La nefasta subcontratación en la minería ha permitido el surgimiento de dos sectores: los de planta y los contratistas. Diferencias en salarios, condiciones laborales, derecho a la salud y un largo etcétera., son una de las formas en que la patronal nos divide para así someternos mejor. Como vemos, el sistema económico y social del capitalismo penetra en todos los lugares. Se podría decir que los trabajadores subcontratados son los “negros” de la minería.

Y no podemos olvidar que gran parte del dinero generado por el negocio del cobre y la minería en general, se lo llevan empresas transnacionales, imperialistas. Y las empresas estadounidenses son de las mas poderosas en esta área. Son miles de millones de dólares que estas empresas ganan gracias al sudor de toda la clase obrera minera. Y la clase obrera minera no existe sólo en Chile, sino en todo el mundo. Y los que ganan gracias a nuestro trabajo, al final del camino, son las mismas empresas transnacionales. Mientras las empresas mineras devoran los recursos naturales, dañan al medio ambiente de manera irreparable, dejan en manos de los trabajadores sueldos míseros y el riesgo de perder la salud y la vida.

La mayoría de las dirigencias de los sindicatos, tanto en la minería como en el resto de las áreas económicas, nos lleva a pelear siempre aislados. Pero ya no basta con pelear divididos por sindicato, por empresa, por faena, etc. Tampoco basta pelear divididos trabajadores mineros con el resto de la clase obrera en Chile. El problema que se presenta hoy ante todos los pobres del mundo es un sistema inhumano, que pone la ganancia de dinero por encima de nuestras vidas. Y eso sucede en Chile y en todo el mundo. Todos los países del planeta están gobernados por el sistema capitalista, donde existen pobres y ricos, obreros y patrones, explotados y explotadores. El capitalismo está llevando a la humanidad a una situación límite. Sólo los trabajadores podemos detenerlo.

Y para enfrentar esta verdadera catástrofe que se avecina, es necesaria la unidad de las y los trabajadores por encima de todas las divisiones que nos imponen. De la lucha que se libra en las calles de Estados Unidos también depende de nuestro futuro, pues el enemigo al que enfrentan es el mismo que el que nos explota acá: los empresarios capitalistas.

Llegó la hora de unir a la clase obrera internacional. De escribir nuestra propia historia. La de la clase obrera mundial derribando al sistema capitalista

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