Este 18 de mayo se cumplen 15 años desde la Tragedia de Antuco, cuando 45 soldados del Ejército de Chile quedaron enterrados bajo metros de nieve en la ladera del volcán Antuco. Los fallecidos fueron un sargento cocinero y 44 conscriptos, jóvenes de 19 años provenientes de familias campesinas pobres por lo que varios de ellos buscaban hacer futuro en el ejército. Vidas cegadas en la plenitud de la vida.
La investigación posterior reveló una serie de errores cometidos por los instructores y la oficialidad, producto de lo cual fueron encontrados culpables estos oficiales, encontrándose al Mayor Patricio Cereceda como el oficial de mayor responsabilidad en esta tragedia siendo condenado a 5 años de cárcel quien fue dejado en libertad a los tres años. A los demás oficiales les correspondieron penas inferiores que las del mayor Cereceda.
Son 15 años de una tragedia que nunca debió pasar, en la que el Ejército de Chile y el Estado de Chile son los máximos responsables de lo que ocurrió ese fatídico 18 de mayo. Existen doctrinas militares tan retrógradas como por ejemplo el juramento a la bandera en donde se les hace jurar a los conscriptos que van a “obedecer con prontitud y puntualidad las órdenes de mis superiores” sean cuales sean aquellas órdenes “hasta rendir la vida si fuese necesario” “y poner todo empeño en ser un soldado valiente”. Digamos que esto sólo es para que el conscripto y la tropa (los “inferiores”) lo hagan realidad porque lo que es los “superiores” todos salvaron el pellejo solitos, ninguno hizo algo por salvar alguno de los jóvenes, única excepción hecha por el valiente sargento cocinero.
Se ve un total desprecio a la vida, a la vida de los otros los “inferiores” por parte de los oficiales “superiores”. Y esto es así porque ellos, los oficiales, pertenecen a otra clase social y defienden los intereses de esa otra clase social, lo mismo que los jueces, ministros, parlamentarios, obispos, presidente, o sea, todos ellos pertenecen y defienden los intereses de los Luksic. Angelini, Matte, Paulmann, Said, Solari Falabella, Ponce Lerou, de la clase social de la burguesía quienes representan al 1 % de la población pero se llevan más del 30 % de las utilidades del país.
Los 45 fallecidos en Antuco pertenecen al “perraje”, vienen de la clase que estudia en los colegios municipales, que se atiende en los consultorios, se jubila en las AFPs, recibe pensiones solidarias, a la clase de los explotados y oprimidos, de la clase llamada Proletariado.
Y ese desprecio a la vida de los otros, los “inferiores”, lo vemos reflejado en todo momento y en cualquier lugar. La última gran demostración de aquello es la manera en que los gobiernos de los “superiores” (Trump, Bolsonaro, Piñera) han manejado la crisis sanitaria mundial, con un desprecio total hacia la vida de los trabajadores preocupándose que no pare la producción y la ganancia aunque sea a costa de la vida de los trabajadores “inferiores”.
La diferencia con lo que ocurrió hace 15 años, el asesinato de 45 hombres, jóvenes en su mayoría, a manos del aparato armado que defiende los intereses de los “superiores”, el Ejército: la diferencia digo con aquel momento es que hoy estamos en medio de una revolución. Esta revolución iniciada contra tanta corrupción, robo, explotación, y vejámenes de parte de la clase de los “superiores” contra la enorme mayoría de la sociedad, la clase de los “inferiores”.
Hoy, cuando ya se inició la preparación para una intervención armada de las FFAA para derrotar esta revolución, la tropa debe seguir el ejemplo de David Veloso y no obedecer las órdenes asesinas de los “superiores”, si estas órdenes son tan despreciables como las del mayor Cereceda y atentan contra la población civil o la vida de los soldados.
Juicio y castigo a los asesinos de Antuco
Todo el respeto y solidaridad para los 45 de Antuco