Este lunes, nuestra compañera María Rivera defendió, en la Comisión de Medioambiente y Modelo Económico de la Convención Constitucional, una propuesta que plantea la Planificación Económica y la Socialización de las Grandes Empresas y Bancos del país. Esta norma tiene como objetivo reorganizar la economía chilena con base a las necesidades de la mayoría de la población y no de los grandes empresarios y transnacionales. Abajo dejamos su discurso de presentación y la Norma completa.

Por la Socialización de los Medios de Producción y Planificación social
de la Económica

I. Fundamentos

El modo de producción capitalista, dominante en todo el planeta, tiene consecuencias
nefastas para la humanidad y el conjunto de la naturaleza. Ese modo de producción no
tiene como objetivo generar mejores condiciones de vida a los seres humanos ni mantener
una relación armónica entre la humanidad, los demás seres vivos y el conjunto de la
naturaleza. El principal objetivo de la producción capitalista es acumular riquezas en las
manos de los dueños de las grandes empresas y bancos a través de la explotación de la
mayoría de la clase trabajadora.
El capitalismo lleva necesariamente a la destrucción masiva de la naturaleza y a la miseria
de millones de personas. La competencia entre los grandes grupos económicos (y
consecuentemente entre sus Estados nacionales) no permite que se disminuya el ritmo de
producción y acumulación. En la lógica capitalista, las empresas que no realizan una
permanente revolución tecnológica y no están en constante búsqueda de aumentar la
explotación de las y los trabajadores no pueden competir y tenderán a desaparecer y con
eso dejar de enriquecer a sus dueños. Por eso, cada día son producidas tecnologías más
avanzadas con el objetivo de producir más mercancías con menores costos. Esas
tecnologías no significan mejores condiciones de vida para la humanidad, ya que la
mayoría de ellas se traduce en pérdidas de fuentes laborales para la clase trabajadora a
través del reemplazo de los trabajadores por máquinas e inteligencia artificial. La
acumulación de riqueza en un polo de la sociedad (los dueños de las empresas)
imposibilita que un expresivo sector de la población mundial pueda consumir la enorme
cantidad de mercancías producidas masivamente, lo que lleva el conjunto del sistema a
crisis periódicas de sobreproducción. Para la naturaleza, esas nuevas tecnologías significan
una destrucción cada vez mayor de los ecosistemas y explotación irracional de los bienes
naturales, generando enormes “monstruos” de destrucción masiva ([]manejados en la
lógica capitalista de producción), como la pesca industrial de arrastre, la gran minería, las
grandes empresas petroleras, el monocultivo y un largo etc.
Así, hoy en el mundo presenciamos una situación totalmente contradictoria. Nunca en la
historia de la humanidad se produjeron tantas riquezas materiales. Sin embargo, nunca
hubo tanta desigualdad social, tantos pobres, tantos suicidios y personas que padecen de
enfermedades psicológicas y psiquiátricas, nunca hubo tantos refugiados. Mientras la
mayoría de la población mundial vive entre la pobreza, la explotación y un enorme estrés
diario debido a las largas jornadas laborales y a la precariedad de la vida, una ínfima
minoría vive en condiciones muy superiores a la de las antiguas noblezas o aristocracias.
Hace 4 años, los 8 hombres más ricos del mundo poseían más riqueza que 3,5 mil millones
de habitantes, un 50% de la población mundial
. En 2021, durante la actual pandemia que
ya ha dejado más de 5 millones de muertos y más de 160 millones de nuevos pobres, los
superricos se han hecho más ricos. Los 252 hombres más ricos del planeta poseen
actualmente más riqueza que todas las mujeres y niñas del continente africano y de
América Latina y el Caribe.

En el capitalismo, lo que determina la organización de la producción y distribución de
mercancías es la lógica del lucro y la acumulación de capital. Así, tenemos la paradoja de
ver como se desperdician más de 900 millones de toneladas anuales de alimentos (un
quinto de los alimentos que se producen) mientras más de 800 millones de personas en el
planeta pasan hambre.
Vemos cómo en todo el mundo sobran inmuebles vacíos, pero hay
enormes déficits habitacionales. La actual pandemia de coronavirus es el mejor ejemplo de
esa irracionalidad, donde la producción y distribución de vacunas es totalmente desigual y
la única planificación que existe es la del lucro. Según datos de la ONU, al 15 de
septiembre de 2021, las tasas de vacunación en países de baja renta eran de 3% de la
población, cuando en los países de alta renta llegaban a más de 60%. En la República
Democrática del Congo, por ejemplo, se había vacunado un 0,09% de la población, cuando
el Reino Unido ya superaba los 70%.
La extrema desigualdad y la falta de planificación en todos los ámbitos de la economía y
sociedad es la característica más marcada del capitalismo, un sistema totalmente
ineficiente para garantizar la vida humana, pero totalmente eficiente para garantizar las
ganancias de las transnacionales.
Tal sistema económico, que conlleva en su interior tan grandes contradicciones, no tiene
otra consecuencia que generar un enorme descontento social, que se traduce
permanentemente en rebeliones, revueltas y revoluciones. Es por eso que en los últimos
170 años hemos visto innumerables revoluciones contra el capitalismo. Las más
importantes de ellas fueron tan lejos que llegaron a expropiar a la gran burguesía, generar
nuevos tipos de Estado y una transición hacia otro sistema económico y social, el
socialismo. Las principales de ellas fueron la Comuna de París de 1871 (que duró
solamente 70 días, pero fue la primera experiencia donde la clase trabajadora tomó el
poder en sus manos), la Revolución Rusa (1917), la Revolución China (1949), la Revolución
Cubana (1959) y otras revoluciones en Asia y el Este Europeo.
Además de esas revoluciones, las más profundas del siglo pasado, hubo varias otras que
no llegaron tan lejos, pero que también demuestran el fracaso del sistema capitalista
mundial. Sólo en los últimos 20 años vimos innumerables revoluciones en América Latina
(Bolivia, Ecuador, Argentina), en países del Norte de África y Medio Oriente (Egipto,
Túnez, Libia, Siria, Yemen) y procesos de rebeliones populares en Estados Unidos, Europa
y en todo el mundo. Desde 2019 nuestro propio país vive un proceso revolucionario
debido a todos los problemas generados por el capitalismo.
Las revoluciones socialistas iniciaron un periodo de superación del modo de producción
capitalista en la historia, pero retrocedieron después de algunas décadas debido
principalmente al rol de sus direcciones y gobernantes, que plantearon que era posible
construir el socialismo en sus naciones de forma aislada, sin llevar a fondo la lucha contra
el capitalismo en todo el planeta. La principal teoría y práctica que llevó el socialismo al
fracaso fue la del “Socialismo en un solo país” de Josef Stalin, ex dictador de la Unión
Soviética. Stalin inició una verdadera contrarrevolución en la URSS para defender los
intereses de la burocracia soviética, que llevó a millones de trabajadores, campesinos y
revolucionarios a la muerte. Durante los años 70 y 80 el capitalismo fue restaurado en
todos los países dónde había empezado a desaparecer: Cuba, URSS, China, el Este
Europeo, Vietnam, etc.
Al contrario de lo que dicen los teóricos del capitalismo, como Francis Fukuyama, los años
90 no probaron el fracaso del socialismo y la victoria del capitalismo. El capitalismo
demuestra día tras día que lo único que puede garantizar es la acumulación de riquezas y
enormes desigualdades sociales. La caída de la Unión Soviética y el fin del llamado
“socialismo real” probó el fracaso de la política stalinista de construcción del socialismo en
coexistencia pacífica con el capitalismo. Posteriormente, las experiencias del “socialismo
del siglo XXI” con los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia o
Rafael Correa no fueron más que experiencias nacionalistas que no lograron quitarle el
poder a la burguesía ni construir un nuevo tipo de sociedad.
Aunque las experiencias “socialistas” del siglo XX hayan fracasado por los motivos que
planteamos anteriormente, lo mismo no se puede decir de los logros económicos de las
economías planificadas.
Las experiencias de economías planificadas (aunque burocráticamente dirigidas por los
Partidos Comunistas) a partir de la socialización de los medios de producción revelaron el
enorme poder de la planificación económica. Citaremos algunos ejemplos sobre los casos
de la URSS y Cuba.

II. Algunas experiencias históricas de Planificación Económica
Las conquistas económicas y sociales de la planificación económica en Rusia
León Trotsky, uno de los principales líderes de la Revolución Rusa (después exiliado,
perseguido y asesinado por orden de Stalin) así describe la situación de la economía rusa
en los años 30 (menos de dos décadas después de la Revolución), cuando el mundo
capitalista vivía la Gran Depresión:
“La amplitud de la industrialización de la URSS, en medio del estancamiento y de la
decadencia de casi todo el universo capitalista, se desprende de los índices globales que
presento a continuación. La producción industrial de Alemania sólo recupera su nivel
gracias a la fiebre de los armamentos. En el mismo lapso, la producción de Gran Bretaña
sólo aumentó, ayudada del proteccionismo, del 3 al 4%. La producción industrial de los
Estados Unidos bajó cerca de un 25%; la de Francia, más del 30%. Japón, en su frenesí
de armamentos y de bandidaje, se coloca, por su éxito, en el primer rango de los países
capitalistas: su producción aumentó cerca de un 40%. Pero este índice excepcional
palidece también ante la dinámica del desarrollo de la URSS, cuya producción industrial
aumentó, en el mismo lapso, 3,5 veces, lo que significa un aumento del 250%. En los diez
últimos años (1925-1935), la industria pesada soviética ha aumentado su producción por
más de diez. En el primer año del plan quinquenal, las inversiones de capitales se
elevaron a 5.400 millones de rublos; en 1936, deben ser de 32.000 millones.
Si, dada la inestabilidad del rublo como unidad de medida, abandonamos las estimaciones
financieras, otras, más indiscutibles, se nos imponen. En diciembre de 1913, la cuenca del
Donetz produjo 2.275 toneladas de hulla; en diciembre de 1935, 7.125 toneladas. Durante
los tres últimos años, la producción metalúrgica aumentó dos veces, la del acero y de los
aceros laminados, cerca de 2,5 veces. En comparación con la preguerra, la extracción de
naftas, de hulla y de mineral de hierro aumentó 3 o 3,5 veces. En 1920, cuando se decretó
el primer plan de electrificación, el país tenía estaciones locales de una potencia total de
253.000 kilovatios. En 1935 ya había 95 estaciones locales con una potencia total de
4.345.000 kilovatios. En 1925, la URSS tenía el undécimo lugar en el mundo desde el
punto de vista de la producción de energía eléctrica; en 1935, sólo era inferior a Alemania
y a los Estados Unidos. En la extracción de hulla, la URSS pasó del décimo lugar al
cuarto. En cuanto a la producción de acero, pasó del sexto al tercero. En la producción de
tractores ocupa el primer lugar del mundo. Lo mismo sucede con la producción de azúcar.
Los inmensos resultados obtenidos por la industria, el comienzo prometedor de un
florecimiento de la agricultura, el crecimiento extraordinario de las viejas ciudades
industriales, la creación de otras nuevas, el rápido aumento del número de obreros, la
elevación del nivel cultural y de las necesidades, son los resultados indiscutibles de la
Revolución de Octubre en la que los profetas del viejo mundo creyeron ver la tumba de la
civilización. Ya no hay necesidad de discutir con los señores economistas burgueses: el
socialismo ha demostrado su derecho a la victoria, no en las páginas de El Capital, sino en
una arena económica que constituye la sexta parte de la superficie del globo; no en el
lenguaje de la dialéctica, sino en el del hierro, el cemento y la electricidad. Aun en el caso
de que la URSS, por culpa de sus dirigentes, sucumbiera a los golpes del exterior -cosa
que esperamos firmemente no ver- quedaría, como prenda del porvenir, el hecho
indestructible de que la revolución proletaria fue lo único que permitió a un país atrasado
obtener en menos de veinte años resultados sin precedentes en la historia.”


Esas enormes conquistas económicas de desarrollo industrial, debido a los Planes
Quinquenales y la Planificación Económica, se transformaron en un enorme avance social
durante las décadas siguientes. Evidentemente hoy no estamos en la misma situación de
los años 20 y nuestra preocupación con la naturaleza debe ser muy superior a la de esos
años, incluso cuestionando el ritmo de crecimiento y producción industrial. Sin
embargo, esto no será posible sin un control democrático de toda la población sobre los
medios de producción.
Aquí queremos centralmente destacar la enorme potencialidad de la planificación
económica con los propios datos valorados por la economía capitalista, para derrumbar la
argumentación de que las economías planificadas no generan desarrollo debido a no haber
competencia entre las empresas.
En el ámbito social, ese avance industrial permitió una serie de enormes conquistas y
transformó la Unión Soviética en la Segunda potencia mundial, con indicadores humanos
y sociales muy superiores a la mayoría de los países capitalistas. Otro especialista en
Rusia, el dirigente de la Liga Internacional de los Trabajadores, Martín Hernández
(escritor del libro El Veredicto de la Historia) así retrata las conquistas sociales de la
Revolución Rusa:

“Muy poco tiempo después del triunfo de la Revolución, algunos números comenzaban a
sorprender. Antes del triunfo de la revolución había en Rusia 32.000 escuelas y 10.000
bibliotecas. Un año y medio después había 60.000 escuelas y 100.000 bibliotecas.
Rusia, un país sumamente atrasado, con 80% de su población campesina y con 78% de
analfabetos habría de convertirse, en algunas pocas décadas, en una potencia. De esta
forma, el país de los analfabetos se transformaría en uno de los pocos países del mundo
sin analfabetos, y es necesario destacar que se hablaban allí 147 lenguas diferentes,
muchas de las cuales eran solamente orales.
El país, que antes del triunfo de la revolución tenía 80% de campesinos, llegó a ocupar el
segundo lugar en lo que se refiere a la producción industrial, solo atrás de los Estados
Unidos. A la vez, se convertiría en el primer productor de petróleo, de acero, de cemento y
de tractores del mundo.
Rusia, el país de las grandes masas incultas, consiguió en el terreno de la cultura proezas
que ningún país capitalista en la época (ni ahora) alcanzaron. En Moscú llegaron a
existir cerca de 300 teatros líricos, mucho de los cuales funcionaban de mañana, de tarde
y de noche.
En las Universidades, los alumnos recibían un salario para estudiar, mientras que los
obreros que lo querían hacer tenían sus horarios de trabajo subordinados a sus horarios de
estudio en las facultades, a la vez que tenían entre una semana y un mes de licencia pagos
para prepararse para los exámenes.
Es importante destacar que todos esos logros fueron conseguidos en un país que sufrió
como ningún otro, en el lapso de 30 años, las consecuencias de tres guerras devastadoras.
La Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial.”

Con la restauración del capitalismo en los años 80 (Glasnost y Perestroika), la mayoría de
esos indicadores retrocedieron. Volvió la desigualdad social, la cesantía y la miseria, que
habían desaparecido por décadas en las Repúblicas Soviéticas.

El caso cubano
Quizás uno de los ejemplos históricos más importantes de los logros de la economía
planificada sea Cuba, un país muy pequeño y totalmente dependiente de las grandes
economías.
Hasta 1958, antes de la revolución, Cuba era un apéndice de la economía norteamericana,
que controlaba su principal sector productivo, la industria azucarera, y mantenía a la
mayoría de la población en una situación de pobreza, analfabetismo, enfermedades
crónicas y sobreexplotación. Los ricos norteamericanos utilizaban la isla como uno de sus
centros de vacaciones.
Después de la Revolución de 1 de enero de 1959, se inicia un proceso de cambio profundo
en la economía y sociedad cubanas. Cuba dejará de estar bajo la influencia de Estados
Unidos y pasará a estar bajo la influencia de la antigua URSS. La gran propiedad privada
será nacionalizada a partir de 1960: los grandes latifundios, bancos, grandes empresas
productivas y el comercio mayorista y minorista. La socialización de los medios de
producción y la alta participación popular en los cambios fueron las bases para los avances
sociales que comentaremos a continuación.
Los logros de la Revolución proporcionaron al pueblo cubano conquistas muy superiores a
casi todos los países latinoamericanos e incluso de países desarrollados.
En 1956-57, las tasas de analfabetismo en Cuba llegaban a 43% de la población. La
situación de la salud era dramática. La esperanza de vida era de 62 años y la mortalidad
infantil de 40 para 1000. La mortalidad materna era de 118 para cada 10 mil nacidos vivos.
Solamente 5% del presupuesto estatal era invertido en salud. En relación a la vivienda, se
calcula que casi 50% de la población vivía en casas en condiciones “ruinosas” o “malas”. El
mayor problema de la isla, de población mayoritariamente rural, era la concentración de
tierras. Se calcula que aproximadamente 2500 personas poseían más de 45% de la tierra.6
La revolución de 59 significó un cambio total de la realidad cubana en las décadas
siguientes. Aquí no analizaremos las importantes contradicciones del desarrollo
económico y social cubano, solamente queremos demostrar con algunos datos los enormes
avances posibilitados por la socialización de los principales medios de producción
(industrias, bancos, grandes propiedades rurales, comercio mayorista, etc.) y la
planificación económica. La enorme participación popular durante todo el periodo
posrevolución fue fundamental para solucionar los problemas del país.

En relación al desempleo, en 1958 había más de 700 mil desocupados permanentes. En
1960 ese número cayó a 376 mil y en 1962 a 215 mil. En los 4 primeros años de la
revolución el índice de empleo aumentó en 38% y la fuerza laboral en 9%. En 1970 el
desempleo en la isla era de 1.3%, muy inferior a cualquier otro país capitalista del mundo.
La participación de las mujeres en el mercado laboral creció enormemente (un promedio
de 11% en el periodo 1960-65 y 7.1% entre 1965-1970), aunque muchas mujeres se
mantuvieron en trabajos en el ámbito doméstico, una contradicción que reflejaba los
límites políticos del PC cubano y las precariedades económicas.
En la salud la situación cambió drásticamente. Si antes de 1958 se invertían 3 pesos anuales
por habitante, después de la revolución pasaron a invertirse 55 pesos/habitante y la salud
pasó a ser gratuita para todos los habitantes del país. La tasa de mortalidad infantil cayó
de 40 para 1000 (1958) a 17 para 1000 (1980). La mortalidad materna cayó de 118 para
10.000 (1958) a 52/10000 (1980). La expectativa de vida aumentó de 61.8 años a 72 años en
el mismo periodo.
En educación, los avances sociales son impresionantes. Antes de la revolución se calculaba
que había más de 900 mil analfabetos. En 2 años ese número cayó a 270 mil. Los antiguos
cuarteles militares fueron transformados en escuelas y surgieron miles de nuevos
profesores para ir a las regiones rurales más aisladas. Toda la educación pasó a ser
responsabilidad del Estado y totalmente gratuita. Se incrementó la cantidad de bibliotecas,
museos, teatros, imprentas, galerías de arte y todo lo relacionado a la cultura.
En todos los ámbitos sociales los avances son impresionantes: deporte, cinema, medicina,
ciencia y un largo etc.
Sin dudas ese proceso estuvo lleno de contradicciones, idas y venidas, ataques del
imperialismo norteamericano, dependencia de la URSS, etc. En los años 80 y 90 la calidad
de vida retrocedió enormemente en la isla debido a la restauración del capitalismo en la
URSS, al bloqueo económico de Estados Unidos y al aislamiento de Cuba. También en
Cuba el capitalismo fue restaurado a manos del Partido Comunista, que viene generando
una nueva burguesía propietaria en la isla.

La experiencia chilena
En los años 70, el gobierno de la Unidad Popular, que tenía como su estrategia llegar al
socialismo por la vía pacífica, realizó una serie de reformas que apuntaban al camino de la
socialización de los medios de producción y la planificación económica.
Allende tenía como uno de los ejes de su programa la estatización de los sectores
estratégicos de la economía chilena, como el cobre, la banca, las empresas metalúrgicas,
siderúrgicas y otras más. El proceso revolucionario que existía por abajo hizo que el
gobierno fuera obligado a avanzar mucho más de lo que se planteaba al principio. Un
ejemplo de eso fue la estatización de la mayor empresa textil del país, la fábrica Yarur,
ocupada por los obreros, que exigieron su estatización en 1972. Lo mismo pasó con
muchas otras fábricas y en el campo.
Las estatizaciones del gobierno de Allende fueron realizadas, en su mayoría, con
importantes pagos de indemnizaciones o compra de las acciones de las empresas
nacionalizadas. Un ejemplo es la estatización de la banca privada, que se dio a través de la
compra de acciones de los Bancos, lo que llevó el gobierno a desembolsar millones de
dólares de los fondos estatales y a emitir grandes cantidades de moneda.
Esa política de estatizaciones, aunque realizada de forma legal y generando
importantes ganancias para los sectores empresariales, no fue aceptada por el
imperialismo norteamericano, que promovió un boicot crediticio al gobierno chileno. Ese
boicot hizo que el gobierno tuviera que importar una serie de bienes de consumo y de
capital al contado, lo que hizo que las reservas internacionales del país disminuyeran
drásticamente, generando una importante inflación. Además de eso, el gobierno empezó a
realizar su plan de gobierno, lo que generó grandes cambios sociales de forma inmediata:
reforma agraria, un gran plan de construcción de viviendas, aumento general de sueldos,
subsidios sociales, etc. Para sostener esas medidas, el gobierno se apoyó en la emisión de
moneda nacional, lo que empeoró la situación financiera del país. El aumento de la
productividad no fue suficiente para abastecer el mercado nacional y los precios del cobre,
principal producto de exportación, tuvieron una importante baja en ese periodo. Esas
políticas, sumadas a los ataques imperialistas para desestabilizar la economía nacional
(Paro de Camioneros, acaparamiento de mercancías, etc.) generaron una importante crisis
económica. Esa desestabilización fue fundamental para la realización del golpe de 73, algo
comprobado por distintos documentos de la CIA desclasificados en las últimas décadas.
La experiencia de la Unidad Popular demuestra los límites del proyecto reformista de
llegar al socialismo a través de reformas graduales y negociaciones con los grandes
capitalistas. Los mayores errores de la Unidad Popular no fueron esencialmente
económicos, sino políticos y militares. La situación económica de país podría haber
tomado otro rumbo si el gobierno hubiese enfrentado de forma decisiva las acciones de la
burguesía chilena y el imperialismo al interior del país e impulsado la organización y
movilización de los trabajadores de distintos países en solidaridad al proceso chileno, lo
que podría haber dificultado o impedido el boicot internacional.
Hoy, los intelectuales de la burguesía y sus medios de comunicación quieren presentar
el periodo de 1970-73 como el más caótico de la historia, un periodo con inflación,
desabastecimiento, etc. Lo que no dicen ellos es que parte fundamental de esa situación
fue generada por los propios capitalistas y el imperialismo norteamericano.
También es importante destacar que la mayor crisis económica de los últimos 70 años
en Chile no fue la vivida entre 1970-73 y sí la que hubo durante la dictadura, en los terribles años del POJH y el PEM. Esa crisis económica fue tan grande que llevó la propia
dictadura a intervenir en la Banca privada y a estatizar gran parte del sistema financiero,
que fue a quiebra debido a la anarquía capitalista. Millones de trabajadores se quedaron
cesantes y la pobreza aumentó enormemente.
Durante la dictadura, la casi totalidad de las empresas y tierras nacionalizadas fueron
devueltas a sus antiguos dueños y a los amigos de la dictadura. Muchos ex ministros de
Pinochet se hicieron millonarios, como José Piñera, Julio Ponce-Lerou, José Yuraszeck,
entre otros. Hoy Chile es una de las economías más privatizadas del planeta. La propiedad
de las grandes empresa y Bancos está concentrada en manos de algunas pocas familias, lo
que genera todo tipo de abusos empresariales, corrupción de las instituciones estatales,
colusiones y un largo etc. El supuesto “libre mercado” defendido por los economistas
liberales no existe. Lo que existe son grandes monopolios transnacionales y chilenos que se
quedan con la mayor parte de la riqueza producida por el pueblo trabajador.
Además del saqueo de la propiedad pública, la dictadura usurpó los Fondos de
Pensiones de los trabajadores y trabajadoras para que los grandes empresarios pudieran
hacer sus negocios. Así, el dinero acumulado por millones de trabajadores pasó a ser
utilizado indiscriminadamente para enriquecer a los accionistas de las AFPs y para que los
capitalistas pudiesen hacerse dueños de las empresas privatizadas. Hoy, más de 40% de
nuestros ahorros están invertidos fuera de Chile
, beneficiando el sistema financiero
internacional y generando enormes ganancias para los dueños de las AFPs. Además de
eso, de las inversiones que realizan las AFPs en Chile, más de un 75% son en empresas
extractivistas y con alto impacto ambiental. Los verdaderos dueños de ese capital, los
trabajadores, no tienen ninguna influencia sobre los destinos de ese dinero.
Recuperar la riqueza nacional para las manos del pueblo trabajador, que la produce, es
un paso fundamental y necesario para reconstruir nuestro país y acabar con los enormes
problemas sociales y medioambientales que existen. Chile es un país muy rico, sin
embargo, toda esa riqueza se encuentra concentrada en las manos de pocas familias. Esa
concentración de la propiedad privada de los medios de producción debe acabar y todas
las grandes empresas deben pasar a ser controladas por la clase obrera y el pueblo
trabajador, de manera a que el conjunto de la sociedad tenga el control democrático de
toda la riqueza producida.
Sabemos que hoy la mayor parte de las y los convencionales constituyentes no están de
acuerdo con esta propuesta. Desafortunadamente, muchos responden a los intereses del
gran empresariado nacional y extranjero. Otra parte, más ligada a los movimientos
sociales y al pueblo, no tiene un proyecto que permita ir más allá de la sociedad capitalista
y probablemente se mantendrá en los estrechos márgenes de las reformas permitidas por
el gran empresariado.
Esta propuesta tiene como su principal objetivo ser una guía para el pueblo trabajador
en sus próximas luchas, para construir un camino hacia un gobierno de la clase
trabajadora y el pueblo pobre. La socialización de los medios de producción en Chile debe
ser un paso para la superación del capitalismo a nivel global, ya que hoy es imposible que
una nación, por más grande o importante que sea, pueda subsistir sin conexión con los
demás países. Así, nuestro proyecto tiene en su naturaleza el internacionalismo y la
necesidad de la unión entre los trabajadores y trabajadoras de todo el mundo,
independiente de su nacionalidad, idioma o creencias.


Propuesta de Articulado:
Artículo 1: Socialización de los medios de producción. Son propiedad social de la nación
y los pueblos todas las empresas estratégicas del país. Son consideradas empresas
nacionalizadas estratégicas las grandes empresas y sus bienes, de la gran minería,
grandes empresas de la industria siderúrgicas, metalúrgicas, eléctricas, sanitarias,
hidrocarburos, el conjunto de la Banca y el mercado financiero, las Administradoras de
Fondos de Pensiones del decreto ley 3.500, grandes propiedades rurales y sus edificios,
puertos de exportación e importación, empresas forestales, salmoneras,
telecomunicaciones y todas las empresas de comercio mayorista y minorista superiores a
250 trabajadores. Las empresas nacionales estratégicas deben tener control de los
trabajadores y los pueblos en sus directorios.
Por el carácter de la propiedad social y de los pueblos de las empresas estratégicas
individualizadas se declara la nulidad de cualquier acto o contrato del Estado, previo a
esta Constitución o posterior, que sea contrario a la propiedad social de los pueblos de sus
áreas estratégicas de la economía. Contra esta normativa soberana no procederá recurso o
indemnización alguna.

Artículo 2: Comité de Planificación Económica (CPE). Para efectos de una adecuada
planificación social de la economía existirá una Comité de Planificación Económica (CPE).
El Comité de Planificación Económica tiene como tarea fundamental establecer en la
sociedad una política económica, de salud, social y cultural en orden a aprovechar las
aptitudes físicas, intelectuales y creativas de todo los pueblos para desarrollar de manera
sostenida, con carácter socialista, el conjunto de la producción, el pleno empleo, el
elevamiento del nivel de vida, la progresiva reducción de la jornada de trabajo,
especialmente en las labores pesadas o riesgosas, la superación de las diferencias entre el
trabajo manual e intelectual y el de la ciudad y el campo.
Para tales efectos, se deberá garantizar la función social de derecho de Propiedad de los
medios de producción y el derecho al trabajo digno. Se deberá asegurar de forma
quinquenal un plan Nacional de construcción de viviendas populares y de calidad que
permita superar el déficit habitacional en el país; Plan Nacional de construcción de
infraestructura hospitalaria y de salud primaria para garantizar el acceso a la salud pública
y gratuita a toda la población; Plan Nacional de Construcción de infraestructura de
establecimientos educacionales, culturales y deportivos para garantizar el acceso a la
educación pública, gratuita y de calidad a todos los niños, niñas y jóvenes; Plan Nacional
de reajuste periódico de remuneraciones y pensiones en conformidad a las variaciones
experimentadas por el costo de la vida; Reconversión de la matriz productiva del país
hacia una sostenida independencia de la exportación de materias primas y productos de
bajo el valor agregado como concentrado de cobre, salmueras de litio, celulosa, frutas y
pescados, en el marco de un plan nacional de emergencia por la crisis ambiental global; En
el mismo sentido, elaborar un plan de desarrollo industrial, tecnológico y científico
buscando garantizar el menor impacto ambiental en los ecosistemas, menor contaminación
y menor dependencia de países extranjeros; Reducir de forma inmediata la producción
agrícola, forestal, ganadera o minera que sea responsable por la falta de agua para
poblaciones y destrucción de las cuencas en distintas regiones del país.
El Comité de Planificación Económica será integrado por representantes de los
trabajadores y trabajadoras de las principales ramas de la economía, comunidades y de los
pueblos originarios (trabajadores y campesinos). Las comunidades y pueblos originarios
podrán ejercer su legitimo derecho de elección a participar del Comité de Planificación
Económica o ejercer su derecho a la autodeterminación del Estado de Chile.

Artículo 3: Se unificará el conjunto de la Banca Nacionalizada en un Banco Único Estatal
sometido al Comité Planificación Económica que garantice el crédito a la pequeña y
mediada empresa; Todos los bienes y funcionarios del Banco Central deberán a pasar a
formar parte del Banco Único Estatal.

Artículo 4: El Estado tendrá el monopolio del comercio exterior.

Artículo 5: El Estado de Chile, a través de sus órganos, hará un llamado a la solidaridad
de los pueblos de todo el mundo para evitar el boicot internacional de Estados
imperialistas y sus respectivas empresas y bancos. El Estado de Chile deberá caminar
hacia la fraternidad y comercio justo entre los pueblos en el orden socialista internacional.


Disposición Transitoria.
Articulo 6: Las disposiciones de la presente Constitución relativas a la Socialización de los
Medios de Producción y Planificación Social de la Economía tendrán preeminencia por
sobre toda la legislación y ésta se deberá adecuar en un plazo no superior a seis meses a
contar de la promulgación de la presente Constitución.

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