Tribuna Libre – Este artículo no necesariamente refleja las opiniones del MIT

por Hank Escorpio

Cuidarse de las manías conspiradoras, de la pose de iniciado,

de los aires de misterio, de dramatizar los casos simples,

de la actitud «conspiradora».

La mayor virtud de un revolucionario es la sencillez,

el desprecio de toda pose, incluso…»revolucionaria»‘

y principalmente conspiradora”.

Víctor Serge

Un poco de historia

A poco terminar el proceso de la Convención Constituyente (CC) y su propuesta de Nueva Constitución (NC), la coyuntura política ha estado objetivamente mediada por la definición del voto y la opción Apruebo o Rechazo en el Plebiscito de salida del 4/9, siguiendo al pie de la letra el “Acuerdo por la Paz” de noviembre de 2019. Lo anterior viene a romper una cierta apatía, desinterés y tranquilidad que el régimen y el gobierno Boric se han encargado de generar con sus concesiones, giros y “errores de inexperiencia” hacia el beneplácito del gran capital empresarial. Por otra parte, cada organización política, social, cultural, cada militante, activista y/o trabajador/a ha entrado nuevamente a interesarse por los designios de su presente y futuro. Una pequeña muestra es el interés por adquirir un ejemplar de la NC.

Filosofía ultraizquierdista: lógica formal, método estudiantil y pesimismo de la derrota.

Es en este escenario que el conjunto de quienes nos consideramos de izquierda tenemos que definir nuestra postura ante la realidad histórica-concreta. Tomando en cuenta la extrema dispersión de la izquierda, sus múltiples definiciones, su dificultad de transformarse en una fuerza hegemónica, entre otras, un sector de ésta recurre a abstenerse, votar nulo o blanco y, los menos, rechazo, en el Plebiscito de salida. Para ello, existe toda una filosofía de pensamiento, métodos de acción y práctica política que los califica de ultraizquierdistas. El punto central tiene que ver con el Acuerdo del 15 de noviembre y la CC, para éstos, es un pacto burgués y contrarrevolucionario, siendo un “fraude y derrota” hacia el movimiento popular, por lo tanto, lo que prevalece en la lucha hoy es negar toda participación en las elecciones. ¿Qué asidero tiene este tipo de política? ¿cómo y por qué ciertos activistas son proclive a ello? Veremos en detalle esta forma de pensar y actuar.

¿Es posible sostener que la totalidad del proceso de octubre 2019 a la fecha sea un fraude y derrota? Dicho planteamiento es sólo una verdad a medias y, como buena verdad a medias, termina en falacia o tragedia para quién la sostiene. Mayoritariamente, podemos coincidir que nuestra “revolución de octubre” movilizó a millones de trabajadores/as y nos sacó a tomar las calles, a ejercer una legítima violencia y a dotarnos de una autoorganización política, ya sea en Cabildos o, fundamentalmente, en Asambleas Territoriales. Ante la indefinición de cuál era el eje de orientación de nuestra lucha y la crisis de una dirección revolucionaria, un sector de la pequeña burguesía profesional, Frente Amplio, logró captar al conjunto del movimiento popular hacia una salida pactada (15 de noviembre). Aun así, la pregunta es bien simple, ¿El gran capital -chileno e internacional- y la derecha-Nueva Mayoría querían una NC? La respuesta es por sí sola, pero, para la ultraizquierda, toda acción que no obedezca a su “razón teórica” es invalidada porque (es) fue un fraude y derrota por no derrocar a Piñera.

Aquí es donde comienzan las diferencias con este sector porque su verdad a medias se muestra falsa cuando millones de trabajadores/as fueron a votar por el Plebiscito de entrada y la CC para una NC. Un punto por aclarar, el logro de la CC y NC es un triunfo distorsionado del octubre chileno porque ningún revolucionario/a quisiera que la acción directa de la clase trabajadora fuera dispersada hacia el régimen. Ni el capitalismo quería una NC ni la clase trabajadora aún aspiraba a tomar el poder por ausencias e inexperiencia de organismos de doble poder, por eso, ante esa realidad histórica-concreta es posible coincidir, en parte, con la ultraizquierda cuando señalan que las elecciones sirven para desmontar procesos revolucionarios hacia restaurar el régimen democrático-burgués. Sin embargo, hay diferencias en los procesos de conciencia de clase que ya veremos.

No obstante, argumentos tiene de sobra la ultraizquierda para ser refractaria: culpabiliza al movimiento popular de entregar su conciencia y confianza a las elecciones o, para sostener su política de Fraude/Derrota y abstencionista, toma al conjunto de votantes del padrón electoral que no participan en las elecciones (recordar que el voto es voluntario) adjudicándoles un criterio “anti-sistémico” de rechazo a la democracia representativa. La autocomplacencia es trágica para sustentarse, ya que no es posible determinar con criterio exacto el porqué de la no participación de millones de trabajadores/as en las elecciones. Razones hay muchas, apatía, desinterés, rechazo a la política, prioridades económico-laborales, etc. La justificación sólo acentúa la falta de pensamiento estratégico y de realismo político.

Hoy, nuevamente la ultraizquierda se ve enfrentada a un proceso de elecciones que deslegitima e invalida la participación de millones de trabajadores/as que esta vez votaran obligatoriamente, guste o disguste. Nuevamente dan la espalda a la realidad. Para ello toman como eje de su política el resultado-propuesta de la CC, el cual mantiene los pilares estructurales del capitalismo en Chile (propiedad privada del gran capital, concentración extrema de la riqueza, dominio de nuestros recursos naturales por la burguesía internacional, inviabilidad de expropiar al empresariado previa indemnización, entre otros), la cual será una recomposición del régimen democrático-burgués chileno en la creación de un nuevo Pacto Social, tan esperado a partir de octubre de 2019. Nuevamente, otra verdad a medias.

¿Cómo entender éstas y otras verdades a medias? La respuesta pasa por una original filosofía política que incluye métodos de acción y moral heredados generacionalmente en el tiempo. ¿Cómo piensa el ultraizquierdismo? Éstos utilizan una lógica aristotélica (causa-efecto) y lógica formal (todo igual es entre sí, no hay diferencias ni contradicciones ni creación nueva). Nuestro primer ejemplo fue ilustrativo, ya que al argumentar que el Plebiscito de entrada, la CC y NC fue un fraude y derrota es una mecánica que reduce el análisis hacia las alturas del régimen o superestructura. En forma sencilla, el “fraude-derrota” (causa) impuso la restauración del régimen en crisis vía legitimidad de las elecciones (efecto) y las/los trabajadores/as nos adaptamos porque no fuimos capaces de abandonar nuestra confianza y práctica de votar.

Al respecto, tal lógica se complementa con despreciar, negar e invalidar el estado de ánimo octubrista y las expectativas de un movimiento popular de masas en la calle. Este sólo factor subjetivo demuestra un ejercicio que desobedece la lógica ultraizquierdista porque planteó, en la conciencia de millones de trabajadores/as, buscar una nueva alternativa al capitalismo neoliberal de los 30 años. Para que se entienda, votar por una CC estableció diferencias entre la vieja generación de la Transición con una nueva generación y la posibilidad de acabar con la herencia pinochetista. Dicho octubrismo fue mermado por el desgate del espontaneísmo en la calle, el cual terminó en voluntarismo, por la pandemia y los primeros meses del gobierno de Boric y hoy, nuevamente, ha ido arremetiendo a partir del Plebiscito de salida y el interés real de cientos y miles de tener un ejemplar de la NC para leer y debatir.

Si bien la propuesta de NC va a establecer en la larga duración un nuevo pacto social y podría cerrar la revolución de octubre, ya que no tiene ninguna solución real a las demandas y derechos sociales, sólo en el papel se mantienen algunos de la Constitución actual y otros tomados y legitimados desde la calle, como lo son: derecho a la vivienda, educación pública y gratuita, sistema de salud pública, derechos sexuales y reproductivos, derecho al uso del agua, un sistema de seguridad social pública, derecho a huelga más allá de la negociación colectiva y negociación ramal o sectorial. Gran parte de esos derechos tienen la enorme falla que dependen de recursos financieros discutido en el Congreso y de acuerdos políticos con los empresarios para un mayor pago de impuestos. Al rechazar expropiar y nacionalizar el cobre y otros se está rehén de la voluntad del capital empresarial. Asimismo, estos derechos conviven con la propiedad privada de Inmobiliarias, salud privada integrada al sistema público, AFP’s y Aseguradoras, al igual que la subcontratación, precarización e informalidad del empleo. Además de nebulosas sobre el fuero laboral en período de huelga y la limitación de ésta a “servicios esenciales”, todo previo acuerdo y dictamen del Congreso.

Fragmentar la realidad a beneficio propio no permite preguntar-se ¿hay diferencias entre una Constitución en dictadura y otra en democracia burguesa? ¿hay diferencias entre una Constitución sobre muertos, desaparecidos, represión y una Constitución a partir de expectativas de cambio y, hasta el momento, sucesivas derrotas de la derecha pinochetista? ¿hay diferencias entre la inhabilitación de un debate democrático en una dictadura y la CC y el interés por estudiar, saber, conversar sobre la NC? ¿hay diferencias entre los derechos sociales laborales -parciales- que rompen el statu quo pinochetista al contemplar la negociación ramal y el derecho a huelga más allá del límite legal? Para la ultraizquierda no existen diferencias, ya que establece criterios lineales (una sola forma de pensar) y estructurales (análisis de las instituciones políticas), olvidando la experiencia y conciencia de clase y su desarrollo político. No existen criterios absolutos de coexistencia pacífica de la clase trabajadora con el gobierno de Boric, pues su triunfo es parte de un ascenso distorsionado del octubrismo. Es más, de ganar el apruebo se pueden dar dos hipótesis.

¿Qué la NC no está sentada a partir del asesinato, mutilaciones oculares, torturas y presos políticos de Piñera, similar a la dictadura militar? Verdad a medias porque el ultraizquierdismo utiliza dichos actos como moneda de cambio binaria de causa-efecto para, desde el hecho particular de la represión, esquematizarlo en una generalidad formal de acción-reacción a favor de su política. Si no ha existido justicia y castigo a estos criminales del pueblo no ha sido por no luchar sino porque cierta izquierda (FA-PC) fue dócil y capituló a respetar la legalidad de las instituciones de Justicia y el Congreso como sucedáneo del 15N. Igualmente fue una moneda de cambio para votar por Boric…, y aun esperamos el juicio y castigo, el “aviso” hacia Piñera y la libertad de las/los presos políticos.

No todo es color de rosa y está lleno triunfos parciales (retiros de las AFP), vaivenes, derrotas parciales (Ley anti-barricadas y saqueo), contradicciones, esperanzas, repliegues, desmoralización, etc., pues la CC nunca se declaró soberana, no aceptó la propuesta de disolver los poderes y crear una Asamblea de Trabajadores y Plurinacional y no votó la recuperación de los recursos naturales a manos del Estado. Más aún, la NC pasará por la “cocina 2.0” del Congreso para validarla o realizarle modificaciones con el ya visto “Acuerdo del 11 de agosto” y la bajada del quorum de los 2/3 a 4/7 para reformarla. Resulta tragicómico que la ultraizquierda que rechaza cualquier participación en la democracia burguesa gira en 180° grados y hace política a partir de lo que niegan. Y algunos llaman a realizar una “verdadera” Asamblea Constituyente, cuando ésta no es más que otro mecanismo del régimen burgués para desmontar procesos revolucionarios, ya que el voto es universal donde un voto capitalista es igual al voto de un/a trabajador/a. Aquello tiene un nombre: oportunismo.

En este sentido es verdaderamente criminal llamar a una abstención o votar nulo/blanco porque aíslan fenómenos de la coyuntura política para autocomplacerse en su negación. El voto será obligatorio esta vez y es justamente parte del 15N donde se espera que aquel inmenso sector de la población, que se ha marginado de emitir su voto, sea la fuerza conservadora y reaccionaria para inclinar la balanza hacia el Rechazo ante el “miedo a los cambios”. La campaña del terror, la ofensiva represiva con el Wallmapu, la crisis económica y social, la arremetida de la ultraderecha, entre otras, son muestras de la desesperación de la vieja guardia pinochetista. Hoy toma importancia aquel estado de ánimo octubrista, nuestras expectativas, porque no existe el criterio lineal absoluto de identificación con el régimen burgués salvo el pesimismo derrotista, pues no visualiza las diferencias de ganar el apruebo.

Una primera hipótesis es la posibilidad del inicio de un proceso de reorganización de la clase trabajadora al sentir e identificar un logro la conquista de una NC y la garantía de ciertos derechos sociales, acentuado sobre una base de crisis económica y social peor a octubre de 2019. Esta hipótesis conlleva que brote una nueva generación de activismo proletario que enfrenté a las burocracias sindicales para hacer suyo los (pocos) derechos ganados, sobre todo laborales, con el aval de ir cumpliendo con las expectativas octubristas ante los giros derechistas del FA-PC. Y una segunda hipótesis, en una primera parte, similar a la anterior, será el rol de las burocracias sindicales y el gobierno del FA-PC por aplacar, cooptar o reprimir toda protesta social para beneficio del capital nacional e internacional. Esta es más plausible porque la realidad nos la está demostrando, lo cual, en una segunda parte, viene ayudado por la extrema atomización, despolitización de la clase trabajadora y confianza en la legalidad de la NC, pero nunca inmanente. En ambas hipótesis, la derecha puede ver una reconfiguración donde se generen procesos de fusiones, definiciones programáticas y alianzas políticas, militares y empresariales a partir del núcleo duro de la ultraderecha o un apartheid de éstos para consensuar el nuevo pacto histórico desde la UDI hasta el PC en la cocina 2.0.

Otra hipótesis, aunque faltan elementos a examinar, es el eventual triunfo del Rechazo, potenciando a los grupos de ultraderecha, lo cual acentuaría a los elementos fascistas para una guerra sucia anti izquierdista (que, igualmente, ya estamos viendo). ¿Hay diferencias entre autoritarismo y fascismo? ¿qué opinan los antifascistas? Mas, primero debe suceder la decantación de cuál es la forma y mecanismo que definirá una NC anunciado como “Plan B(oric)”, ya avisado por el Acuerdo del 11 de Agosto. A pesar de todo lo anterior, ¿existen diferencias si gana el Apruebo o el Rechazo para la conciencia de millones de trabajadores/as? Para todo/a ultraizquierdista todo es igual porque “son dos fracciones del capital” (otra verdad a medias) pero que no ve diferencias ni contradicciones ni desarrollo de experiencias nuevas, a partir de la conciencia real de la clase trabajadora.

El rol de un partido revolucionario es tomar las reivindicaciones actuales y elevar la conciencia por medio de la lucha de clases donde la experiencia enfrenta la conciencia del hoy con el ideal de nuestra realidad. En ese sentido, solo quien renuncia a la lucha gris y cotidiana puede establecer criterios absolutos y de igualdad como “fraude-derrota, voto nulo/blanco o abstención” para ejercer una metodología de acción cancerígena a la clase trabajadora, sin apostar por disputar la conciencia ante las sobre expectativas democrático-legalistas promovidas por los partidos burgueses y la burocracia sindical. ¿Cuál es dicho método cancerígeno? Aquello es correlativo a la lógica causa-efecto y formal bajo el método estudiantil porque establece un estilo, práctica, formas, actitudes y moral de enfrentar la lucha del día a día.

En estricto rigor es: Vanguardista (democracia de los que luchan, reemplazando a otros sectores de la sociedad por su “atraso cultural”), lo cual se refleja, por ejemplo, en las acciones preferentemente de enfrentamiento físico con la policía como un ejercicio de “iluminación pedagógica” y culto al fuego (al más puro estilo fascista). Al no creer en la democracia representativa ni validar la conciencia de clase actual, dichas acciones no obedecen a un debate democrático abierto en asambleas de trabajadores/as, pobladores o estudiantes que las hayan votado y resuelto sino al deseo propio y/o de sus orgánicas. Otra forma de vanguardismo es la suplantación del activismo por militantes que los reemplazan en huelgas, paros, tomas para tratar de buscar influencia en la clase trabajadora.

Impresionista (un fenómeno de la realidad es elevado como “el” eje articulador y al cual se centralizan, aislándose de la totalidad), por ejemplo, la libertad de los presos políticos del Estallido o Revuelta es dicho eje para su práctica y aísla -conscientemente- otras expresiones de lucha social y la coyuntura política en general. Igualmente, el conflicto mapuche y el conflicto estudiantil, adquiriendo un estatus utilitario coherente al vanguardismo. De ahí que se marginen de los procesos de la clase trabajadora por más distorsión o imperfección entre el ideal de lucha y la realidad.

Empirista(supremacía de la práctica o acción sin análisis político-social, más allá de su sentido común de causa-efecto y acción-reacción), consecuente a la ausencia de debate democrático con Otros y, sólo en base al conjunto de sus organizaciones, agrupaciones, colectivos y/o individualidades, su acción emerge a partir de la testimonialidad de las emociones que abortan la herencia ilustrativa de la razón por el deseo. Es el lado anverso de la izquierda posmodernista (Frente Amplio) y su culto a la subjetividad e identidades desde la academia universitaria. La única “razón” ultraizquierdista es el voluntarismo sustitutivo.

Ultimatista (exigencias sin límites en la acción y política, no contemplando el estadio de organización, nivel de conciencia de clase ni coyuntura política), por ejemplo, negarse a votar en las elecciones sin liberar previamente a los presos políticos o la postulación de la CC como soberana previa asunción y no sesionar de no ocurrir aquello. El ultimátum viene acompañado de actitudes autoritarias de quienes no ejercen formas de deliberación democrática en su vida y en las organizaciones políticas y sociales que han pertenecido.

Existencialista (individualismo narcisista del yo) y sectarista(privilegio de la razón del yo, generalmente fenomenológico (subjetivo emocional) por sobre el desarrollo colectivo, aislando la totalidad de la realidad nacional para realizar avances y retrocesos en la lucha). Justamente, asociado al repliegue o retroceso del ánimo octubrista por la Pandemia, donde las movilizaciones disminuyeron y la dinámica se derivó hacia las elecciones y la confianza en la conciencia legalista. Así, los discursos políticos de fraude-derrota y nulo/blanco-abstención obedecen a un culto individual(es) bajo una lógica aritmética que suma-resta como costo-beneficio para disociar la coyuntura política, la conciencia de clase y su nivel de organización. Un criterio lineal, estático y absoluto de “no soltar las calles” y no llevar las demandas de octubre a los organismos políticos y sociales, como, por ejemplo, una campaña centralizada en toda organización de la clase trabajadora para la libertad de los presos del estallido.

Estrechamente unido a todo lo anterior, la política del “pesimismo de la derrota”, una derivación gramsciana, que ordena la acción cotidiana de la lógica y método estudiantil. Toda lucha política que no obedezca a su filosofía será siempre, real, verdadera e inmutablemente una derrota. En palabras simples “¡Te (se) lo(s) dije”!, por ende todo/a ultraizquierdista no es capaz de ver más allá de sus verdades a medias por sus criterios que invalidan, deslegitiman, descalifican y culpabilizan a todo/a trabajador/a de no elevar su conciencia de clase hacia la revolución y romper con su conciencia legalista. Es como una autoridad que advierte, bajo coacción física o emocional que, de no seguir sus consejos al pie de la letra, tal hecho sucederá en nuestras vidas y, finalmente cuando ocurre, degusta en ser el centro de la razón por medio de la soberbia narcisa. Así, en muchos casos se termina concediendo a dicha autoridad, adjudicándole un criterio de verdad -absoluta- y descalificando e invalidando nuestra experiencia como aprendizaje para seguir esa verdad de la autoridad.

¿No resulta cotidiano lo anterior? Aquello obedece a las actitudes y moral que practica el método estudiantil, pues se constituye a partir del autoritarismo (vertical o horizontal por emulación) que ejerce presión desde la lógica causa-efecto como espejo de la actitud del capitalismo (represión) para validar una práctica aristotélica de acción-reacción carente de reflexión y debate democrático en los individuos o sus propias organizaciones. Conexo es la clandestinidad que ejercen porque ningún régimen democrático burgués es suficiente para visualizarlos en acción. Es tal el grado de desconexión con la realidad que es consustancial y funcional a toda su filosofía, estableciendo métodos únicos por fuera de la totalidad concreta. Su expresión es el “culto al encapuchado” como versión neoguerrillera (urbana) que apela al anonimato para cubrirse de los aparatos de seguridad del gobierno y policía, pero bajo el barniz de iluminación pedagógica sustitutiva de la clase trabajadora. Valgan las diferencias entre la acción política de Daniel Ruiz y Sebastián Romero, obreros trotskistas (PSTU) que enfrentaron a la policía a rostro descubierto en una movilización social de masas contra la reforma previsional de Macri y que les costó la cárcel y clandestinidad, en el caso de S. Romero.

También se suma la dictación de una moral universal que establece conductas políticas puritanas, apostólicas y hedonistas, es decir, un culto a la marginalidad y (semi)pobreza como “proletaria”, que rechaza la adquisición del bienes y servicios de consumo por ser capitalista, pero que en su acción denotan el individualismo extremo de su filosofía. Y una práctica política asociada una pureza que no valida la duda, el error, la diferencia, el avance o repliegue. Como si la vida proletaria misma no nos fuera un ejercicio constante de dialéctica. Por último, el ejercicio de la violencia en sí que no conoce tiempos, coyunturas ni tácticas para combinar y definir cuáles son las acciones legales e ilegales para llevar contra una democracia burguesa o dictadura. Autoritarismo, clandestinidad, moral pequeñoburguesa y violencia se presentan únicas, permanentes, invariables, inmanentes, rígidas, lineales y absolutas en la filosofía ultraizquierdista.

A grueso modo, se puede señalar que la política en tiempos de paz del ultraizquierdismo es la política de la derrota en tiempos de guerra, ya que inevitablemente lleva al pesimismo, conspiracionismo, negación, abandono y neutralidad (mirar para el lado) y, sobre todo, a suicidar a una generación desde el punto de vista física y organizativo. De los anarquistas, espartacos y consejistas abstencionistas pasando por el guerrillerismo castro-guevarista o maoista y sus sucedáneos urbano-europeos del RAF, Brigadas Rojas, anarquismo insurreccional, IRA, ETA, Rote Zora, entre otros. Y del MIR, FPMR y Lautaro como nóveles aprendices.

El utilitarismo ultraizquierdista en el aluvión oportunista de la izquierda

Sin embargo y disculpando al lector lo extenso de algunas explicaciones, ¿cómo surge la actual ultraizquierda y de dónde bebe su filosofía? En primer lugar, tenemos que ver las causas histórico-políticas para señalar que producto de la Transición Pactada y la asunción del gobierno de Aylwin, el golpe brutal vino por medio de la desarticulación y encarcelamiento de la izquierda armada gracias a “La Oficina”. Además, el hecho unilateral del militarismo por sobre la lectura política del desgaste, retroceso, cooptación y confianza en el retorno a la democracia por parte de la clase trabajadora, la posterior restauración del capitalismo en todos los países soviéticos y socialistas y el paso de esas direcciones de izquierda de las trincheras a los palacios de gobierno. Los años no pasaron en vano y la reflexión de aquella vieja izquierda armada adherente al marxismo renovó sus prácticas abandonando su pasado como un mero ejercicio testimonial y nostálgico de memoria. Algunos terminaron conversos al neoanarquismo (insurrecional) y otros mantuvieron las banderas rojinegras de forma residual. Es el lado reverso de la renovación socialista (PS) hacia el neoliberalismo o el aluvión oportunista de la izquierda mundial.

Y, en segundo lugar, la propia formación social asumida por el capitalismo en su fase neoliberal, ya que al desvincular al sujeto proletario de su condición sociolaboral en las “sociedades industriales”, acabó con la idea de construcción de partidos leninistas (centralismo democrático) ayudado por el stalinismo y lo reemplazó por individualidades, colectivos horizontalistas y/o movimientos sociales. La vinculación orgánica industrial con el ejercicio de democracia representativa en sindicatos (deliberación, voto, acción y disciplina) fue dislocada y modificada a conciencia para la mayor explotación de la clase trabajadora. Es lo que hoy conocemos como precarización del subcontrato e informalidad de los “independientes y cuentapropistas”. Así, nuestra actual ultraizquierda es hija de estas condiciones histórico-políticas y sociolaborales donde ejercita su filosofía, método y pesimismo de la derrota. Ante la realidad extrema de la clase trabajadora han preferido mirar hacia el lado y abstenerse de reorganizar y disputar la conciencia de clase.

Para esto, un último punto tiene que ver con su raíz filosófica, pues adhieren y proclaman que el conjunto de la sociedad está vinculado por la “servidumbre voluntaria” y no por el contrato social y división de poderes heredados de la Ilustración y revolución francesa, específicamente, la razón. Para Étienne de la Boétie, autor del “Discurso de la servidumbre voluntaria” (1574), plantea que toda legitimidad es producto del miedo, obediencia y sumisión hacia la autoridad y el poder, lo cual lleva el consentimiento voluntario y activo a ser un siervo o esclavo a cambio de seguridad. En cambio para Hobbes, Locke y Russeau el “Contrato Social” deviene en un compromiso, acuerdo tácito o mutuo de deberes y derechos políticos y sociales, por medio del ejercicio del derecho al voto individual y división de poderes, pero que renuncia al uso de la violencia (monopolizada por el Estado y Ejército), a su soberanía popular por la delegación hacia otros y a su libertad individual por una comunidad colectiva suprahistórica (Estado) que resguarde el principio de los Derechos Universales. La Historia demostró que el papel aguantó mucho.

Así, podemos ver dos oposiciones contrarias entre sí, a pesar de compartir el principio de la libertad contra el poder, tiranía y absolutismo monárquico que combatían en la vieja Europa renacentista y moderna. La libertad se muestra abstracta en todos estos casos porque establece formas normativas ajustadas al contenido de las clases u sectores sociales dominantes de cada época. El desarrollo del capitalismo, imperialismo y la propia revolución rusa vinieron a mostrar las contradicciones de clase de quién domina sobre quién y la obsolescencia de principios abstractos, absolutos y universales. El lado inverso fue el stalinismo en la era soviética.

Completamente coherente con Boétie, la ultraizquierda degusta de culpabilizar a la clase trabajadora de su “servidumbre voluntaria” porque se somete y obedece las leyes que impiden su libertad individual, por lo tanto, son “esclavos” de sus ilusiones legalistas al voto individual y la democracia representativa-burguesa y no rompen con ello. Lo anterior es una muestra palpable de lógica aristotélica y formal porque establece criterios absolutos, estáticos y lineales en la conciencia de clase, pues olvida o invisibiliza la alienación, explotación de la fuerza de trabajo y la interacción con el conjunto de instituciones del régimen burgués. De ahí la denostación, descalificación, enemistad, rechazo a la conciencia real de la clase trabajadora y las contradicciones políticas, sociales y organizativas post-Octubre 2019. Toda la filosofía, método y pesimismo de la derrota proviene de una concepción fenomenológica e idealista (subjetividad del deseo) de la realidad, ya que abandonaron la dialéctica y el materialismo (totalidad histórico-concreta). Una forma sui generis de decir adiós a la razón y la modernidad para abrazar el posmodernismo.

En este sentido, la ultraizquierda chilena es el reverso de la izquierda posmodernista del Frente Amplio-PC, ya que en ambos casos toman la subjetivad del deseo como filosofía de la praxis (acción con teoría) bajo la contradicción del período “territorio-régimen” y la materialidad de la exclusión. Es decir, la política de las identidades (FA-PC) y la servidumbre voluntaria en un culto a la marginalidad y abstencionismo en los territorios geográficos. Unos rompen la exclusión y son cooptados por el capitalismo que integra las identidades y otros viven en y por la exclusión “desde abajo”, al más fiel estilo focaultiano, porque tienen un “micropoder”, el método estudiantil.

De esta forma, es comprensible el rechazo y odio patológico, de ambos sectores, hacia el activismo político, social, laboral y sindical en la clase trabajadora centrado en el eje capital-trabajo. Es notable dentro del discurso ultraizquierdista la negación al trabajo asalariado y el ensalzamiento a las formas de informalidad actual porque constituiría la ansiada ruptura con la servidumbre voluntaria por la libertad. Así, el hecho de estar sujeto al Código del Trabajo es constitutivo de “privilegio” porque hay estabilidad laboral (contratos indefinidos), derechos a vacaciones pagadas, bonos, negociación colectiva y sindicatos. De aquí el culto a la exclusión que no apuesta contrarrestar la informalidad laboral porque no tiene política para reorganizar a la clase trabajadora y confrontarla con la burocracia sindical ¡Con estos amigos para qué quiero enemigos! En específico, hoy la ultraizquierda chilena es la “enfermedad infantil del posmodernismo”.

¡Aprovechar las oportunidades y ocupar los espacios!

En definitiva, la ultraizquierda sólo es comentarista de su propia autocomplacencia ante los acontecimientos de la vida real, evitando tomar una posición ante el análisis concreto de la situación concreta. Como meros espectadores emiten una serie de críticas, juicios, amalgamas, falsificaciones e insidias contra el voto crítico hacia el Apruebo porque sería una “traición” a la causa revolucionaria.

Así, se puede escuchar que dicha toma de posición es “oportunista, adaptación a la democracia burguesa, furgón de cola del reformismo, seguidismo socialdemócrata, entelequia, votar por dos derechas, electoralismo, teoría de los campos progresivos, etc”. Coherente con la lógica causa-efecto, para la ultraizquierda votar por una variante burguesa en el Plebiscito de salida convertiría mecánica y automáticamente en dichos epítetos. Insistimos, su política en tiempos de paz es la derrota en tiempos de guerra, ya que bajo un criterio lineal, absoluto y universal el sólo hecho de poner una raya en el voto sería ser lo opuesto a un revolucionario/a. Es tragicómico caracterizar insidiosamente sólo por el voto a un conjunto de organizaciones y revolucionarios/as, desconectando la coyuntura concreta y el programa de acción ante la realidad política presente. Un voto, una raya, decía un cómico en el pasado. De esta forma, la lógica formal no establece diferencias entre las contradicciones de las expectativas, conciencia de clase, el carácter del gobierno burgués de Boric y la coyuntura política para adquirir un compromiso táctico y momentáneo con la clase trabajadora.

El infantilismo no es capaz de establecer las diferencias entre el Apruebo del gobierno (FA-PC) y el Apruebo crítico, el cual ha recalcado insistentemente que la NC no es la solución para la clase trabajadora y sí la mantención del gran capital para la reorganización de la burguesía. Sin embargo, el reconocimiento legal en papel de unos pocos derechos sociales marca una diferencia dentro del conjunto de la Transición Pactada y el régimen de los 30 años, a pesar de la derrota por nacionalizar el cobre y los recursos naturales. Lo cualitativo es la distorsión del ánimo octubrista pero centrado en las expectativas y esperanzas retomadas con la publicación del proyecto de NC.

Hay verdades a medias del discurso ultraizquierdista porque ante la ausencia de una dirección revolucionaria y, sobre todo, de un movimiento obrero y popular de gran envergadura y conciencia de clase, seguimos bajo la política del “mal menor”, la cual por intermedio del voto legitimará un nuevo pacto social del capitalismo. Sólo quien renuncia a luchar en el trabajo gris y cotidiano puede emitir dichos juicios de causa-efecto mecánicos y reduccionista porque no existe un criterio de verdad absoluta de sumisión y obediencia permanente para validar un nuevo régimen. Tal abstracción del pensamiento sólo conduce al pesimismo de la derrota y la incapacidad orgánica de confrontar las expectativas, conciencia de clase y carácter burgués del gobierno Boric por un culto a la marginalidad y método estudiantil que apuesta a la acción-reacción aritmética. Es la tarea del Programa de Transición, tomar las reivindicaciones actuales, bajo una fina táctica de emplazamiento/denuncia y conectarlas con la salida revolucionaria.

Para ser más claros, todos los epítetos anteriores serían verdad si la acción de las/los revolucionarios del apruebo crítico fueran: nulo juicio crítico hacia el capital, la burguesía y sus partidos; integración política, orgánica y financiera a la ideología frenteamplista y el gobierno; supremacía real de las elecciones por desmedro de la lucha de clases. ¿Dónde está el oportunismo, adaptación, seguidismo, electoralismo hacia la socialdemocracia y democracia burguesa? Si la acusación es sembrar (falsas) ilusiones en la NC y las expectativas de la clase trabajadora, sólo un ciego no puede establecer diferencias entre el emplazamiento/denuncia entre luchar por los derechos sociales (parciales), respetar la voluntad popular de no cocinar reformas a la NC en el Congreso e ir por la renacionalización de los recursos naturales y la libertad de los presos políticos.

La carta debajo de la manga de algunos sectarios y ultraizquierdistas (no necesariamente son sinónimos entre sí) es la “independencia de clase” y el “voto obrero” para acusar de tales epítetos. Nuevamente se presenta la lógica formal porque dicha independencia es real ante lo inverso de la acción nombrada al inicio del párrafo anterior, sin embargo, no contentos con ello, los críticos insidiosos señalan que tal independencia es que la clase trabajadora no debe pensar ni llevar su acción bajo la filosofía capitalista y, por ende, necesita otra forma independiente de pensar. Aquí, una vez más se demuestran una verdad a medias con fórmulas esquemáticas, lineales, abstractas, unilaterales y absolutas que desembocan en una sustitución e invectiva subjetiva hacia el sectarismo y/o servidumbre voluntaria. Estos profetas señalan: ¡Proletarios, ésta es la forma de pensar, venid a la luz, tenemos la verdad, su conciencia no es apta para la revolución, aquí aprenderán lo real! La función del partido revolucionario es la participación en los procesos reales de la lucha de clases, distorsionado o no en las elecciones, y disputar la conciencia de clase con la pedagogía de transición o procesos cognitivos bajo el análisis concreto de la realidad concreta que lleve a la confrontación entre la experiencia del hoy y las expectativas del mañana, pero bajo una actitud dialéctica y no acción-reacción del deseo ultraizquierdista.

Latamente podríamos recordar la batalla de Marx contra el putchismo (golpismo) de Blanqui o el combate contra el anti-cretinismo parlamentario (no participar en las elecciones) de Lenin contra los anarquistas, espartaquistas u consejistas. O el llamado de Lenin a votar -excepcionalmente- por candidatos obreros del Partido Laboralista (socialdemócrata) de Inglaterra ante la inviabilidad de presentar candidaturas proletarias propias o Trotsky cuando aconsejaba dedicarse a la propaganda cuando no se tenía la fuerza para, igualmente, presentar candidaturas propias. Cada revolucionario actuó según la experiencia y el análisis concreto de la situación concreta. El marxismo es una guía de orientación y no un manual doctrinario ante realidades y coyunturas diferentes.

Sin embargo y, por último, encontramos la continuidad del formalismo filosófico de la ultraizquierda que ha establecido un criterio universal y absoluto, en algunos casos, de votar siempre (inmanentemente) nulo o no votar ante variantes burguesas porque el marxismo revolucionario no lo indica así. La tentación y fascinación por tal anti-cretinismo parlamentario corresponde a un doctrinarismo que establece una correlación mecánica y lineal de causa-efecto de supuesta traición, adaptación, capitulación, seguidismo, etc., a la conciencia (contradictoria) de clase. Es decir, el voto es elevado a “principio” por su forma y no por el contenido de una táctica coyuntural, momentánea y circunstancial, ya que la lógica formal no ve las diferencias entre expectativas, conciencia de clase y carácter burgués del régimen. De ahí la negación absoluta de poner una raya en un voto porque eleva a categoría superior universal una inseguridad práctica de salirse de los marcos de una doctrina y considerarse narcisa e histéricamente como traidor. El deseo del Yo es superior al colectivo del Otro.

Valga un ejemplo de recordatorio por la inversa: la burguesía de las 3 comunas más ricas de Santiago no tuvo problemas en votar por Boric contra Jadue en la precandidatura presidencial de Apruebo Dignidad. ¿Dónde quedó el “principismo” del enemigo de clase? ¿Lo consideraron traición a su clase? ¿Significó un apoyo “crítico”, “progresivo” o total a Boric y no pasar la ofensiva como clase reaccionaria? La propia burguesía fue más “leninista” o, si se quiere decir pragmática, ante su realismo político de sobrevivencia y el fantasma del comunismo. Ironía de la vida.

¡Qué Lenin dijo esto! ¡Que Trotsky hizo esto otro!, etc., cierta ultraizquierda habla por los muertos y es incapaz de pensar por sí misma para elaborar una política hoy. Son como un fiel que habla por el discurso de la autoridad suprema, carente de independencia socioemocional y política. ¡Tenemos el derecho a acertar y errar para aprender!, solo así la pedagogía de transición tiene frutos. La excepcionalidad de un voto crítico a una variante burguesa sólo demuestra acompañar a nuestra clase y la gran tarea de un partido revolucionario de construir una alternativa real, aquel trabajo gris y cotidiano de aprovechar las oportunidades de construir el partido en los acontecimientos de la realidad, propagandizar el programa revolucionario y ocupar los espacios para potenciar lo anterior, como lo fue la CC y hoy (y siempre) desde la calle, sindicato, población, centro estudiantil, etc. Sólo quien convierte la excepcionalidad en norma, ajustada a su autocomplacencia, puede sostener el discurso del pesimismo de la derrota y creer bajo una lógica formal que votar este 4/9 es apoyar feliz o críticamente la reconstrucción de un nuevo pacto social.

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